El miedo

Publicado el 27 septiembre 2010 por Romanas
Hace ya algún tiempo, expuse allí, en el blog de Saco, mi teoría sobre lo que llamo “terrorismo verbal”.
Uno de los sentimientos que mejor gobiernan la conducta del hombre es el miedo, que la Academia define como “ Perturbación angustiosa del ánimo por un riesgo o daño real o imaginario y recelo o aprensión que alguien tiene de que le suceda algo contrario a lo que desea”.
Hay un miedo muy curioso pero efectivo, aquel que se produce frente a un riesgo que, contemplado en abstracto, se considera inexistente. El miedo a que te insulten, a que te persigan soezmente aunque no pueda constatarse realmente tu verdadera identidad.
Éste es el miedo que trato de exponer aquí y lo he llamado, refiriéndome a los habituales en el  blog de Saco, “terrorismo verbal”.
Aquella mafia, como una buena mafia que se precie, tiene sus matones oficiales, gente que se cree en posesión de una gracia más o menos andaluza.
Son gente no ya que presuma de izquierdas es que se autoproclama como la única izquierda existente. El otro día, Vogler nos decía que se había ido la 1ª vez del blog de Saco porque alguien le había negado su derecho a hablar desde la izquierda y esto a él, cuya identidad teóricamente se desconoce, lo acobardó y se fue.
Pero hay allí, a miles, mucho peores casos que éste, a Vogler simplemente se le dijo “y v. qué títulos tiene para venir a aquí a hablar de la izquierda, qué ha hecho v. real y oficialmente para que aquí le concedamos su derecho a opinar”, pero esto es una fruslería porque en esta interpelación todavía no va implícito un insulto, un grave insulto, pero imaginemos lo que sucede en el interior del hombre, en ese lugar recóndito donde reside su propia estimación, allí, es igual que el insulto que se le dirige lleve en su expresión las señas de identidad real del agredido, porque la herida nada luminosa que el insulto le inflige le hace dudar de si realmente lo merece, pero, además, le produce la santa indignación de no poder salir a defenderse porque la injuria es anónima ya que él no tiene en aquel ámbito no ya una imagen real, visible, presente sino siquiera nombre y apellidos.
El insultado por el gracioso oficial de turno, sea o no realmente gracioso y no simplemente insuperablemente maleducado y soez, se ve obligado a sufrir una agresión profundamente injusta contra la que no puede hacer nada por defenderse que no sea la de esconderse en la profundidad de la inexistencia, quiero decir, que la única defensa que tiene para no ser insultado es esconderse de tal forma que los insultadores oficiales de Saco ni siquiera sepan que existe. O sea que, para no sufrir ataques que le dañan profundamente en su propia estimación y contra los que no puede defenderse de ninguna manera porque como decía hace muy poco uno de los máximos teóricos del terrorismo verbal de aquel antro, en aquella zahurda demoníaca en  la que reina omnipotentemente el dios Saco, no se puede ofender ni insultar a nadie porque allí nadie existe realmente por lo que faltan, como en el proceso intentado fallidamente por Garzón contra los asesinos del franquismo, no sólo el sujeto pasivo de la querella sino también el activo puesto que nos hallamos en un mundo que sólo es virtual, en modo alguno real, de tal manera que las canalladas que allí se perpetran ni siquiera existen no ya jurídica sino tan siquiera moralmente.
Es el escenario ideal para convertirse ellos mismos, los autores de esta doctrina, en los criminales perfectos, en los asesinos inaprensibles, porque no sólo ya no existe el cuerpo del delito ni los autores, cómplices y encubridores, que los hay y a mansalva, sino tan siquiera una realidad real sino que todos vagamos como en una especie iba a escribir de sueño pero se trata evidentemente de una pesadilla que no por inexistente no nos hace sufrir un miedo enorme, una amenaza atroz a expresar lo que sentimos, lo que pensamos, lo que limita de una manera atroz nuestra irrenunciable libertad de expresión.
Pero entonces llega el genial teórico de la amenaza invisible y nos dice con toda la autoridad del mundo que en internet no existe la libertad de expresión y no sólo se queda tan fresco sino que incluso se pasea ostensiblemente orgulloso de haberle encontrado a sus compañeros de mafia fascista una excelente licencia para matar.
O sea que el más ominoso de los silencios comienza a pesar en aquel ámbito porque no sólo se amedrenta a todo los disidentes para que no se atrevan a expresar cualquier tipo de protesta contra las canalladas que allí se cometen sino que se les advierte que cualquier intento de mínima defensa ante las agresiones será castigado con la más atroz de las represiones.
Y toda esta disquisición más o menos teórica para explicar la repentina ausencia de comentaristas en éste mi blog. No eran muchos, ciertamente, pero haberlos, habíalos, pero, de pronto, se vieron sorprendidos por la violentísima irrupción de una serie de matones verbales que les propinaron los peores insultos: mamporreros, aduladores, lameculos, yo qué sé.
Mis amigos son gente sensible, viven, se desenvuelven en ambientes tranquilos, lejos del ruido y de la furia, no están preparados, ni lo quieren, para vivir en medio del insulto soez y chabacano, se retraen lógicamente ante agresiones de este tipo, sufren no sólo cuando se le imputan tales inadmisibles groserías sino incluso también cuando las leen, les hace daño comprobar la existencia de tales improperios, se retraen y piensan que la mejor manera de no enfrentarse con el disgusto moral que el contacto con una realidad tan grosera supone, es alejarse de aquí, no manifestar de ninguna manera su presencia más allá del silencio.
Algunos de ellos han comenzado a utilizar el correo electrónico para hacerme llegar no sólo sus opiniones sobre lo que aquí se ha discutido sino también su miedo, un miedo que es totalmente disculpable porque la gente sensible no tolera el contacto con la grosería habitual de los chulos tabernarios. 
De modo que tendré que acostumbrarme a la ausencia total de comentaristas bien intencionados pero no voy a tolerar la de los matones de siempre que aparezcan por aquí sólo para presumir de chulería e insultar. Tan pronto compruebe su existencia, borraré sus comentarios como imprescindible medida profiláctica.