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2014 Coaching personal // Naturaleza
EL MAR COMO INSPIRACIÓN
El mar, sin duda alguna, es una fuente de inspiración, como siempre lo es la Naturaleza. Contiene todos los elementos necesarios para entender la vida. Las olas, su profundidad, su color, su fluidez, sus cambios, la relación con las orillas que lo circunscriben…
Siempre he pensado que mi relación más equilibrada con la vida nació en el mar, durante los años que navegaba como tripulación permanente en un crucero a vela, cuando era (más) jóven. Durante mucho tiempo tuve el privilegio de embarcarme cada fin de semana en un velero clásico de dos mástiles llamado “Stella Maris”, en el que aprendí a vivir la vida de otra manera y entender su significado profundo. Navegábamos los doce meses del año, por lo que me permitió conocer todos los estados del mar, desde la calma estival, hasta fuertes tempestades y el frío invernal, la noche y el día de un mar que, por momentos, cambia a cada instante…
El mar para mí entonces trajo lecciones importantes y eternas a mi vida, desde la humildad frente a su grandeza y impetuosidad, hasta la tolerancia para aceptar que él fluye sin importarle quien lo surca en un velero. Me mostró también la paciencia en aquellas encalmadas insufribles del verano, así como ante las aparentemente interminables y temibles tormentas en la que solo puedes esperar a que pasen de largo y vuelva la tranquilidad. Me mostró el sabor salado de todo lo que le rodea, ya sea el viento gélido o el mismo agua del mar. Me enseñó a mirar la tierra desde dentro, desde donde los problemas cotidianos se aprecian como algo minúsculo comparado con la inmensidad y, a la vez, profundidad del mar. También aprendí a mirar el encuentro del mar con la tierra firme, en forma de doradas arenas en las diferentes playas por donde pasábamos dejando huellas o la bravura de los acantilados, en los que las olas chocaban dando ricas y originales formas a las escarpadas rocas que parecían inquebrantables…
Y si el mar para mí es hoy el Alma y la tierra firme es el mundo cotidiando y real, ese encuentro que se produce es algo necesario y, a la vez, mágico, pues cambia a cada instante. Lo único que permanece es el fondo del mar, donde está la paz. Y el mar, como el Alma, es algo inmenso que hay que saber navegar y que te enfrenta en forma de olas, a una superficie cambiante y a ratos aterradora, cuando hay tempestad. También te das cuenta de que el mar es esa Alma que a todos nos une, aunque cada uno de nosotros no seamos más que olas singulares que tienen su específico momento para llegar a la tierra del mundo real que nos espera. Cuando ves, sientes y vives la vida como si fuera el mar, entiendes por fin lo importante que es fluir hacia la orilla, que no es más que nuestra vida en este mundo temporal y acojedor que nos espera a que lleguemos dejándonos llevar, con amor.