El mejor final

Por Cogito

El 25 de Diciembre estaba sentada presidiendo la mesa en el restaurante donde solemos celebrar la comida de Navidad; ejercía como una auténtica matriarca aunque con algunas facultades mermadas por la edad y como tal era reconocida.

Tres semanas después, sedada en la habitación 916 de la segunda planta de un hospital, sin ningún tipo de sufrimiento, llorada presencial o telefónicamente por todos los suyos.

Era la madre de la mujer con la que estoy casado desde hace 47 años. Tenía 93 años, 4 hijos, 9 nietos y 14 bisnietos, que no es mala siembra, mal legado. Y, aunque esté feo decirlo públicamente, se trata de muy buena gente.

El grado de emotividad que he visto, especialmente en sus nietas, es algo que no se puede olvidar.

Descansará en paz porque lo ganó sobradamente.