Esta imagen recoge parte de la protesta popular El Maleconazo, en La Habana, Cuba, el 5 de agosto de 1994.
MIAMI.- Hace 30 años, el 5 de agosto de 1994, miles de cubanos se lanzaron a las calles de La Habana para reclamar libertad en un hecho inédito, que, por su magnitud entonces, llamaron El Maleconazo y demostró las ansias de cambio frente a un sistema totalitario que es aún controlado por la banda de gánsteres del tirano Fidel Castro.En estos días, el pueblo venezolano sale masivamente a las calles demandando libertad y el rescate de la soberanía popular usurpada por una banda de delincuentes y recuerdo aquella epopeya en La Habana. LEE ADEMÁS
REPRESIÓN
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CUBA
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Aquella mañana, mi amigo Lorenzo me dijo que iba al puerto porque alguien intentaría llevarse un remolcador para huir del país.Lorenzo quería unirse al grupo para encontrarse en tierras de libertad, 90 millas al norte de Cuba, con nuestro amigo Oscar, a quien no veía hacía ya varios años desde que con un poco de fortuna pudo conseguir un visado y escapar de la persecución a que era sometido por vigilantes represores del régimen.
Le deseé suerte a Lorenzo y le pedí que saludara a Oscar en Miami, si el escape temerario tenía éxito.
Volví a verle como a las 2 de la tarde. A esa hora había un inusitado movimiento de camiones militares que bajaban por la calle Porvenir.
Lorenzo, con tono poco triste, me narró las peripecias de su frustrado intento de fuga, pero aseguró que otro grupo de personas habían logrado hacerse con la "lanchita de Regla".
Acto seguido su respiración lenta de fumador crónico se aceleró y me comentó con exaltación que la gente espontáneamente había comenzado a protestar en La Habana y que el Malecón era un hervidero.
Cogí mi bicicleta y me moví rápidamente a la barriada de El Cerro. Oswaldo no estaba, pero Ramoncito Antúnez sí. Escuchaba en la sala de su casa, en Carmen y Peñón, las noticias que medios en el exterior comenzaban a transmitir lo que estaba sucediendo en La Habana.
"Manténganse alertas, pero manténganse serenos en el barrio por si pasa algo. Si la protesta se masifica en todos los municipios creo que debemos apoyarla y darle objetivos políticos. No podemos ser nosotros, con nuestro escaso número de activistas, quienes iniciemos algo que signifique la aniquilación de liberación, pero tenemos que estar al lado del pueblo", me dijo Ramón.
Regresé a Lawton y avisé a Félix Antonio Rojas y Ernesto Martini (Freddy). La avenida Porvenir, donde vivía, parecía más una vía de paradas militares que una ordinaria arteria de la ciudad. Una caravana de camiones atestados de tropas especiales represivas y un vehículo con una ametralladora calibre 50 patrullaban la larga calle de arriba abajo.
Freddy, Félix y yo quedamos en encontrarnos en nuestra parroquia, Santa Clara de Asís.
Avisamos a la mayoría de nuestros militantes y amigos que estaríamos allí, por si el pueblo comenzaba la protesta, para sumarnos en Lawton.
Pasaron muchas horas. Las noticias de que en La Habana habían sido sofocados los disturbios iban anunciándose en la televisión nacional controlada por el régimen.
"Todo está ya en calma", aseguraron las noticias. Eran como la 1 de la madrugada del día 6. Pese a la insistencia del fraile amigo Alberto, que nos acompañó todo el tiempo, decidimos regresar a nuestras casas a esa hora.
La mañana siguiente parecía tranquila, pero tras aquellas nubes grisáceas estaba latente la rebeldía de un pueblo que por mucho tiempo había permanecido contenida.
El régimen encontró pronto como destapar entonces la presión acumulada en la población anunciando que podría lanzarse, al suicidio o la libertad, todo aquel que quisiera utilizar cualquier medio marítimo artesanal para tal empeño.
La libertad no llegó aquel día, pero nada es igual. Espero que para nuestros hermanos venezolanos esta vez no sea igual. Que conquisten, como queremos los cubanos, Dios quiera sea pronto, la libertad.
Portavoz del Movimiento Cristiano LiberaciónOrigen: Diario Las Americas
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Lorenzo quería unirse al grupo para encontrarse en tierras de libertad, 90 millas al norte de Cuba, con nuestro amigo Oscar, a quien no veía hacía ya varios años desde que con un poco de fortuna pudo conseguir un visado y escapar de la persecución a que era sometido por vigilantes represores del régimen.
Le deseé suerte a Lorenzo y le pedí que saludara a Oscar en Miami, si el escape temerario tenía éxito.
Volví a verle como a las 2 de la tarde. A esa hora había un inusitado movimiento de camiones militares que bajaban por la calle Porvenir.
Lorenzo, con tono poco triste, me narró las peripecias de su frustrado intento de fuga, pero aseguró que otro grupo de personas habían logrado hacerse con la "lanchita de Regla".
Acto seguido su respiración lenta de fumador crónico se aceleró y me comentó con exaltación que la gente espontáneamente había comenzado a protestar en La Habana y que el Malecón era un hervidero.
Cogí mi bicicleta y me moví rápidamente a la barriada de El Cerro. Oswaldo no estaba, pero Ramoncito Antúnez sí. Escuchaba en la sala de su casa, en Carmen y Peñón, las noticias que medios en el exterior comenzaban a transmitir lo que estaba sucediendo en La Habana.
"Manténganse alertas, pero manténganse serenos en el barrio por si pasa algo. Si la protesta se masifica en todos los municipios creo que debemos apoyarla y darle objetivos políticos. No podemos ser nosotros, con nuestro escaso número de activistas, quienes iniciemos algo que signifique la aniquilación de liberación, pero tenemos que estar al lado del pueblo", me dijo Ramón.
Regresé a Lawton y avisé a Félix Antonio Rojas y Ernesto Martini (Freddy). La avenida Porvenir, donde vivía, parecía más una vía de paradas militares que una ordinaria arteria de la ciudad. Una caravana de camiones atestados de tropas especiales represivas y un vehículo con una ametralladora calibre 50 patrullaban la larga calle de arriba abajo.
Freddy, Félix y yo quedamos en encontrarnos en nuestra parroquia, Santa Clara de Asís.
Avisamos a la mayoría de nuestros militantes y amigos que estaríamos allí, por si el pueblo comenzaba la protesta, para sumarnos en Lawton.
Pasaron muchas horas. Las noticias de que en La Habana habían sido sofocados los disturbios iban anunciándose en la televisión nacional controlada por el régimen.
"Todo está ya en calma", aseguraron las noticias. Eran como la 1 de la madrugada del día 6. Pese a la insistencia del fraile amigo Alberto, que nos acompañó todo el tiempo, decidimos regresar a nuestras casas a esa hora.
La mañana siguiente parecía tranquila, pero tras aquellas nubes grisáceas estaba latente la rebeldía de un pueblo que por mucho tiempo había permanecido contenida.
El régimen encontró pronto como destapar entonces la presión acumulada en la población anunciando que podría lanzarse, al suicidio o la libertad, todo aquel que quisiera utilizar cualquier medio marítimo artesanal para tal empeño.
La libertad no llegó aquel día, pero nada es igual. Espero que para nuestros hermanos venezolanos esta vez no sea igual. Que conquisten, como queremos los cubanos, Dios quiera sea pronto, la libertad.
Portavoz del Movimiento Cristiano Liberación