Muchos observadores han interpretado las encuestas del CIS, que otorgan al PSOE una ventaja sorprendente, inesperada y casi insuperable, como una preparación psicológica del electorado para que acepte unos resultados trucados el 28 de abril.
Nadie sabe si en España es posible o no hacer trampas con los resultados electorales, pero lo importante es que la gente piensa que sí y esa duda terrible invalida la democracia vigente, un sistema que se basa en la confianza de los que obedecen en sus dirigentes y que sin esa confianza nunca puede funcionar.
Otro factor de peso que inclina a sospechar es que el PSOE se ha radicalizado y que dentro de ese partido hay miles de comunistas que esconden su naturaleza tiránica y criminal. Los comunistas, como todo el mundo sabe, jamás abandonan el poder una vez que lo conquistan, como ha ocurrido en Cuba, China, Venezuela y otros países, salvo que sean forzados a hacerlo por revoluciones populares, como ocurrió tras la caída del Muro de Berlín en la Europa dominada por los soviéticos.
Es conocido que el comunismo jamás ha abandonado el poder por culpa de unas elecciones. Antes de perder el poder, los comunistas no dudan en manipular los comicios o falsear los resultados para ganar. Si no tiene otro remedio, es capaz, incluso, de eliminar el derecho al voto, ya que para los totalitarios el fin justifica los medios y el fin último de las izquierdas marxistas siempre es el control del poder para transformar el mundo.
No hay pruebas de que se prepara un pucherazo, pero el simple hecho de que se esté hablando de ese tema denota la bajeza que domina la política española y el profundo deterioro de la democracia en España.
Los expertos opinan que el pucherazo es técnicamente posible en España porque no se conservan las actas de las mesas, lo que impide un recuento científico posterior a la proclamación de resultados. El punto débil del proceso de recuento está en los ordenadores y en el computo de los votos, donde, en teoría, caben chapuzas y alteraciones, por muchos interventores que se sitúan en las mesas.
Si no se han realizado hasta ahora los temidos pucherazos es porque la Unión Europea vigila y porque los partidos que se presentaban, sobre todo los más importantes, creían en la democracia, en la alternancia y en algunos mecanismos de control del poder. Aunque débil, existía una ética política que impedía la trampa electoral plena, pero ahora, con el deterioro profundo de la política y la llegada al poder de marxistas radicales incrustados en el PSOE y de partidos nacionalistas que odian a España, el escenario ha cambiado y los temores se han disparado ¿Por qué va a renunciar al pucherazo un gobierno que ha sido capaz de incumplir la promesa que hizo Pedro Sánchez al ganar la moción de censura a Rajoy, de que convocaría elecciones inmediatamente? ¿Acaso existe en los partidos españoles, famosos en todo el mundo por su corrupción, una ética democrática fuerte que impida la alteración de los resultados?
Guste o no guste, aunque cause escándalo y algunos lo consideren una irreverencia, es lícito pensar que el pucherazo en España empieza a ser una posibilidad real. Los partidos y sus políticos han perdido su autoridad moral y ya no son creíbles. Esa duda profunda, es suficientemente grave para que a los demócratas se nos ponga la carne de gallina y la indignación y el miedo se disparen hasta cotas inéditas y llenas de rebeldía y rabia.
Francisco Rubiales