El local global

Por Francescbon @francescbon

Analizadlo: ¿algún otro pueblo imprimiría esta camiseta?

Mantengo una conversación imaginaria con el señor jubilado que acabo de cruzarme frente al bar donde unos cuantos marroquíes se reúnen a tomar sus infusiones de té y de menta. Para ser sinceros: en  las  mesas del interior y en las de la terraza siempre hay varones marroquíes, y sólo hay varones marroquíes. Pero está así, los tres años que llevo viéndolo. E imagino que algún otro hacia atrás.
- A mí me da igual si estos andan planeando estrellar otro avión en cualquier lado lejos de aquí: lo importante es que aquí, en el pueblo, no nos dan problemas, jamás ha habido ningún incidente y hacen su vida como la hace todo el mundo. Es normal que se reúnan para hablar en su idioma y de sus cosas. Es normal que busquen la comida que les guste y la compañía de quien les guste. Eso lo hacemos todos, y no hace daño a nadie. Años y años de turistas aparcando coches llenos de maletas, por el hotel cercano, y jamás nadie se ha quejado de nada.
Hace ya unos días que me vienen pidiendo que escriba sobre el conflicto con España: el que tenemos en Catalunya es el que me pilla cerca. A pesar de lo mucho que he hablado los últimos días con euskaldunes, y de que es un uruguayo con raíces vascas quien manifiesta extrañeza (y entonces, supongo que no apoya a Italia en la Eurocopa por el mismo motivo que lo hacían niños que se llamaban Asier, Urko, Arkaitz, Ivon o Egoitz), yo no puedo hablar del conflicto en lo que atañe a Euskal Herria, que creo que no es poco. Y yo no quiero que me tilden de pretender ser un periodista, pero si uno se aventura por estos páramos debe justificarse previamente acerca de lo difícil que es usar el prisma de la objetividad en estos casos. Ésto no va a pasar de intento en ninguno de los casos, y carezco de conocimientos de historia y de técnica ensayística para ejecutar un método inductivo en toda regla.
Empatía: imagine un señor español y castellanoparlante residente en Madrid que Barcelona es la capital del reino español. Que, en uso de esta condición, impone su idioma en todos los ámbitos y que le dice a un señor de Madrid que sus hijos tienen que escolarizarse en catalán en la escuela. Imagine más, imagine que le dice a ese señor que ni siquiera está obligado a que tomen clases en castellano, aunque sea la lengua oficial de la comunidad. Repito y abrevio: Barcelona, capital, le dice a un madrileño que su hijo aprenda catalán antes que castellano, en Madrid.
Váyase a Inglaterra, señor de Madrid, y exija que su hijo reciba educación primaria en castellano, omitiendo el inglés en ese ciclo inicial. Quizás no entienda lo que le digan los ingleses si plantea esa cuestión. Habrá muchas palabras que empiecen en f, seguramente.
Empatía: imagine un señor español y castellanoparlante residente en Madrid que Barcelona es la capital del reino español: que sucesivos gobiernos totalitarios siempre coinciden en ciertas medidas cuando acceden al poder (por escasamente legítimos medios), y una de ellas es prohibir o limitar severamente el uso del idioma local, ya no sólo en su uso a efectos legales y oficiales, sino en los ámbitos personales, educativos y culturales. Que vienen a prohibirle que use la lengua en que le criaron sus padres. Que le sancionan por ello.
Cultura: y puede que la cuestión del idioma deba dejar de ser el centro. Total qué hay de malo en ser un país bilingüe o trilingüe o tetralingüe. Igual nuestro tercer idioma sería el árabe de los tipos del bar y el cuarto el chino. Qué significa. Algo más de tinta en los impresos oficiales, algo más de cultura a exigir a los funcionarios. Literatura catalana escrita en árabe. ¿Es que suena tan mal?. Por otra parte, si nos vanagloriamos de ser un país de acogida a García y Mohamed y Li, ya aprenderán nuestro idioma. Sólo se trata de que tengan que aprenderlo para poder subsistir. El hambre aguza el ingenio.
Paciencia: que veas que perteneces a un estado en el que importantes medios de comunicación se lanzan a campañas tildándote de insolidario cuando, ahogado por la crisis, te quejas de que sin esa solidaridad impuesta, tu situación sería mucho mejor y no, como es el caso, peor que la de muchos de los que te ves obligado a ayudar. Que esa situación, lejos de mejorar, empeora. Que las leyes se modifican para que no mejore sino empeore aún más.
Coherencia: los mismos que te llaman insolidario, tacaño, egoísta, estirado, y otras lindezas, lejos de alejar tan ruin colectivo de seres humanos, no hacen más que recordarte que les perteneces, y que no vas a irte a ningún lado sin su consentimiento.
Reciprocidad: la cuestión del fútbol. Mata saca la bandera asturiana en una celebración de la selección española. No pasa nada. Xavi saca la catalana: recibe críticas. Y eso que no era la estelada. El Barça es recibido en los campos con banderas españolas junto a las del equipo local. O sea: los que llevan la bandera española nos consideran sus rivales.
Reciprocidad: alardear de la bandera española no es nacionalismo. Sí lo es si lo hace con la catalana. Hablar de la marca España no es nacionalismo. Parece ser que el límite entre lo que es y no es nacionalismo es patrimonio de un cierto lado interesado.
Justicia: puede hacer 300 años, casi, o menos de 80, pero, en cualquier caso, la voluntad mayoritaria en Catalunya es que quienes vivimos en ella determinemos nuestro futuro. Ahora. Con independencia de orígenes y de idiomas maternos. Una mayoría relevante. No es eso suficiente.
Ejemplos: Escocia, Gales, o Quebec. Pero también Croacia, Eslovaquia, Lituania. Separarse de la estructura de otro estado no es sencillo, pero es posible.
Prejuicios: los catalanes somos tildados de avaros y de tacaños por no aceptar de buen grado las imposiciones que afectan a nuestra economía. Curioso, otros pueblos acusados de lo mismo: escoceses y judíos.
Prejuicios: a pesar de que muchos medios nacionales cuentan con capital y altos directivos catalanes, nadie envía cargas de profundidad contra gallegos, madrileños, valencianos o asturianos. Sólo contra catalanes.
Un dedo en la llaga: a penas nadie (más que ellos mismos) se metió con el pueblo vasco. Mientras tenían ETA, al menos.
Miedo: Sí: habría, y perdurarían, partidos y colectivos, numerosos, en España y en Catalunya, partidarios de una nueva unificación, pasados años. Especialmente donde las cosas no fueran como se pensaban.
Odio: pocas veces el gobierno español ha intervenido para despejar dudas respecto al papel de Catalunya en España. Siempre ha rendido más electoralmente dejar que eso quede en el aire. Los políticos viven inmersos en el tacticismo y denostar a Catalunya y a los catalanes reporta pingües beneficios. Igual ya lo he dicho antes (tardo días en escribir este post tan disperso, hoy lo acabo ya de una vez), pero la situación se resume en: no nos quieren, no nos dejan ir.