El mal perder del PP

Publicado el 04 junio 2018 por José Luis Díaz @joseluisdiaz2
No se me dan bien los juicios de intenciones y, en consecuencia, soy incapaz de imaginar cuánta sinceridad había en el apretón de manos de Mariano Rajoy a Pedro Sánchez después del triunfo de la moción de censura. A la vista de los primeros movimientos del PP en la oposición sospecho que el gesto tenía más de forzado y convencional que de verdaderamente sincero. Es cierto que un apretón de manos y el deseo de suerte al rival que te ha tumbado democráticamente no está reñido con asumir el papel que el juego político y constitucional te ha asignado en la oposición. Pero eso es una cosa bien distinta de no esperar siquiera a conocer la composición del Gobierno para ponerle la primera zancadilla. Si quiere recuperar algo de la credibilidad perdida por sus errores y su pasividad ante la corrupción, el principal partido de la oposición no puede dedicarse a la desestabilización política y al mismo tiempo acusar al Gobierno de inestable. 
Anunciar tan solo veinticuatro horas después de la toma de posesión del presidente que enmendará los presupuestos en el Senado, suena a revanchismo político indigno de un partido respetuoso con el juego político consustancial al sistema democrático. Si el PP cumple su anuncio de revisar las cuentas en el Senado para poner en apuros a Sánchez en el Congreso, tendrá que explicarle a los españoles cómo es posible que los presupuestos que eran la octava maravilla del mundo hace solo una semana son ahora dignas de corrección. Si no lo hace sólo cabría concluir que los 540 millones de euros del País Vasco o los más de 2.000 de Canarias, han sido solo el oneroso precio pagado por el PP a los nacionalistas vascos y canarios para que Rajoy pudiera agotar la legislatura. 

Foto: El Periódico

Mucho me temo que esto no ha hecho sino empezar y que Sánchez tendrá que sumar a su evidente debilidad parlamentaria y a la heterogeneidad de sus apoyos, las arremetidas feroces de un PP herido de muerte tras perder el poder. Se puede ir despidiendo el presidente de los cien días de gracia y cortesía que se suelen otorgar a quien asume un cargo de su responsabilidad: ni uno le ha dado el PP.  A esa oposición puede añadir también la de Ciudadanos, si no tan resentido como el PP si descolocado después de que la errada estrategia electoralista de Albert Rivera se viera sobrepasada por la audacia de Pedro Sánchez. El nuevo presidente está subido a un potro de tortura que Rajoy y Rivera se encargarán de espolear en detrimento de una mínima estabilidad política. Está por ver aún si Pablo Iglesias, el principal socio de Sánchez,  se suma a la estrategia del centro - derecha exigiendo medidas incompatibles con la situación política o apoya con lealtad al presidente. 
Ciertamente, viendo cómo se las gasta el PP en sus primeras horas de principal partido de la oposición, me viene a la mente la frase de Andreotti en la que aseguraba que el poder desgasta sobre todo cuando no se tiene. El PP se ha desgastado menos por el poder que por la corrupción que anida en su seno y ahora pretende detener el desgaste de estar en la oposición yendo incluso en contra de sus propias decisiones. Puede que en política no existan los buenos perdedores pero hay formas honorables de aceptar la derrota cuando es democrática como en este caso. La que parece haber escogido el PP - la de la revancha, el despecho, el filibusterimo parlamentario y la desestabilización - es la peor posible.