Hoy por la mañana mi chico lo ha leído antes de irse a trabajar… Hemos salido los dos de casa tan contentos, hemos desayunado, nos hemos dado un beso de despedida, yo he cogido el metro, el tren, el metro ligero (si, amiguitos, trabajo en la otra punta de la ciudad y hago todo tipo de transbordos, solo me falta coger el avión y el globo aerostático) y he llegado a mi curro… Como buena trabajadora asalariada española, lo primero que he hecho cuando el ordenador se ha encendido ha sido abrir mi Facebook y… ¡ohhh sorpresa!… veo dos mensajes de mis compañeras, a la par que amigas, Isabel y Chelo preguntándose qué había pasado con mi maravilloso post… ¡¡¡¡SE HABÍA BORRADO, POR COMPLETO!!!! Y sin que ninguna de nosotras haya tocado un solo botón… Arrrggggggggggggg!!!!…
Pues eso, que al ordenador, el servidor, el software o como sea que se llame el que decide esto, no le había gustado mi post y ha decidido eliminarlo… Así que ahora estoy rumiando mi desgracia y compartiéndola con todos vosotros…
Y esto me hace pensar… Esto me ha ocurrido con un post que al fin y al cabo no va a ninguna parte (de hecho lo tengo en el ordenador de casa y puedo recuperarlo en otro momento) pero, ¿hasta que punto somos dependientes de las nuevas tecnologías? ¿Qué pasaría si algún día se produce un fallo masivo informático, si en un aeropuerto o en un banco o algo así fallan las conexiones? Con el dichoso volcán ya nos dimos cuenta de lo frágiles que somos frente a la naturaleza, pero ¿se puede concebir en la era en la que vivimos que nuestra tecnología falle o desaparezca? Los pelos como escarpias se me ponen, oye…