El mandil: ¿sobre o bajo la chaqueta?

Por Ritofrancesmoderno

Con la autorización expresa de Roger Dachez, presidente del Institut Maçonnique de France, posteo esta traducción propia de un documentado y sensato artículo suyo que trata de dar respuesta a la pregunta acerca del lugar de la indumentaria que debe ocupar el mandil masónico en Tenida. Agradezco al autor su lucidez y su gentileza. Les aseguro que van a disfrutar.

¿Hay que llevar el mandil por encima o por debajo de la ropa?

He aquí una pregunta recurrente que suscita -hay que reconocerlo- variados comentarios y jocosas hipótesis, tanto fuera como dentro de las logias.

Dichoso aquél o aquélla para quien la respuesta a tal pregunta sea evidente y pueda encontrarse sólo por la pretendida “lógica” que se atribuye al trabajo masónico. Decididamente, no estoy de acuerdo con este punto de vista. Incluso si el tema parece poca cosa -¡en efecto, lo es!-, es también ejemplar si lo consideramos unos instantes. La manera de tratarlo puede ser indiferentemente rigurosa o fantasiosa, como sucede con cualquier otro tema relativo a la masonería, en la que a menudo reina la bisoñería. Abordémoslo aquí como un tema “serio” y apliquemos un método probado: la aportación de pruebas históricas y documentales…

En primer lugar, ¿de qué mandil estamos hablando? Si nos referimos al del período operativo -¿cómo no comenzar por ahí?-, el mandil de los canteros sólo se parecía muy de lejos al de los modernos francmasones. Hecho de piel -¡no como los que, en nuestros días, se fabrican en “símil-piel”, ni, de hecho, como los delicados mandiles de los siglos XVIII o XIX, hechos de satén!-, era a la vez resistente y protector; por lo tanto, muy largo. De él conservamos numerosos testimonios iconográficos. Tales mandiles, de hecho, continúan en uso hoy día en los oficios de la piedra, así como en algunos otros, como los de la madera o la forja.

Canteros bávaros (comienzos del siglo XVI)

Pero las mismas fuentes documentales nos muestran también obreros que, manifiestamente, no portan ningún mandil, pareciendo la resistencia y grosor de la tela de sus ropajes tan buena como la protección conferida por el mandil. Ciertamente, se podría invocar la libertad del artista, que habría “olvidado” ese detalle indumentario, pero ¿cómo recusar igualmente la eventual exactitud de estas representaciones, vista su frecuencia?

Sea como fuere, Tour opina que los más antiguos masones “no operativos” ingleses lucieron estos mandiles. El más bello ejemplo -y uno de los más antiguos- se representó hacia 1736 en la famosa obra de Hogarth La noche, que describe el pintoresco espectáculo de un Venerable medianamente bebido, acompañado a su casa por un Retejador comprensivo.

En textos masónicos de principios del siglo XVIII encontramos otros grabados que ilustran la mitología operativa de la Orden masónica, y el gran mandil de cantero figura en lugar destacado. Se conservan mandiles de esta clase, algunos de cuyos ejemplares pueden ser admirados en el museo de la Gran Logia Unida de Inglaterra, en Londres.

Está claro que estos mandiles se ponen sobre la ropa, a la que protegen -así como a quien va de ella vestido- dada su gran capacidad de envolvimiento.

Pero a medida que nos alejamos de esta referencia operativa, los mandiles se van modificando de dos maneras: en primer lugar, se redujo su talla -de ropas de trabajo, pasaron a ser “decoración” de un masón. En segundo lugar, se fueron poco a poco ornamentando, ¡hasta llegar a sofisticaciones increíbles, y a las proezas de pasamanería del siglo XVIII francés!

