En El maquinista se nos presenta a Trevor Reznick, un tipejo con apariencia de cadáver andante que lleva un año sin dormir, y claro, esto le empieza a pasar factura. Después de un pequeño error en la fábrica en la que trabaja, un compañero suyo pierde un brazo por culpa de un despiste de Trevor. Comienza a ver a un extraño personaje llamado Ivan que tiene una mano deforme, y que parece que solo lo conoce Trevor. En su apartamento aparecen notas, que él no ha escrito, retándolo a jugar al ahorcado, una misteriosa palabra que irá desvelándose poco a poco. Comienza a desconfiar de las pocas personas con las que tiene trato. El sueño y la vigilia se mezclan en una pesadilla en la que nada parece ser real.
La película se desarrolla en un ambiente malsano en una constante tensión, hasta el punto de conseguir que temas incluso mirar una simple fotografía. Cierto es que el guión es artificioso y tramposo, algo mil veces visto en el cine y que a mí personalmente me parece a estas alturas casi insoportable. Pero está tan bien llevado que no tiene importancia. El director Brad Anderson mantiene a la perfección el pulso de la película, y sabe como manejar a sus espectadores por este mundo sin que resulte especialmente insultante una solución de este estilo, aunque el guión también ayuda, a pesar de los evidentes fallos consigue llevar los sucesos mucho mejor que otros que han intentado esto mismo.
En resumen El maquinista es una película tremendamente recomendable ya que está llena de grandes artistas haciendo un gran trabajo y consiguen un resultado realmente inquietante.