El director alemán abarca mucho y aprieta poco en su intento por capturar el hechizo que África suele provocar en los europeos. Por lo pronto, oscila entre el retrato de un compatriota médico descarriado en Camerún (el protagónico Dr. Ebbo Veltman), las desventuras de un colega parisino enviado por la Organización Mundial de la Salud para evaluarlo, y la denuncia de un continente arruinado por la corrupción local y la explotación extranjera.
Por si esto fuera poco, Köhler también le concede espacio a un hipopótamo asesino. O justiciero según cómo se lo mire.
Los espectadores memoriosos reconocerán al director/actor de Yuki y Nina, Hippolyte Girardot, en la piel de un francés mujeriego e inescrupuloso. La encarnación del hombre blanco corrompido y corruptor roza el estereotipo.
A los lectores de Jean-Marie Le Clézio y John Maxwell Coetzee les costará evitar la comparación entre esta película y El africano o Esperando a los bárbaros. Sin dudarlo, la mayoría se quedará con estas impresiones literarias del a veces inasible continente negro.