Sin embargo hay que señalar que si el uso de los mandiles largos se abandonó en las logias azules, no desapareció totalmente de la práctica masónica. En el grado de Maestro Masón de la Marca, de origen británico, durante la ceremonia “de ascenso”, al candidato se le hace revestirse un tiempo con lo que los rituales ingleses llaman un “working apron”, es decir, simplemente un largo mandil de trabajo operativo, como el representado arriba. Evidentemente, dicho mandil, que envuelve casi todo el cuerpo, se lleva habitualmente tras haberse quitado la chaqueta…

Hablando del mandil “especulativo”, al consultar la iconografía se ve que si Inglaterra privilegió portar el mandil sobre la chaqueta, en cambio en Francia, o incluso en Estados Unidos en la misma época, variaron los usos. Finalmente en Escocia y en Irlanda, hasta nuestros días, ¡la “decoración” del masón se lleva siempre bajo la chaqueta!

Cuando la masonería pasa a Francia en el primer cuarto del siglo XVIII, no se dispone de documentos pero desde 1745 los célebres grabados atribuidos a Lebas nos procuran una documentación muy interesante sobre el tema. Una de estas planchas muestra que el mandil está colocado aparentemente sobre el traje, al menos en lo que se puede interpretar en las imágenes, y bajo reserva de la fidelidad del autor a los usos reales de las logias de su época.

Incluso en Inglaterra en pleno siglo XVIII, en 1735, se observan usos más diversificados: el Gran Maestro, puesto de frente, lleva su mandil bajo el traje, pero el personaje que se ve de espaldas nos muestra el cinturón de su mandil, consiguientemente llevado sobre el traje…

En Estados Unidos a finales del siglo XVIII, el famoso fresco que pone en escena a Washington colocando la primera piedra del Capitolio es inequívoco.

Esta forma de llevar el mandil bajo el traje se volverá a hallar en Francia bajo el Primer Imperio.

Los francmasones ingleses de nuestros días están muy dignos en las fotos de logias en las que, sea cual sea el grado, el mandil va siempre perfectamente ajustado sobre la chaqueta.

Es este el uso igualmente habitual en Estados Unidos, donde sin embargo no es difícil observar que la moda indumentaria de los Hermanos es ampliamente más casual -llamémosla “distendida”- que en Gran Bretaña, ¡es lo menos que podemos decir!

Si consideramos que son los Grandes Maestros quienes dan ejemplo -¡cómo dudarlo!-, entonces las tres Grandes Logias “Hermanas” -Inglaterra, Escocia e Irlanda- fijan sus usos oficiales.

El Gran Maestro Masón de la Gran Logia de Escocia

El Gran Maestro de la Gran Logia de Escocia

Tampoco olvidemos que en Gran Bretaña hay también mujeres francmasonas; sobre todo, en el seno de la Order of Women Freemasons, que cuenta con algunos millares de miembros. Los “Hermanos” -¡es así como se llama a las Hermanas en Inglaterra!- llevan el mandil sobre su vestido… pero añaden al conjunto una especie de sobrepelliz blanco -en inglés gown, que se puede traducir, según el contexto, por “bata”, “blusa” o incluso “toga”. Es fácil observar, en la foto de abajo, que esta bata abierta está hecha de un tisú blanco semitransparente que deja entrever… ¡el mandil!

Mujeres masonas inglesas

Volviendo a Estados Unidos, allí los usos son en realidad muy variados, como lo sugiere esta foto en la que, uno al lado de otro, ¡un Gran Maestro y un Venerable de logia no tienen, manifiestamente, el mismo dress code!

¿Qué pensar de todo esto? Simplemente una cosa: en este terreno, de nuevo la costumbre prevalece sobre el razonamiento. Se puede, efectivamente, “justificar” todo y su contrario.

