El arrepentimiento del jugador argentino no tendría que impedir el castigo por tocarse los testículos cuando la afición le abucheaba; su vergonzosa actitud contrasta con la de los modestos jugadores del Betis, que aguantaron estoicamente en el medio del campo la monumental bronca de sus seguidores
Minuto 64 del partido de Liga que el Real Madrid disputa contra el Celta en el Estadio Santiago Bernabéu: el entrenador blanco, Carlo Ancelotti, ordena el cambio de Gareth Bale por Di María. El extremo argentino, cariacontecido, abandona el campo con una amarga sonrisa, y tras intercambiar un saludo con su compañero galés, se pone la mano derecha sobre los testículos en un claro y grosero signo de ofensa a la grada, que le estaba despidiendo con numerosos silbidos y escasos aplausos. Esta evidente desconsideración del extremo blanco hacia sus seguidores debe tener como respuesta una sanción por parte del club de la Castellana, que no puede permitir a ningún miembro de su plantel tal desprecio a los aficionados, que no solo hacen un mayúsculo esfuerzo por pagar las cuotas de socio y abonado o las costosas entradas para que sus jugadores cobren elevadísimas nóminas, sino que en la gran mayoría de partidos les animan y apoyan para que realicen su trabajo en las mejores condiciones anímicas posibles. Y este creído profesional del balón, sintiéndose por encima de la razón de ser del madridismo, sus aficionados, se permite el lujo de humillarlos por el simple hecho de que una considerable parte de los fans blancos expresaban con silbidos su desagrado por la falta de ganas y acierto que la estrella madridista había ofrecido no solo ese día, sino también durante las últimas jornadas.
Fuente: rtve.es
Di María cometió un grave error. Y la oportunidad que le ha dado el club para que se disculpe en su propia televisión no debería anular el castigo pensado inicialmente por los responsables de la entidad al abrirle el expediente sancionador. Pero todo apunta a que la merecida multa quedará en agua de borrajas, para no contradecir a la caprichosa estrella. Porque ni siquiera la petición de disculpas realizada resulta convincente, al insistir en que es un gesto normal en un hombre. Pero la valentía y la honestidad no parecen ser atributos del delantero internacional de Argentina. El "me la estaba acomodando" suena a burda escusa. Justo en esos momentos que la grada del Bernabéu le cantaba las cuarenta por su nefasto partido. Doble fallo, porque puede que los responsables del club le hayan perdonado, pero la afición merengue no le va a pasar por alto tal osadía. Nadie que haya visto la acción en el campo o en la televisión puede dudar de las malvadas intenciones del Fideo. Incluso sus compañeros son consciente del estropicio que ha creado ese mal gesto, aunque intenten disimularlo con manifestaciones que exculpan a su colega de trabajo. Da la sensación de que ha cavado su tumba en la entidad madridista, porque no es el primer desplante de este impetuoso profesional del balón, muy dado a gestos provocativos, pues recientemente celebró un gol señalando al palco para luego apuntar a su nombre, y en otro partido le recriminó a Ancelotti el cambio de mala manera, marchándose a la ducha sin ver el resto del encuentro.
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El técnico italiano ha echado mano una vez más de la sensatez de la que haza gala muy a menudo, pues en sus manifestaciones tras el partido dejó muy claro que "si Di María ha hechos los gestos que se dice, ha cometido dos errores". Aunque al día siguiente dio el asunto por acabado tras las suaves disculpas de su discípulo. Por el contrario, a la mujer de Di María, Jorgelina Cardoso, solo se le ocurre la peregrina idea de comentar lo ocurrido en una red social criticando a todos aquellos que le han reprochado a su marido el obsceno gesto, con frases tan desafortunadas como "a mentes pequeñas y palabras insignificantes, oídos sordos" o "vergonzoso darle más importancia a tu acomodo que a una gran victoria del Real Madrid. Gente tonta sí las hay" (sic). Esto solo añade más desprestigio a un buen jugador que se cree mucho mejor de lo que realmente demuestra cada jornada, que se ha convertido en un grave peligro para los defensas de su equipo, al perder numerosos balones en zonas peligrosas que les ha costado ya varios goles en contra en lo que va de temporada. Además, en los últimos partidos ha mostrado una falta de interés extrema en su trabajo, con partidos en los que protagonizó una actitud vergonzosa por su apatía y falta de entrega, como fue en el choque de ida de la Copa del Rey contra el Xátiva, y otros posteriores. Ha mantenido durante todo este tiempo una postura negativa, aunque el entrenador italiano ha repetido una mil veces que cuenta con el hábil extremo, prefiriéndolo antes que al alemán Özil, que fue vendido por el Madrid a pesar de ser bastante mejor jugador.
