Lo que es innegable e incuestionable, y ahí hay que rendirse, es su liderazgo y que sea la locomotora de un equipo que gira entorno a la luz que irradia. Ahí no hay lugar a dudas sobre quién tira los penaltis o sobre si alguien osa sacar los pies del tiesto de la normalidad grupal y privada de las 4 paredes de un vestuario.
Los códigos creados y asumidos por el grupo no son vulnerados a capricho, por moda, chulería o cualquier otra cosa que le venga en gana a ninguno de los integrantes del mismo. La jerarquía queda bien identificada, entrenador, jugadores y objetivos.
Soy estudioso de su trayectoria y su respuesta en los partidos y es de justicia decir que las mil batallas le han hecho ser un entrenador más completo y experimentado.
La guinda de su pastel está siendo cómo encara las derrotas a partir del reflote de esperanza y superación para el próximo envite. Ejemplos como las 2 finales de Champions perdidas o el reciente partido ante el Chelsea donde manifiesta sin tapujos la superioridad de su rival como buen deportista que se precie, práctica penosamente olvidada al menos en el fútbol, son significativos de la dosis de deportividad que adolece este deporte.
Me quedo con la reflexión final de que los entrenadores, a lo largo de nuestra trayectoria, ganaremos y perderemos más o menos, unos tendrán más éxitos y otros menos pero lo que quedará grabado en el fútbol y los futbolistas es tu mensaje y cómo lo has trasmitido. En eso el Cholo es de los mejores del mundo.