El mar infinito

Por Siempreenmedio @Siempreblog

He oído decir que, cuando el Covid-19 sea un mal sueño, proliferarán las novelas sobre el confinamiento. Tengo mis dudas, porque solemos necesitar lo contrario de lo que hemos tenido. Yo creo que los lectores buscaremos libros de viajes o historias en las que un paisaje infinito sea un protagonista más. He devorado la novela negra El último barco, de Domingo Villar, editado por Siruela. La historia me enganchó desde el principio, gracias en buena parte a la construcción de unos personajes que no son normales, porque, en la vida real, tampoco lo somos ninguno de nosotros. Pero lo que disfruté al máximo fue la presencia del mar. Fue delicioso imaginarme esa costa gallega, rebelde, con ese mar infinito, frío y acogedor a un tiempo, temible y liberador. Sí, echo mucho de menos el mar, supongo que como cualquier isleño. La primera vez que pisé una tierra sin agua en el horizonte, mi cerebro me engañaba y veía en las colinas, acantilados, y, tras las montañas, esperaba siempre encontrarme con el océano. Me costó mucho acostumbrarme a que, por muchos kilómetros que recorrieran guagua y tren, no aparecería la ansiada agua salada.

Así que sí, he disfrutado de una buena novela negra, protagonizada por Leo Caldas, que al parecer ya cuenta con dos libros anteriores de andanzas, pero reconozco que mi imaginación se ha bebido las estampas marineras y ha deseado, tras cada página, que de nuevo apareciera el influjo de las olas del mar, el salitre, los barcos. Una lectura liberadora para días de confinamiento que, además, está disponible en el catálogo de libros electrónicos en préstamo de EBiblio, no hay excusas para no sumergirse en las aguas gallegas que rodean esta historia.