El mar llegaba hasta aquí - Alex Pler

Publicado el 09 noviembre 2015 por Elpajaroverde
Perdidos. Así llegamos al mundo. Así continuamos nuestro periplo en él. Sin carta de navegación. Sin encontrar nuestra propia ruta. Surcando aquellas otras mil veces trazadas que nos llevan a lugares comunes pero que no reconocemos como propios. La vida no tiene libro de instrucciones, pero si tiene un código no escrito que todos aprendemos demasiado rápido. Hay que vivir en pareja para ser feliz, hay que tener un trabajo estupendo (a ojos de los demás, claro), vivir en una bonita casa (y si además es de nuestra propiedad mejor que mejor). Y en eso nos afanamos y se nos va la vida. Ponemos tanto ímpetu a veces en ello que se nos olvida que el camino es parte del viaje, y tras esa inversión de tiempo y esfuerzo perdida de antemano solo nos queda una sensación de fracaso. En el inmenso mar que es la vida hay que saber nadar, pero a veces también es conveniente saber dejarse llevar, que el agua fluya a nuestro alrededor. A veces es la única manera de dilucidar hacia dónde queremos ir, qué nuevas rutas de navegación hay que emprender que sean solo nuestras y que no nos vengan dadas. No hay tiempo más perdido que el que perdemos buscando sin saber lo que buscamos.
"Tenía mucha sed y también tenía hambre, y tenía que ir al lavabo, y tenía un libro sobre la mesita, y tenía picores en los tobillos, y tenía ganas de decir muchas frases y unas ganas locas de sexo, y tenía un cuadro en mente que ya nunca podría pintar, y tenía tantas cosas justo en ese lugar, donde ya no tenía nada."

Portada de El mar llegaba hasta aquí

Perdida. Así me encuentro yo en esta novela. La ruta para llegar a ella me vino dada, "El mar llegaba hasta aquí" es uno de los nominados al Premio Guillermo de Baskerville al mejor libro independiente organizado por la web literaria Libros Prohibidos del que en esta edición formo parte del jurado. Pero una vez que llegué a las páginas de este libro no he sabido conducirme en él, apenas unas brazadas sin saber adónde dirigirme, tan solo para contrarrestar el no haber sabido dejarme llevar, el no encontrar mis lugares propios. No sé adónde voy, no sé adónde tengo que llegar, y no es que esto sea algo que me importe demasiado cuando leo un libro, pero es que tampoco sé dónde estoy. Perdida. Estoy perdida.
"-Habla, ¿qué quieres? Porque quieres algo. Siempre queréis algo.-Pues sí. -Me aclaré la voz-. Quisiera despegar ya, por favor. Supongo que necesitaré un cohete.Dejó el vaso sobre la mesa, para alegría del cuervo. Se ajustó las gafas por el puente de la nariz y después por las patillas. La lentes brillaron un momento. Y él soltó una risotada.-Al final todos acabáis pidiendo lo mismo. Qué poca originalidad.Pensé que me lo denegaría. En vez de eso, el Director mandó entrar de nuevo a los hombres enmascarados y les hizo una señal. Me llevaron en coche hasta un desguace. Ahí uno de ellos abrió la puerta y otro me dio una patada. Caí en medio de muchos bultos oscuros. Me hice daño en la rodilla, pero no me quejé.-Constrúyelo tú mismo -ordenó el tercero de los hombres."
Leo es el protagonista indiscutible de la novela de Alex Pler. Tras la reciente ruptura con su novio Pedro, Leo decide poner distancia de por medio y cambia Barcelona durante unos días por la ciudad de Granada. Allí conoce por casualidad a Adán, un chico madrileño del que se enamora rápidamente. Tras volver a Barcelona y comprobar que no consigue olvidarlo, Leo decide ponerse en contacto con él. Inician una relación descompensada de idas y vueltas en la que Leo buscará un amor que Adán no le puede dar.
Leo es de esas personas que se entregan demasiado, que se anulan a sí mismas para complacer a los demás. Eso a la larga pasa factura, y Leo aún no ha asimilado la ruptura con Pedro cuando ya se vuelca por completo en su relación platónica con Adán. Leo busca amor aun cuando reniega de él, aun cuando va de soltero independiente y liberado que disfruta de relaciones esporádicas sin necesidad de ir más allá. 
El estilo narrativo de Alex Pler parece ágil a priori porque da la sensación de que ocurren muchas cosas en muy poco tiempo. Sin embargo, en seguida nos damos cuenta de que en realidad está pasando siempre lo mismo: una incursión tras otra en los locales de moda de 'ligoteo' en busca de sexo rápido y fácil. Pierdo la cuenta de las salidas de Leo. El resultado, siempre el mismo, si no consigue sexo sensación de fracaso, si lo consigue sensación de vacío.
Las relaciones entre los personajes se construyen en base a excesivas referencias culturales. Pierdo nuevamente la cuenta de las canciones, películas o series de televisión que cita el autor en sus páginas. La complicidad entre dos personas debe ir más allá de esas referencias y al autor se le olvida también hacer al lector partícipe de esa complicidad.

