EL Málaga A octavos con glamour

Publicado el 07 noviembre 2012 por Chico_f32

 Jamás un empate supo mejor. Nunca una alegría contenida pudo expresarse de la mejor forma. Casi 2.000 aficionados tuvieron que esperar, como manda la UEFA, en las heladas gradas de San Siro, durante media hora, a que fuera desalojado el resto del estadio para abandonar el mítico recinto. Y lo hicieron con cánticos, con lágrimas, cantando el himno del Málaga CF, abrazándose entre ellos. Porque ayer el Málaga CF escribió una nueva página más (y van...) de su historia, del éxito que parece no tener fin, al meterse en los octavos de final gracias a ese empate a uno frente al Milan. Y logró la proeza en la ciudad de la moda, con el glamour que correspondía. Pese a ser un estadio antiguo (con instalaciones que piden a gritos una reforma), pese a la escasa afluencia de público en San Siro, pese a la pésima situación deportiva del equipo rossonero, ver un Milan-Málaga en vivo es un lujo. Para los aficionados y para los jugadores. ¿Quién no ha soñado con ser futbolista y jugar en un coliseo mítico como el Giuseppe Meazza? Isco Alarcón tiene calidad suficiente para jugar en ese escenario que pisó el conjunto blanquiazul, que ayer jugó con pantalón y medias celestes, al estilo del CD Málaga de los años 80, cuando el líder era Juan Gómez «Juanito». El benalmadense quiso echarse el juego del Málaga CF a la espalda, como suele hacer a pesar de su juventud (20 años). En las filas milanistas, esa labor corrió a cargo de Bojan Krkic, otro español con el mismo dorsal (22). En un choque de trenes entre un Milan espeso en ataque y un Málaga al que le convenía el fútbol-control, parecía inevitable que Isco y Bojan se convirtieran en los abanderados del jogo bonito. El español de origen serbio lo intentó en un par de ocasiones, con un zurdazo que sacó Willy Caballero (no se entiende que el seleccionador de Argentina, Alejandro Sabella haya convocado a Cristian Álvarez, del Espanyol) y con una dejada a El Shaarawy, que el italo-egipcio remató bien, pero Weligton, oportuno, rechazó. Isco esperó su momento. Parecía estar amasándolo, como quien prepara a conciencia un sabroso plato con alicientes especiales. Y a la media hora, esquivó a De Jong y se inventó un pase de ensueño a Eliseu, que había permutado a la banda derecha y que el portugués no desaprovechó. Tras irse en carrera de Constant, el luso cruzó el balón con la derecha y batió al veteranísimo Abbiati (35 años). 0-1 en San Siro. Las gradas de lo que en La Rosaleda serían Gol Alto, repletas de malaguistas, parecían venirse abajo. ¡Gooooool! Un gol que valía su peso en oro, como lo que vale Isco en la actualidad. Como lo saben un par de clubes ingleses que han puesto dinero sobre la mesa, aunque no el suficiente. Isco es un diamante en bruto. Y con su asistencia a Eliseu permitió al portugués que marcara su tercer tanto en la Liga de Campeones e hizo rugir a la afición blanquiazul su nombre: «Isco selección, Isco selección». Antes, el conjunto italiano había arrancado el choque buscando la espalda de Sergio Sánchez, la única novedad en el once malaguista respecto a la alineación frente al Milan en La Rosaleda. Por el contrario, el Milan hizo cinco variaciones de inicio, con Abbiati, Abate (De Sciglio le sustituyó al comienzo por una lesión), el «carnicero» De Jong, Bojan y Pato. A raíz del descanso, el Milan buscó el empate con ahínco, pero sin ideas, dependiente de las habilidades de Bojan y El Shaarawy, que fue sustituido por Boateng (en el 62´), un cambio muy protestado por los seguidores rossoneri. El cuadro dirigido por Massimiliano Allegri llevó la manija durante casi todo el segundo tiempo, con oportunidades continuas de gol, aunque no excesivamente claras, más producto de la falta de concentración de los malaguistas en momentos puntuales que de los méritos contraídos por los locales. Y, en el único despiste serio de los blanquiazules, Pato igualó la contienda. El brasileño, libre de marca, remató de cabeza en el área pequeña un centro de Constant. Camacho, que estaba cerca, no pudo evitar el tanto. Faltaban 13 minutos para sufrir, para no dejarse llevar por la tensión o por los nervios. Pellegrini volvió a ser valiente. Después de hacer reaparecer a Jeremy Toulalan por un cansado Iturra, prefirió agotar el tercer cambio con Sebas Fernández en lugar de meter a un jugador de corte más defensivo. El uruguayo, no obstante, se encargó de presionar la salida del balón por su banda, mientras que en la otra estaba el incansable Eliseu, con Camacho y Toulalan como pareja de pivotes y arriba Isco por detrás de Santa Cruz. Un dibujo que, con el cansancio acumulado después del esfuerzo realizado en la primera parte, descolocó en algunos instantes el dibujo, pero enseguida el bloque blanquiazul retomó la situación. Un mal despeje de Weligton obligó a un esfuerzo ímprobo en la reacción de Camacho. Fuerzas de flaqueza de un Málaga ansioso por seguir haciendo historia. El cuadro blanquiazul había encajado su primer gol en toda la Liga de Campeones, pero no se dejó amilanar ante las circunstancias. En los minutos finales, Isco y Sebas se encargaron de perder balones en ataque al buscar la acción personal en lugar de retener la pelota para matar el partido. Pero el fútbol hizo justicia. El Málaga CF, como demostraron los citados Isco y Sebas, fue a San Siro a por los tres puntos y lo intentó hasta el pitido final de Webb. Por eso empató. Por eso se llevó el punto necesario para tocar el cielo de los octavos de final. Por eso hace que esa fiel afición conquistara ayer Milán y, con ello, disfrutara de una cita histórica que contarán a sus hijos y nietos. «Yo vi al Málaga jugar en San Siro»