El mal de montano, enrique vila-matas

Publicado el 31 enero 2015 por Ana Ana Fidalgo
LA METAFICCIÓN DE LO REAL
El mal de Montano, Enrique Vila-Matas, 2002.
Los libros de Vila-Matas son un espejo donde la ficción de la realidad se refleja con el rostro engañoso de la realidad de la ficción: todo parece verdad, pero es mentira, de igual modo que cuando la ficción parece mentira esconde una profunda verdad.
En realidad (o en ficción), esta novela que no es una novela suscita una profunda ternura, que es lo que provocan siempre los seres perdidos que emprenden una huida continua para no llegar a ningún sitio, siendo su periplo una circunnavegación alrededor de su propia angustia por entrar en la vida, por llegar a la esencia de la realidad siguiendo un camino perdido en una niebla crepuscular. Y este ser perdido está contagiado de una grave enfermedad crónica: la literatura. Como en todos los enfermos de literatura, la lucha por entrar resulta en definitiva una huida hacia la desaparición. Pero es que, además, este enfermo ejerce de soporte de la memoria literaria, y entonces la comprensión de la vida que cada viaje literario ansía se convierte paradójicamente en el obstáculo mayor para apresarla.
Nos damos un paseo por los diarios de eminentes escritores y nos sumergimos en un océano de citas literarias guiados por un narrador parásito de la literatura ajena, irrumpimos en la metaficción de un paseante impenitente por necesidad de huida que se inventa una "Teoría de Budapest" (que no es teoría ni tiene relación con Budapest), nos enfrascamos en un relato que luego se reconoce como ficticio por el narrador (parásito y mentiroso) y nos perdemos en un abismo de voces que se engarzan, con la lógica abstrusa de un manojo de cerezas, adoptando la personalidad de todos los autores que preserva en su memoria literaria (parásito, mentiroso y heteróclito).
Como un quijote lanza en ristre, este enfermo con la misión de preservar la memoria literaria se erige en Resistencia contra los opresores de la Literatura:
Luchadores contra la destrucción de la literatura. Me gustaría reunirlos en algún lugar y allí empezar a poner bombas mentales contra los falsos escritores, contra los granujas que controlan la industria cultural, contra los emisarios de la nada, contra los puercos.Instintivamente, con gran entusiasmo, piensas en bombas mentales que depositarías cuidadosamente en los pabellones de ciertos puercos, enemigos de lo literario. Y después te alegra el día soñar con el triunfo de la literatura.
Lo que ocurre es que este quijote está perdido en su motivaciones y sentimientos literarios, expuesto ante un abismo y rodeado por los enemigos de la literatura, avanzando por una carretera perdida y, por lo tanto, a salvo de la curación y la cordura.
Para quien asocia vida y literatura, la primera se vuelve un laberinto donde citas, libros y escritores materializan una pesadilla bibliofóbica del que solo es liberado, tal vez, por los instantes de cordura de su escudero, Tongoy, el hombre más feo del mundo, un ser tan prosaico que no puede ser sino el faro que lanza señales de realidad para enmarcar las fronteras indefinidas de la bruma del protagonista.
Pero ya he dicho que no es una novela: es un diccionario, una enciclopedia, un libro de consulta, un divertimento, un chiste, una pesadilla, un poema, un diario. Es todo y nada, inabarcable e indefinible, como la vida y como la literatura.

Nota: Hace un par de semanas comentaba lo difícil que resulta hablar de un libro que no te ha gustado (la vergüenza, el pudor, la osadía...), pero hay algo más complicado: hablar de un libro o de un autor que veneras, porque cualquier elogio suena torpe, lisonjero e insuficiente al mismo tiempo. Vila-Matas, al que he dedicado tantas horas de lectura, me provoca esta conmoción que surge de la admiración más profunda, y ante sus obras me quedo paralizada igual que un pobre viajero al descubrir la grandeza inefable de una catedral o la magnificencia de un paisaje indescriptible.