Protagonizada por Leo Harlem, Toni Acosta, Maggie Civantos y Jordi Sánchez... la premisa se centra en Curro, un hombre que fue padre pasados los 45. Casado con Daniela, tiene una vida normal, de clase media apurada. Los dos trabajan: Daniela en una fábrica de artesanía (la fábrica no es boyante, pero Daniela es buena en lo que hace); Curro en lo que puede hasta que consigue, con sus dotes de persuasión, convertirse en un gran vendedor a domicilio (siempre y cuando sea un domicilio conocido).
Cuando a Curro le van bien las cosas lo gasta todo en su familia. Una televisión mejor, la última vídeoconsola… Pero su familia no quiere eso. Quiere verlo, estar con él, tenerlo cerca. Cansada de tantos gastos y de tanta obsesión por lo material, agobiada por las noticias de venta que acechan a su empresa, Daniela no puede soportar que Curro haya comprado todo eso a crédito, un crédito que ahora vienen a cobrarles. Daniela se va a casa de sus padres con Nico y le pide a Curro que se separen. Ella no quiere hacerle cambiar, pero tampoco puede seguir así. Curro no es todavía consciente de lo que pierde, quiere a Daniela, adora a su familia, pero se convence de que con dinero volverá a conseguirlo todo. Se niega a que Nico visite el cuchitril en el que se ha visto obligado a vivir y le promete, en pura patada hacia delante, compensarle pasando unas largas vacaciones juntos en un lugar maravilloso siempre y cuando mejore sus ya buenas notas.
En los últimos años, la paternidad y la maternidad han cambiado mucho. Algunos dicen que es por la aparición de nuevas familias que ya no son tan nuevas: divorcios, separaciones, hermanos de distintos padres, así como segundas y terceras vueltas que acaban en ‘arrejuntamientos’ de todo tipo. Otros culpan al teléfono móvil: padres cada vez más distraídos y más adolescentes de hijos que pasan mucho tiempo solos (y más tiempo aún conectados). Y luego están los que alegan que la sociedad es lo que realmente ha cambiado, que antes los hijos intentaban contentar a los padres y que ahora son éstos los que se desviven por complacer a sus hijos, por caerles bien, por seducirles… Sin embargo, hay un par de cosas que no cambian. La primera, que los padres saben más por viejos que por padres y no pueden evitar soltarles a sus hijos esa frase que todos hemos odiado y todos hemos dicho: “¡Te lo dije…! Te dije que pasaría esto, pero como no escuchas…”. La segunda que no hay nada como la relación entre un padre y un hijo. Nada que un padre (o una madre) no esté dispuesto a hacer por sus hijos. Eso y que todo se vive mejor con humor.
Se trata de una película que aborda los grandes temas de la sociedad actual: el individualismo vs el compromiso, el egoísmo vs la familia, lo intangible vs lo material, la honestidad de quién soy vs las apariencias, la educación de los hijos (desde el ejemplo, desde el respeto, desde el amor, desde la verdad, desde el la protección…), la asunción de responsabilidades, el amor verdadero (decir y demostrar que quieres aunque te digan que no). Por ejemplo: