"El ego del hombre es El Manantial del progreso humano" - Ayn Rand
El año 1977, cursaba los últimos ciclos de mis estudios universitarios. Uno de los cursos que en ese momento se dictaba era el de Teoría de la Ciencia, a cargo de mi recordado profesor Justo Enrique De Barbieri.El curso consistía en el análisis de las nuevas tendencias en el desarrollo de los modos de pensar vigentes, filosofías que primarían en el futuro y la "posible influencia de la tecnología" en la vida profesional. Uno de los ejercicios asignados fue la lectura de varios libros de biblioteca, entre ellos El Manantial de Ayn Rand.
Recuerdo que habían escasos ejemplares disponibles para los alumnos, por lo que obtamos en fotocopiar el libro y repartirlo como separatas entre varios de nosotros con el fin de hacer resúmenes académicos y compartirlos. Esto era una práctica usual de aquel entonces. No habían los recursos tecnológicos actuales, pero era mucho más desafiante, laborioso, y divertido.
Ayn Rand
La lectura del libro estaba considerada como una versión novelada de la teoría del Objetivismo, rama filosófica que Ayn Rand había iniciado a través del grupo denominado la clase del 43, en referencia al año en que fue escrito El Manantial.
Era una época de gobierno militar en el Perú, en donde toda corriente de pensamiento que propiciara el entendimiento del derecho del hombre a desarrollarse individualmente como ley de vida, era acogida por las juventudes de entonces.
Hoy, leer nuevamente El Manantial después de más de treinta años, casi a punto de jubilarme, con toda la realidad y los cambios que le tocó vivir a nuestra generación, mi visión del libro es completamente distinta.
Confiar en los sueños, vivirlos, emprenderlos y no segar en ello, es hoy en día la más clara tendencia de desarrollo personal como camino al éxito y el anhelado alcance de la felicidad.
El protagonista de la obra, Howard Roark, es un arquitecto intransigente que está completamente entregado firmemente, aun cuando de manera serena, a sus ideales, especialmente creyendo que ninguna persona debe jamás copiar el estilo de otra, sobre todo en el campo de la arquitectura.
Su honestidad e integridad morales, que a punto están de llevarle a la cárcel de manera injusta por tal de no venderse al mejor postor, son una clara y emocionante muestra de hasta dónde llega el hombre si se lo propone.
Unos pocos entenderán el mensaje que transmite Roark con su obra arquitectónica, pero le defenderán apasionadamente como quien defiende un bien muy preciado. Su mensaje es un mensaje de amor y de esperanza. El hombre tiene derecho a buscar la felicidad. No debe vivir para los demás.
"Cambiaría el más bello atardecer del mundo
por una sola visión de la silueta de New York - Howard Roark"
A lo largo de la novela todos los demás protagonistas en algún momento u otro, por diferentes razones y con distintos grados de énfasis le piden que renuncie a algunos de sus principios. Sin embargo Howard se mantiene incólume y no compromete su integridad. Esta es la escencia de la trama de la novela.
Un aspecto interesante e impactante de la personalidad de Howard es que, en contraste con las formas acostumbradas de los héroes típicos, no se lanza a explicar sus puntos de vista y por qué el mundo no es lugar justo por medio de largos y apasionados sermones y monólogos; todo lo contrario, Howard lo hace de forma desdeñosa, lacónica y altiva.
Hay que añadir, por último, que existe una versión cinematográfica de la obra, titulada igualmente El Manantial y dirigida en 1949 por King Vidor. Sus protagonistas fueron Gary Cooper y Patricia Ryan y el guión, minuciosamente controlado por Ayn Rand, y basado en la novela homónima, es una de las más estupendas adaptaciones. La película fue un éxito en su momento, en parte motivado por el hecho de que se convirtió en una lectura popular entre los soldados norteamericanos durante la Segunda Guerra Mundial.
Ayn Rand dedicó el libro a "la noble profesión de la arquitectura", escogiéndola por la analogía que ofrecía con sus ideas: La supremacía del ego, y el individualismo y el egoísmo como virtudes.
Este libro lo tengo en mi biblioteca y lo estaré posteando más adelante.