Los blanquiazules volvieron a brillar en ataque, desatascaron su zona de creación y pusieron en práctica sus mejores virtudes. La Rosaleda y la afición vivieron una noche mágica para situarse entre los mejores. Fue n encuentro de manual, de menos a más, actuando siempre con inteligencia. Espectacular.
Pellegrini apostó de entrada por un equipo previsible, con las incorporaciones de Iturra y Saviola al once, dejando en el banquillo a Camacho y Santa Cruz. Pero el once se puede considerar también de gala, mientras que el Oporto solo sorprendió otra vez con la ausencia de James Rodríguez. Y el arranque del choque cumplió con el guión, con mayor empaque del equipo visitante ante un Málaga que pretendía reponerse de anteriores actuaciones negativas. En algunos instantes el partido se asemejaba al de Do Dragao.
La fuerte presión del conjunto portugués volvía a impedir maniobrar a los malaguistas, que intentaban deshacerse del agobio del rival de cualquier forma posible. Las acciones a balón parado y algún ataque esporádico eran los únicos argumentos del once de Pellegrini para hacer daño a un Oporto que mantuvo la dureza del compromiso de ida. Isco y Joaquín estaban más vigilados que nunca, aunque en esta ocasión las circunstancias variaron mínimamente y los principales creadores del juego local dispusieron de algo más de posesión que en Oporto.
E objetivo malaguista era conseguir un gol, sin importarle el momento. Poco a poco fue mejorando el juego de los blanquiazules, basado en una excelente defensa y dos medios centro que se dejaban la piel en cada acción.
El Oporto apenas inquietaba, pese a su gran potencial y presencia, mientras que el Málaga seguía avanzando sus líneas para encontrarse con el meta contrario. Un disparo Antunes desde el borde del área fue el detonante para la mejora malaguista. El equipo de Pellegrini comenzó a encontrarse más a gusto, lo que propició que intervinieran más Joaquín e Isco. El árbitro, incluso, llegó a anular un gol a Saviola por una falta de Baptista al portero.
Pero la explosión de júbilo estaba a punto de llegar a La Rosaleda instantes antes del descanso. Isco recibió el balón al borde del área, hizo un pequeño amago y disparó sorprendiendo a Helton. Espectacular, impresionante. El Málaga igualó la eliminatoria con un gran tanto y desplegando su mejor juego del último mes.
La situación, incluso, mejoraría aún más para los malaguistas nada más arrancar el segundo periodo. En una velocísima galopada Joaquín fue zancadilleado por Defour, que fue expulsado tras ver la segunda amarilla. Todo era positivo para el conjunto local.
La emoción en La Rosaleda era indescriptible. Los aficionados mostraban los nervios propios de observar el éxito cercano, pero el potencial del Oporto, pese a jugar con diez, siempre era preocupante. El desgaste quizás fuese la mejor receta para doblegar definitivamente al equipo portugués, pero con paciencia e inteligencia.
Saviola e Isco tuvieron pronto algunas opciones para marcar, pero el segundo gol se hacía esperar. Los malaguistas tenían mucho tiempo, por lo que debían tener paciencia para hacer madurar al rival. Pellegrini dio entrada a Santa Cruz en el lugar de Baptista. Y el jugador de refresco consiguió muy pronto el segundo gol, lo que ponía por delante al Málaga en la eliminatoria (2-1). Entonces el Oporto ya se la jugó. Se fue al ataque en tromba y dominó durante algunos minutos. Incluso el colegiado le anuló un tanto por fuera de juego.