Cuatro
“¡Don Juan!, ¡don Juan!, yo lo imploro de tu hidalga compasión: o arráncame el corazón, o ámame, porque te adoro.”Palabras de doña Inés.
Atardecía ya cuando Inés recibió recado de la casa de su hermano Pablo de que no esperara a su padre para cenar. Al pie de la nota, su cuñada Virtudes añadía una invitación por si quería unirse a ellos. Inés dejó caer la nota sobre la bandeja, con desgana; lo que menos le apetecía en ese momento era quitarse su cómodo vestido casero, sin corsés ni molestos armazones, y emperifollarse para cenar con la familia. Había pasado la tarde calcetando diminutas prendas para el pequeño que nacería aquel verano, y deseaba acercarse y enseñárselas a Virtudes. Dudó un momento, para acabar decidiendo que, con el ánimo que tenía, mejor estaba sola que amargándoles la cena al resto.