Revista Viajes

El mejor mirador de Madrid: Parque de las Siete Tetas

Por Mundoturistico

Hace tiempo, hablé ya en el blog de una forma de superar la necesidad de viajar: ser turista en tu propia ciudad o provincia. Aunque muchas de las veces eran actividades que coincidían con tomar algo con un amigo o ir a ver una exposición, que se pueden considerar propias de tu día a día. Pero la última que ha hecho me ha recordado más al ambiente y ritmo de mis viajes: conocer el cerro de Tío Pío, popularmente conocido en Madrid como el Parque de las Siete Tetas. Aunque no fui sola -aproveché que tenía una amiga de Vallecas, donde está situado el parque, para avisarla y dar con ella un paseo por la zona-, el único objetivo del paseo por fue hacer fotos y contemplar el paisaje, intentando hablar con alguna persona de la zona y ver el atardecer. Pero sobre todo, alejarme de Madrid para tomar distancia. Contemplar las vistas de la urbe como si estuviera en ella y a la vez, estuviera fuera. Viajera y lugareña al tiempo. Fue una grata experiencia.

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Para llegar al Parque de las Siete Tetas hay que ir al Metro Buenos Aires, cerca del final de la línea 1 (azul claro). No será difícil llegar, pues al bajarse del metro, se verá ya un trozo del parque. Si por alguna circunstancia no lo ves, hay justo delante un Alcampo, pero pregutando, tampoco tendrás pérdida. Hay zonas de paseo y en mitad de ellas, las colinas que por su forma han sido renombradas como tetas. La inventiva popular no tiene límites. En lo alto de los promontorios, se obtienen unas maravillosas vistas de la ciudad: una vista de 180 grados que nos permiten tener una genial panorámica de lo más importante de la capital. Podemos reconocer desde la zona de Méndez Alvaro, atisbar las cúpulas de los edificios del centro histórico de la ciudad y al final, el Pirulí.

Las vistas son realmente maravillosas, solo comparables con las del Templo de Debod porque estas dan acceso también a edificios como el Palacio Real, de lo más impresionante que tiene Madrid. Pero como visión de conjunto, estas no tienen parangón. Por eso, lo he catalogado como el mejor mirador de Madrid. Además, desde cada “teta”, podremos obtener vistas muy diferentes.

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Lo ideal es llegar al atardecer, o un rato antes, para poder sentarte tranquilamente y ver la caída del sol. Yo por horarios llegué cuando el espectáculo ya estaba empezando y como siempre, me pudo el ansia y no paré de hacer fotos. Claro que hoy, viendo cada una de las instantáneas, también lo agradezco. Poder volver a vivir ese momento. Y tampoco se me ha olvidado el atardecer. Los diez minutos en que el sol se despide y quieres que no se vaya -aunque en el fondo lo entiendes perfectamente-. Después del viaje a Indonesia, no había vuelto al ritual de ver caer el sol y solo me di cuenta de lo mucho que lo echaba de menos en el momento de hacerlo. Bendita pereza que nos paraliza a veces.

Después dimos un paseo por lo que es el parque, viendo a jóvenes bailando, parejas abrazadas, amigos disfrutando del momento, mayores jugando a la petanca, haciendo ejercicio o a familias paseando con sus hijos o nietos. Al final, el lugar es un parque de barrio donde los turistas brillan por su ausencia. No sé si alegrarme o entristecer. Siempre me ha gustado que otros puedan disfrutar de los lugares que yo descubro, pero por otro lado, es bueno que los parques no se saturen y puedan servir a su función: la de esparcimiento para los vecinos.

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Se nos hizo de noche, pero también es bonito ver la gran cantidad de luces que se encienden por la noche e imaginar la cantidad de historias que hay detrás de todas esas paredes. Es algo que siempre me ha encandilado de las ciudades.

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Nos paramos en un monumento que luce en la zona central del parque, haciendo fotos con un niño de dos años como protagonista. La mujer, que reconoce ser su abuela –¡parecía su madre!- es vecina del barrio y habla amablemente con nosotras. Nos cuenta el pasado del barrio, que antes servía como escombrera. Es difícil imaginar que un lugar con tantísimo encanto fuera pensado en inicio como lugar donde van a parar desperdicios. ¡En qué estarían pensando!


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