El mercado, el gran ideólogo del capitalismo, cultiva la estupidez

Por Bayo
«A medianía de cuadra de una concurrida arteria de Berlín, han reconstruido el famoso Checkpoint Charlie, una de las puertas del otrora Muro que dividía en dos a la ciudad. En un edificio cercano, un anuncio gigante ocupa toda la fachada: Be stupid, la "recomendación" es el slogan de la campaña. Pero el mensaje es más elaborado: "smart may have the brains, but stupid has the balls" (el listo, o el inteligente, puede que tenga cerebro, pero el estúpido tiene pelotas o huevos). Es una foto en la que aparece una muchacha que muestra sus senos a una cámara de vigilancia de un muro (puede ser el muro de una cárcel o simplemente el de una mansión privada, o quizás —y es lo que sugiere el mensaje, en su contexto berlinés—, el desaparecido Muro). El gesto es divertido e irreverente, pero no expresa alguna opción de vida, mucho menos una ideología explícita. En letras pequeñas, a un costado, aparece la marca que ha adoptado el extraño slogan: Diesel, fabricante —entre otros productos—, de pantalones vaqueros. Los destinatarios son naturalmente jóvenes. Sé estúpido, claro, no se traduce literalmente. Significa que seas "loco", irreverente, que encauces el exceso de adrenalina, la innata rebeldía juvenil en actos de desacato, en excesos de descomprometimiento o de irresponsabilidad.
Que el mercado incite y conduzca la rebeldía juvenil es altamente sospechoso. Busqué en Internet otras imágenes de la misma campaña publicitaria; los mensajes son diversos y apuntan en la misma dirección: "El listo escucha a su cabeza, el estúpido (es decir, el irreverente, el loco) a su corazón", "El listo planea, el estúpido improvisa", "El listo tiene planes, el estúpido historias (que contar)", son algunos de ellos. En una ciudad como Berlín, que es un museo del anticomunismo a cielo abierto, cada exhortación a la trasgresión en los jóvenes tiene el mismo punto de partida y de llegada: el cuerpo humano. La muchacha de la foto no tiene otra cosa mejor que oponer al imaginario o real Poder de un muro que sus senos desnudos y unos buenos y aparentemente gastados pantalones Diesel. Es una rebeldía que el mercado respalda con entusiasmo: el cuerpo se abastece en los grandes centros comerciales (donde puedes encontrar todo el exotismo, toda la "variedad" que aporta la moda) y transforma el consumo en un espejo mágico complaciente; sí, eres único. Son imágenes que recuerdan al París de 1968, que lo evocan en sus maneras exteriores, pero que lo traicionan en sus contenidos reales.
El mercado es el gran ideólogo del capitalismo. No explica nada, elude los razonamientos, detesta a los listos, cultiva la estupidez. Diesel manipula la rebeldía juvenil por caminos ciegos, pero se nutre de ciertas tendencias psico-sociales de fin de siglo. Me recuerda un texto muy breve, casi programático, de José Manuel Prieto, un relativamente joven escritor cubano que se radicó en Miami:
"Esto es lo que había querido mostrar Guillermo Cabrera Infante —escribe orgulloso de su descubrimiento—; los hombres a salvo en el reducto de su piel; anteponer lo personal, la motivación que puede ser tildada de frívola y egoísta, pero que cuenta con la gran ventaja de ser tuya y de nadie más. (...) Ocurrida mi feliz conversión a Homo frívolus, yo, que quería escribir novelas, abandoné sin vergüenza la meta de la ‘Novela de la Revolución’, de la NOVELA. ¿Qué se había alcanzado por esa vía? Nada o casi nada. (...) porque la respuesta es mucho más sencilla: no hay tal, no existe la vida más allá de esta vida. (...) Tránsito hacia lo frívolo, o lo que es lo mismo, hacia lo humano: los grandiosos objetivos de la época rebajados a pequeñísimos goces actuales; un presente hinchado de significados, vasto, disfrutable en todos sus resquicios" (José Manuel Prieto: "Nunca antes habías visto el rojo", en Cuba y el día después, Mondadori, selección de textos e introducción de Iván de la Nuez, Barcelona, 2001)
Para este novelista, Estados Unidos difunde "la cultura del disfrute del presente, de lo lúdico", mientras que los rusos (los soviéticos), "más pesados y fundamentalistas, exportaron un ascetismo de corte religioso, una severidad escatológica", a la que halla explicaciones oscuras. En la misma línea de pensamiento se mueven otros ideólogos, como Antonio José Ponte, que establece el año 1959 como límite para dos épocas históricas: un antes signado por la Fiesta; un después aburrido, demasiado serio (La fiesta vigilada, Anagrama, Barcelona, 2007). Recuérdese un dato esencial: las Revoluciones, todas, se vuelven obsesivas en cuanto a la superación de las masas; alfabetizar y promover el estudio, es imprescindible para entender el sentido y la necesidad de las transformaciones. Al capitalismo no le molesta el analfabetismo real o funcional de los sectores más humildes; no convence con razones, sino con imágenes».

Enrique Ubieta Gómez
[Extracto de su artículo Sé estúpido]

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