Aterrizaje en la luna. Fotografía de Roberto Latxaga

El mundo de Leo es igual al nuestro pero con una salvedad. Llueve mucho. No deja nunca de llover. Lleva tanto tiempo lloviendo seguido que entre acera y acera se forman riachuelos con un ecosistema propio de peces y habitantes marinos. Las plazas son lagos. Me gusta esa imagen. Tiene algo lírico, poético. Me gustan también algunas frases del autor, pero quedan diluidas en el resto de la prosa y no consiguen suficiente brillo salvo algún pequeño diálogo con una fuerza superior al resto. Me falta una ambientación más acorde para tanta lluvia, que consiga hacerlo realmente creíble y que nos sumerja en ese mundo que crea Pler. O tal vez el autor haya querido prescindir de ella a propósito, como muestra de la pasividad de los habitantes de las ciudades ante tal desastre climatológico. No lo sé.
Hay cohetes surcando ese cielo gris. No se trata de una misión espacial, se trata de ciudadanos anónimos tratando de ir más allá de la tormenta o buscando el modo de que esta no se desate. Todos estos elementos digamos de ciencia ficción o distopía, se mantienen en un segundo plano durante gran parte de la novela, pero en la última parte de esta asumirán un papel coprotagonista junto con el propio Leo.
Se agradece este giro en la trama porque los escarceos de Leo ya no daban para más. Y realmente le veo potencial a ese mundo apocalíptico que ha de reinventarse para subsistir, pero se me queda en eso, en una promesa. El cambio es tan abrupto y quedan tantos cabos sueltos que este cambio de tercio tampoco me termina de convencer. Hace falta trabajarlo más. Tampoco estoy segura de qué pretende decirnos el autor con todo esto. Intuyo que es una extrapolación de la propia historia de Leo a nuestra sociedad, a la globalidad del mundo. Porque sí, al final la historia de Leo me queda clara.
La  vida no tiene libro de instrucciones y los libros tampoco deberían tenerlo. Cuando el propio autor ha de explicarnos en su novela de qué va su historia mal vamos. Los personajes y la trama han de hablar por sí solos y es el lector quien debe ir sacando conclusiones. Las historias se construyen siempre entre escritor y lector. En esta historia no he podido poner mi parte. Veo buenas intenciones, pero le falta, le falta... y también le sobra. Tan perdida estoy que en este caso no me queda más remedio que agradecerle a Alex Pler que haya iluminado la puerta de salida de su novela para que yo pudiera comprender en parte qué nos quería contar. Así que salgo por esa puerta pero me encuentro nuevamente varada en la orilla en la que inicié esta lectura. Esperando a ver si alguien me ilumina también el 'aquí' del título para poder dirigirme a él y que el mar me llegue. Resacoso, como una tímida ola casi sin fuerza, como un tsunami, como él quiera, pero que llegue. Tanto agua y yo tan seca.
"-¿Nunca -preguntó- has pintado un cuadro feo?-¿Cómo feo?-Feo, sí. Con la intención de serlo. Yo qué sé: casi todo negro...-El negro me gusta. Es un color bonito. Estéticamente.-...o trazos torcidos, gruesos, de esos que se notan hasta los pelos del pincel. Un cuadro en el que des lo peor de ti. Que lo veas terminado y pienses: qué horror.-Nunca. Me gusta mejorar. Saberme capaz.-Por eso te lo recomiendo, Leo. Para saber hasta dónde puedes llegar, para conocerte del todo. Como en Cisne Negro. Yo no supe que de verdad me gustaba mi música hasta el día que logré componer lo más espantoso que te puedas imaginar, puro ruido, mezclé de todo, saturé instrumentos. ¿Quién querría escuchar ese espanto? Pero lo grabé. Aquello sí, ¿entiendes? Otras obras ni siquiera las memorizo: las toco, me emocionan, y ya está. Pero esta aún la conservo. La escucho de vez en cuando y me digo: puedo. ¡Puedo! Estoy vivo."

Peces por pesos. Fotografía de Cristina Valencia


Ficha del libro:
Título: El mar llegaba hasta aquí
Autor: Alex Pler
Editorial: autoeditado
Año de publicación: 2015
Nº de páginas: 306 
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