Hacía tiempo que tenía pendiente esta entrada. Desde que no hace mucho asistí al último espectáculo del Circo de los Horrores, supe que antes o después tendría que sentarme a comentar tan singular experiencia, pero la verdad es que hasta ahora no había encontrado el momento preciso.
Antes de nada, cabe precisar que el Manicomio de los Horrores es una suerte de secuela fruto del gran éxito del primer show (llamado simplemente El Circo de los Horrores), dando así continuidad a un trabajo que está dando la vuelta al mundo (aparte de toda España, ya ha recorrido Miami y diversos países de Latinoamérica...)
En esta ocasión, la troupe del orensano Suso Silva nos traslada a un antiguo manicomio del siglo XIX, un lugar tenebroso y aparentemente olvidado donde la locura no tiene límites. Un espacio siniestro y de alto riesgo en el que conviven una inquietante familia de peligrosos perturbados y sus sádicos guardianes.
Coronando el decorado, hay un gran cartel que reza: "Aquí no son todos los que están, ni están todos los que son"...
Se me ocurre pensar que ahora mismo, quizás más de uno os estéis imaginando una carpa sucia y remendada con cuatro titiriteros de segunda ataviados con máscaras baratas de carnaval y haciendo el "gili" a diestro y siniestro... y debo deciros que nada más lejos de la realidad. Aquí me veo en la obligación de hacer especial hincapié en la enorme calidad de la atmósfera creada, ya que tanto atrezo, como maquillaje, vestuario e iluminación están realmente muy logrados, con poco o nada que envidiar a muchas producciones cinematográficas... y os aseguro que no exagero lo más mínimo (y si no echad un vistazo a las imágenes que ilustran este artículo). Si a todo esto le añadimos que las dotes interpretativas del elenco también me han parecido especialmente destacables, supongo que empezaréis a daros cuenta que esto es mucho más que "un circo cualquiera".
Pero... ¿entonces nos encontramos más bien ante una especie de obra de teatro, en detrimento de lo que sería la parte más circense?. Pues tampoco, queridos amigos. Si bien es cierto que el espectáculo está claramente concebido a caballo entre el teatro, el circo y el cabaret, os diré que no descuida un ápice ninguno de los tres aspectos. Probablemente en toda mi vida habré estado en más de una docena de circos, y puedo aseguraros que, para mi opinión, pocos (o ninguno) de los que he visto alcanzan la media del nivel de los números aquí presentados. Tanto en calidad como en originalidad de los mismos. Y lo bonito es que todos ellos son hilvanados con un guión común, que en ningún momento olvida el omnipresente trasfondo del manicomio.
Yo fui con unos amigos y estuvimos sentados en primerísima fila, a escasos centímetros de la pista y os aseguro que lo pasamos de miedo (y nunca mejor dicho). Nos carcajeamos docenas de veces (hasta casi rozar el dolor físico), y es que hay que decir que ese humor que despachan a granel no puede ser más gamberro e irreverente (vamos, el que a mí me gusta), interactuando con el público prácticamente en todo momento, algo que sin duda enriquece muchísimo el show.
En definitiva: dos intensas horas (que pasan volando), en las que terribles acróbatas, excéntricos malabaristas, inestables enfermeras sexis, ilusionistas chiflados, macabros trapecistas, monologuistas con alteraciones de la realidad, payasos degenerados, sonámbulas colgadas y equilibristas exhibicionistas arrastran al público a través del inquietante mundo de la locura.
Para no perdérselo. Avisados quedáis.
Suso Silva: si lees esto, macho, ya podías estirarte y regalarme un par de entradas, que acabo de hacerte una publicidad...