Lucía Puenzo sabe que una imagen vale más que mil palabras, y aunque a éstas se las lleva el viento con bastante frecuencia, tampoco olvida que, lo que escrito, escrito queda. Así que me imagino a la brillante, sensible, exquisita e inteligente escritora, guionista y directora argentina decidiendo no imponerse límites y realizar ambas actividades.Cinco novelas hasta esta fecha, como cinco soles (El niño pez, 2004; Nueve minutos, 2005; La maldición de Jacinta Pichimahuida, 2007; La furia de la langosta, 2009 y Wakolda, 2011, origen de esta película) y tres películas, como los tres cerditos, sabrosos y redondos (XXY, 2007, brillantísima reflexión sobre la identidad; y dos años después, El niño pez, que me dejó sin aliento). Tras esta introducción, salta a la vista que Cine invisible estaba deseando comentar lo último de Lucía Puenzo. La directora sabe que en el cine, como de hecho también en la novela, mucho es cuestión de ambiente. Y haberlo, lo hay y mucho en su película. Eva (Natalia Oreiro), su marido Enzo y sus hijos deciden viajar por la Patagonia hasta Bariloche. Allí esperan abrir un hotel de la familia junto al impresionante lago Nahuel Huapi. Su vecino, un hombre discreto, que parece más examinar que mirar o grabar más que escuchar, les pide si puede acompañarles en la larga y peligrosa travesía de la carretera de la Patagonia de los años 60. Este vecino, tan amable como distante, gira alrededor de la familia. Observa, se integra poco a poco y acaba por fundirse en las costumbres y hasta en el hotel, como primer huésped, de la familia. Este personaje, encarnado a la perfección por Alex Brendemühl, es de esos tipos miran y dan un mal rollo indescriptible. Correcto en todo momento, educado hasta pisándole un juanete, amable hasta la irritación, nadie puede escapar a esa sensación de vigilancia, interés malsano e intenciones oscuras que sus buenos días mañaneros despiertan en casi todos los miembros de la familia. La película posee ese ambiente de inquietud que se transmite en la sala e invade la epidermis de los espectadores.Tensión y muñecas, puesto que la afición del padre de familia acabará transformada en negocio gracias al inquilino invasor. Y es que este hombre lo tiene todo, carisma, inteligencia y dinero. Demasiado bueno para ser verdad, ¿o no? Una historia que ya ha sido seleccionada para representar a su país en los Oscar y que augura un sinuoso, inquietante y, sobre todo, largo camino a esta producción.Propongo que si alguien descubre las verdaderas intenciones o identidad de este médico de familia, sea agraciado con el visionado íntegro del cine de calidad escogido por nuestro Ministerio de Hacienda. No sólo las muñecas de plástico tienen un corazón de metal. Nosotros también podemos ser muy crueles.