El Maestro Comprometido con la Criticidad a Través de la Praxis Educativa

Publicado el 18 abril 2014 por Diego Gómez @elcuentazo
La educación en Colombia trata de abarcar todas las carencias educativas, en teoría, a partir de la ley 115 de 1994(Ley General de Educación). Allí se le asigna unas responsabilidades a la comunidad educativa (escolar), a la familia y a la sociedad en general con miras al cumplimiento de los fines allí descritos y al ejercicio efectivo del derecho a la educación.Así mismo, las Ciencias Sociales como área para la enseñanza en la educación básica y media, es un área de amplias ramificaciones que dificulta la tarea del estado para crear “orientación curricular que goce de aceptación generalizada”. Dicho nivel de dificultad es más agudo si se tiene en cuenta la necesidad de pensar al educando como individuo, luego, la colectividad pensada como contexto cultural con realidades adversas. El proceso de adaptación curricular en estas circunstancias es demandante y reta al maestro de las Ciencias Sociales – y a los demás maestros – a fundar su práctica en la visión de una Educación en términos antropológicos y filosóficos humanistas, si bien esta mirada no agota ni suple la condición del ser humano como ser formable, si permite comprender que luego de ser una condición, es una exigencia hacia el mismo quehacer del maestro al afrontarse a la responsabilidad de serlo.EL SER HUMANO COMO SER FORMABLESe reconoce al ser humano en medio de la condición de ser posiblemente formado y de ser educado, formado en cuanto tiene la capacidad autónoma de realizarse y educado a través de la influencia exterior (Runge y Garcés, 2011). De antemano se identifica en estas dos condiciones luego de la carencia, la necesidad de ejercer su condición. La formación del ser humano tampoco es exclusivamente autónoma ni ensimismada, en ella se hace necesaria la presencia del otro a través del cual es posible “el reconocimiento de sí mismo a través de los demás y de los demás a través de sí mismo” (Gramsci, 1973, pág. 15). Así es como toma sentido que dentro de los fines de la educación en Colombia se plantee “el pleno desarrollo de la personalidad (…) a través de un proceso de formación integral” (Ley 115, Art. 5, 1994).Como docente del área de las Ciencias Sociales es prioridad tomar consciencia de esta condición, además articular dicha consciencia a las formas de la praxis educativa de acuerdo a la ubicación espaciotemporal, es decir, no es lo mismo actuar en sectores donde socioeconómicamente los están categorizados como estratos medios, que hacerlo en los barrios de menor estrato, donde los conflictos y carencias son mucho más destacables y que deben ser abordadas con mayor eficiencia pero a la misma vez con mayor prudencia. Hacemos parte de la otredad de los infantes a quienes vamos a influir, por tanto como entes influyentes también se nos exige respeto por la libertad de pensamiento formativo de cada quien, de aquellos recursos que obtienen de su propia cultura y más bien actuar a través de nuestra intervención discursiva y coherente como testimonio humano y crítico, estar presentes y ausentes en su propia reflexión.LA RESPONSABILIDAD DEL MAESTRO EN LA PRAXIS EDUCATIVA
Las Ciencias Sociales en su dinámica de enseñanza-aprendizaje en campos éticos, políticos, económicos y sociales asigna una responsabilidad mucho mayor al maestro de la actualidad ya que además de contar con saberes avanzados sobre la misma historia de la humanidad, su propia cultura y la diversidad, se hace necesario que cuente con las destrezas para la transmisión de ese conocimiento, hacer esto implica considerar que el receptor no es lo que nosotros hagamos de él, considerar que puede llegar a estilos de vida legítimos o no, dos posibilidades que parten del mismo acto de transmisión. Las destrezas de las que se habla son el matiz orientador, no es sólo enseñar a hacer la pólvora, sino enseñar y abrir espacios de reflexión sobre el carácter constructivo o destructivo de la misma.Es ajeno al Maestro el control sobre la condición del ser humano, de ser un devenir constante, es más, no hace parte de su tarea incidir en ello. Esto propicia entonces la aleatoriedad en los resultados luego de los procesos educativos, pues los resultados dependen de las situaciones y la reacción de cada individuo frente a la contingencia, cuya reacción es a la vez el reflejo de la influencia y construcción en medio de las estructuras de acogida (Duch, 2002). El Maestro es sólo un actor entre todos quienes tienen la facultad de educar, si bien su papel es protagónico, no es definitivo, exclusivo ni determinante.LA PRAXIS EDUCATIVA EN BÚSQUEDA DE LA CRITICIDAD DEL EDUCANDOEl ser humano permite identificarse a través de las Estructuras de Acogida que le proporcionen referentes y significación del entorno, toda significación en aprehensión, o en términos del mismo Duch, todo proceso de empalabramiento en cuanto éste se experimente en el entorno escolar debería ser gestionado por el Maestro en su exigencia por acabar con la fragmentación de conceptos, teorías y definiciones; de esta forma mejorar la comprensión de la realidad.La criticidad como capacidad de articulación conceptual, de pensarse a sí mismo, a los demás, el entorno, las situaciones; es necesaria como soporte del individuo para la búsqueda y la transformación, esta capacidad es la que le permite sentar posición a partir de todos los conocimientos adquiridos en el aprendizaje de las Ciencias Sociales, la historia y la actualidad, la herencia y las transformaciones culturales, la paz y los conflictos etc. El Maestro es mediador en estos procesos de transformación, gestor de la criticidad, enseñar a pensar debería ser el propósito principal de toda actividad en clase – y fuera de ella – porque sin ella es inminente la transgresión, la misma que retoma pero que a la vez omite gran parte la herencia cultural. Es la criticidad la que logra un educando que piense en “qué tipo de mundo quiere construir, qué tipo de ser humano quiere ser” y qué tipo de vida quiere llevar (Ospina, 2014).REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS