Llegó gritando y riendo. Espabiló a los más vagos del planeta. Argumentó contra la hipocresía y el cinismo. Desató las iras de los acomodados, de los poderosos, del sistema ilustrado que lo encajonaba. Y era un violador. Y menudo violador.
El más simpático, patán, vago y sucio Jack Nicholson. Y lo bordó. Y nos dijo que en todo lo que se supone malo hay bueno, y en lo que se supone bueno hay malo. Y nos hizo reír. Y llorar.
Y toda la camarilla de estupendos locos que lo secundan merecían compartir con él la preciada estatuilla.
Y nos hicieron creer por un instante que eran doctores en medicina. Y nuestra malvada y vomitiva enfermera en el fondo da más miedo y pavor que cualquier pelandusca de alguna peliculilla de terror.
Milos Forman dirigió con brillantez, alternando primeros planos con medios de una exquisitez que no tiene nombre. Y lo acompañó la música, los diálogos, el montaje, el final y el jefe.
Porque nos encanta el jefe...