A Inés le habían dicho alguna vez que sería la perfecta casada. Era organizada, trabajadora y resuelta, sabía de cocina, dominaba todas las labores, administraba las cuentas de la casa, y todo lo hacía sin darle ningún problema a su padre, antes bien, barriéndolos de su camino para que él estuviese siempre cómodo y descansado cuando llegaba al hogar. Ahora haría lo mismo por su esposo, con la satisfacción íntima de haber descubierto que el matrimonio era más que una unión de conveniencia, más que cariño o confianza, más que costumbre o acomodo. —Y dinos, Inés, ¿qué le pareció al maestro tu tarta de manzana?
Y aquella noche, en la alcoba nupcial, su esposo le demostró que no había exagerado en absoluto.
FIN