Es el sistema educativo más prestigioso del mundo, sistemáticamente situado en los primeros puestos del ranking por excelencia, el informe PISA que elabora la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico).
Hablamos de un país en el que el 71% de sus 5,3 millones de habitantes obtiene un título universitario, siendo sus licenciados especialmente prestigiosos en sectores como la ingeniería y la arquitectura, y que cuenta con un muy sólido sistema de formación profesional, que permite elegir entre 75 títulos básicos que pueden cursarse tanto en institutos como en centros de trabajo, mediante un contrato de aprendizaje, y que capacitan para entrar en estudios de grado superior. Quizá, como dice Eva Hannikainen, agregada cultural de la embajada de Finlandia, ya que su país carece de recursos naturales, sus habitantes saben mejor que nadie que la formación es la mejor riqueza del país.
Gran valoración de la figura de profesorEl tercer elemento significativo con el que cuenta el sistema finlandés es, según Marina, el trabajo integrado de todos los estratos del sistema educativo. Mientras que en España los niveles de enseñanza están completamente separados (“primaria y secundaria no trabajan juntos y secundaria y la universidad no lo hacen en absoluto”) allí están acostumbrados a organizar el sistema educativo como un todo, “por lo que la colaboración para mejorar los planes de estudio es muy grande”.Pero, sin duda, el aspecto más relevante es la gran valoración que recibe la figura del profesor. Aun cuando su sueldo medio, alrededor de los 3.400 euros, no sea elevado, el prestigio que posee en la sociedad finlandesa hace que dicha profesión sea una de las más solicitadas por los estudiantes. Como relata Eva Hannikainen, son admitidos en las facultades menos del 10% de los aspirantes, “y eso que hablamos de una carrera de 5 años (en España son 3), que requiere de una formación muy exigente, y que no es nada fácil, ya que se les está preparando para que se conviertan, más que en profesores, en expertos en educación”. A pesar de los teóricos inconvenientes, señala Marina, “los alumnos más brillantes suelen dedicarse a la enseñanza infantil, a la que se considera la etapa decisiva para que el resto del proceso educativo sea bueno”. Lo que prueba que, “además de la vocación, influye mucho en la elección de las profesiones el prestigio social. Por eso es tan estúpido que en España hayamos sustraído todo prestigio de la figura del profesor”. El elemento final que asegura el éxito del sistema finlandés es que está imbuido de “un sentido de la responsabilidad y del esfuerzo que no tenemos nosotros. Se trata de algo que está mucho más presente en las culturas de origen protestante, más exigentes que las mediterráneo-católicas”. Sin embargo, también resulta altamente significativo que este sistema educativo tan sólido “no resuelva los problemas de socialización de niños y adolescentes máxime cuando el índice de suicidios es muy alto”. Para Marina, la clave probablemente esté en que “se deba compensar esta eficacia educativa formal con una mayor formación en temas como la educación afectiva o como la educación en la familia. En estudios que estamos realizando vemos cómo las escuelas y las familias apenas se relacionan”.