Mr Potato fue un juguete muy popular, tal vez porque era muy simple o porque lo aguantaba todo. El concepto no podía ser más sencillo: una patata a la que se le cambiaban los rasgos.
Pienso que el mercado laboral es así hoy día. Existen piezas claves y piezas intercambiables. Y cuando hablo de piezas claves no digo que no se puedan sustituir, sino que cuesta más cambiarlas.
Del mismo modo, si se perdía una boca de Mr Potato se le ponía otra, pero si se rompía la patata, había que comprar un nuevo juego.
Llegamos entonces a un mercado laboral a dos velocidades, el del empleo super-culificado con contratos laborales estables y remuneraciones aceptables y el empleo intensivo, cuyas remuneraciones van en función de la cantidad de mano de obra disponible.
Todo esto viene de una realidad dura, cada vez somos más y cada vez necesitan menos para producir lo mismo. Resulta curioso si pensamos que se ha planteado un mundo en el que la ocupación decrece pero cuyo crecimiento se quiere mantener a costa de un consumo creciente. Y ahí, para paliar esta descompensación, fue donde entró el crédito barato, casi regalado.
Hasta que hubo que pagarlo, entonces nos encontramos con un mercado laboral de Mr Potato en el que muchas piezas ya no hacían falta.