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Lo peor de todo no es que Di María este descontento por la llegada de Gareth Bale, estrella que le ha quitado el puesto en el once titular, ya que el extremo argentino decidió continuar en el club una vez consumado el fichaje del galés, sino por el maldito dinero. Según informaciones publicadas en distintos medios de comunicación, el Madrid ha rechazado la última petición de subida de sueldo que hizo el agente del jugador el pasado octubre. Tras un buen arranque de temporada, el internacional argentino solicitó una mejora de contrato, cuando el vigente no había cumplido ni un año, pues había firmado su revisión en febrero. El rechazo del club a esta nueva petición molestó al veloz extremo, que ha iniciado una serie de acciones para salir del mismo, hasta el extremo de que negoció con el Mónaco un posible traspaso a finales de año. Pero la entidad blanca rechazó tal opción para no debilitar la plantilla de cara a la dura temporada, en la que el equipo aspira a los tres torneos más importantes, y porque la oferta que recibió se alejaba mucho de los 40 millones oficiales que pide por la ficha del jugador de Rosario. Como este malestar crematístico ha coincidido con la pérdida de su puesto en el once titular por el fichaje de los cien millones de euros y con la explosión del canterano Jesé, Di María ha preferido una postura de protesta disimulada antes que presentar el asunto honestamente y solicitar un salida del club.
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Pero es más, la actitud mostrada por el extremo blanco está sancionada por el código disciplinario de la Federación Española de Fútbol, que en ocho de sus artículos (66, 68, 88, 89, 93, 100, 119 y 122) recoge diversas sanciones a los actos notorios y públicos y las conductas contrarias al buen orden deportivo, como el de Di María, que son penados dependiendo de como sean considerados: de carácter leve, grave o muy grave. De hecho, el delantero madridista Hugo Sánchez fue castigado con dos partidos y 139.000 pesetas de sanción por un gesto parecido al de Di María, pero dirigido a la afición del Barcelona en el Camp Nou. Fue el 15 de diciembre de 1990, en el clásico que Stoichkov pisó violentamente al colegiado Uriza Azpitarte, y en el que al final del partido, el goleador mexicano se tocó ostensiblemente los genitales en gesto despectivo hacia la afición culé. El Comité de Competición le castigó tras solicitar el club azulgrana la apertura del expediente. Pero como en esta ocasión nadie va a pedir su apertura y la Federación no va a entrar de oficio, el castigo para el extremo madridista tiene todos los visos de quedar alojado en el limbo.
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Los actos como el de Di María debería ser sancionados sin necesidad de que alguien los denunciara. Es atentar contra la razón de ser de esta actividad, que son los millones de aficionados que diariamente hacen de este deporte el más seguido del mundo. Lo usual, pero igualmente rechazable, es que los jugadores realicen gestos y actos ofensivos en contra de la afición rival, como en su día ejecutaron los barcelonistas Giovanni y Schuster en el Bernabéu, al dirigir varios cortes de manga a la afición blanca tras marcar un gol, lo mismo que hizo el madridista Pepe en el Camp Nou en arbil del 2011 tras un tanto de Ronaldo, o el jugador holandés del Bayern Munich Van Bommel a la afición del Madrid en la Liga de Campeones, aunque este si recibió un castigo de la UEFA por "gestos inapropiados". Y hay muchos más famosos gestos de desconsideración a los aficionados, entre ellos los de Schuster, Guti, Val Nistelrooy y Luis Aragonés, entre otros, pero siempre respondían a fans rivales que atacaban verbal e impunemente a estos profesionales. Sin embargo, también existe un antecedente de gesto maleducado para un aficionado del mismo equipo, y lo protagonizó Fabio Capello cuando entrenaba al equipo de Concha Espina en enero del 2007, al hacerle una peineta a dos espectadores que se ubicaron tras el banquillo en un partido de su equipo contra el Zaragoza. El club sí le sancionó en esa ocasión, reprimenda que en el caso de Di María no se va a repetir.
Fuente: mundodeportivo.com
Pero para mayor escarnio del internacional argentino, no todos los profesionales del este deporte hacen gala de tan mala educación. Al contrario, pues hace menos de un mes, los modestos jugadores del Betis, si los comparamos con el madridista, demostraron que son más educados y responsables al soportar estoicamente en el centro del campo la monumental bronca que les estaba echando su afición por su nefasto juego y porque son el farolillo rojo de la liga española. Esto sucedió el pasado 22 de diciembre, en el Benito Villamarín, tras perder el conjunto sevillano frente al Almería. Todos los convocados a dicho encuentro, más el equipo técnico, salieron tras el choque al césped a soportar los abucheos y silbidos que partían de la grada, mientras los jugadores, varios de ellos con lágrimas en los ojos, aplaudían al respetable. La situación resultó tan dantesca, que al final los propios aficionados verdiblancos reconocieron el valor de sus jugadores al aguantar responsablemente tan duro chaparrón. Pero está visto que ganar mucho dinero no conlleva poder presumir de educación ni de honestidad.