Podemos afirmar, como algunos, que la chaqueta está sobre el mandil porque se trabaja “en mangas de camisa” y a continuación se pone uno la chaqueta. ¿Por qué no? Sin embargo hemos visto más arriba que esta distinción entre chaqueta y pantalón no tenía sentido alguno en una obra de la Edad Media, época en que la composición de la ropa era muy diferente. Se oye también decir a veces, tanto en Escocia como en Irlanda, que los operativos no se ponían chaqueta puesto que estaban trabajando, y que únicamente los especulativos (los Gentlemen Masons) la “añadieron” a la vestimenta del masón: una tesis largamente conjetural, rigurosamente no documentada y que muestra bastante el recurso a la tradición oral…

Se puede igualmente defender que desde que la masonería se convirtió en especulativa y el mandil en puramente “decorativo”, la apariencia es lo único que cuenta. Es necesario poder observar los detalles de este mandil y dejar a cada uno la posibilidad de descifrar todos sus símbolos, de los que se irá cargando, poco a poco, a medida que van siendo inventados nuevos grados.

De paso, no olvidemos tampoco que hacia fines del siglo XIX, justamente en la anteguerra, era habitual en Francia que un Maestro masón, fuera cual fuera su Obediencia, no llevara mandil: así pues, en esta época no se hacían esta pregunta…

Los ingleses de nuestros días respetan casi infaliblemente la regla del “mandil sobre la chaqueta”… ¡salvo excepciones! Y estas excepciones -que, ya se ha visto, son algo habitual entre irlandeses y escoceses- permiten subrayar otro punto: al final son las reglas de la elegancia las que dictan la solución.

Se trata de escoger:

  • O se lleva un traje formal, traje “a la francesa”, o ropaje de ceremonia (tipo “vestidura talar”), y poner un mandil sobre tal vestimenta produciría inevitablemente un feo efecto y de un completo mal gusto. En este caso el mandil encuentra su lugar natural bajo la chaqueta del traje. El uso frecuente de este tipo de traje en los siglos XVIII y XIX explica simplemente que a menudo se haya llevado el mandil “bajo la chaqueta”.

  • O bien se lleva ropa de calle clásica, lo que es lo más habitual en nuestros días, y llevar el mandil “por debajo” entraña una consecuencia que salta a la vista, si puedo decirlo: los faldones rectos (y más aún si se es un aficionado de la chaqueta cruzada) ocultan casi totalmente el mandil, salvo si se deja la chaqueta sin abotonar, ¡y aún así! Por lo demás, incluso en Escocia, donde la regla habitual es “mandil bajo chaqueta”, está especificado en los documentos escritos remitidos a los Hermanos que, si se lleva esa vestimenta, el mandil debe ajustarse preferentemente por encima, para que al menos su baveta sea visible. Si no, visualmente estimo que el efecto que se produce no es muy feliz, pero sigue siendo una cuestión de gusto. Una foto reciente, llegada de Irlanda, lo ilustra perfectamente.

Sin embargo, está claro que si llevamos, como los escoceses, el traje tradicional con el spencer, el kilt y la chaquetilla corta (perfectamente abotonada), con sus faldones cortados y acampanados permite que se vean sobradamente todos los detalles del mandil.

Se ve que el mandil ocupa entonces el lugar natural de ese atributo indumentario mayor del traje tradicional escocés, el sporran -el bolsito portamonedas-, generalmente muy ornamentado y por tanto muy visible.

Este detalle de una estatua recientemente realizada en memoria de Robert Burns, el poeta nacional escocés, laureado de la logia Canongate Kilwinning, lo muestra igualmente muy bien. Incluso con un traje de faldones largos traseros, por delante son cortos y el mandil aparecía así sin dificultad, aunque teóricamente fuera portado, según costumbre escocesa, “bajo la chaqueta”.

¡Por otra parte, acabamos preguntándonos si el persistente apego de Irlanda y Escocia -que aparentemente armonizaron sus prácticas masónicas en la segunda mitad del siglo XVIII- a esta costumbre no residirá esencialmente en su voluntad de desmarcarse a toda costa de los usos ingleses! Pero esa es otra historia…

Finalmente, la moraleja de este pase de modelos de elegancia masónica se acaba con pocas palabras. No hay ninguna necesidad de trabajosas referencias a pretendidos usos operativos. Todo delirio simbólico sobre el sentido de una u otra manera de vestir el mandil no tiene, igualmente, ningún valor.

La regla general es, pues, muy simple: ¡un mandil se ha hecho para ser visto!

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