Durante la investidura de Mariano Rajoy, cuando los diputados constitucionalistas le afeaban a Podemos que aplaudiera a los proetarras de Bildu mientras abuchearan al PSOE, PP y a Ciudadanos por recordar a las víctimas de ETA, el diputado de Podemos por Vizcaya, Eduardo Maura, amenazó con gestos y palabras al portavoz de los naranja: “Mucho cuidado con lo que dices, que vengo del País Vasco”.
Cuidado, Juan Carlos Girauta y, en general, los seres pacíficos, cuidado con la gente exaltada del lumpen.
El populacho airado bajo influencia de ideologías o creencias mesiánicas saca lo peor del ser humano, como tantos podemitas fanatizados por Iglesias Turrión, aunque tiempo después se serenen y ni se acuerden de su salvajismo.
Quienes vivieron el franquismo conocieron a personas que alrededor de la guerra civil asesinaron a otras de ideologías o creencias distintas, de izquierdas o derechas.
Después se volvieron gentes comunes, padres de familia ocasionalmente amables de los que se decía que “no matarían ni una mosca”, pero que sí se lo habían hecho con crueldad infinita a otros seres humanos.
Es el caso bien documentado, por ejemplo, del abuelo paterno de Pablo Manuel Iglesias, condenado a muerte por el asesinato de derechistas, indultado, y después protegido por el franquismo como funcionario en el Ministerio de Trabajo regido por falangistas: ¿qué o a quiénes entregó a cambio?
En los momentos de exaltación hay lumpen, incluso universitario como tanto podemita, que podría repetir lo de la guerra, obsérvese a los yihadistas o a las acciones de los apasionados de cualquier ideología intransigente.
Y en el País Vasco ETA todavía existe, como sugirió Maura, universitario y de origen social elevado, como tantos de los suyos, pero que es un ejemplar del lumpen guerracivilista para temer, y tener muy en cuenta, y bastante lejos.
Es lumpen no proletario, pero sí diputado, qué peligro para el país: los corruptos son menos peligrosos que estos redentores.
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SALAS