Artículo de opinión publicado en Noticias Obreras. Enero 2019. Javier Madrazo Lavín
Las elecciones del pasado 2 de diciembre en Andalucía supondrán, con toda probabilidad, el desalojo del Partido Socialista, después de 38 años ininterrumpidos de Gobierno. La corrupción y la falta de propuestas que generaran ilusión en su base social han provocado una gran desmovilización.
La salida del gobierno debería dar paso a una regeneración total en este partido, de ideas y de dirigentes, incluidos los cuadros intermedios, si quiere volver a recuperar la confianza de sus votantes tradicionales y de los votantes más jóvenes.
Esta desmovilización en la izquierda ha afectado igualmente a Adelante Andalucía que no se ha beneficiado del retroceso del PSOE, perdiendo 3 escaños. La suma de Podemos más IU no ha funcionado. Aunque no está claro si los votantes los han perdido ahora o los tenían ya perdidos desde las elecciones generales de 26 de junio del 2016 (perdió más de un millón de votos, respecto a las elecciones del 20 de diciembre del 2015).
Nunca un partido tan joven se ha hecho tan viejo en menos tiempo. Ello debería abrir un proceso de reflexión profunda en el conjunto del partido, para analizar las causas de esta tendencia de importante retroceso que, de no remediarlo, según todas las encuestas, parece que se proyectará hacia las elecciones (municipales, autonómicas y europeas) del próximo 26 de mayo. A la vista de los últimos movimientos, no parece que esa sea la intención de la dirección. En la derecha parece que cada vez es más claro el reequilibrio de fuerzas entre el partido de Casado y el de Rivera. El PP, aunque satisfecho por mantener el liderazgo en la derecha, aunque por poco margen y con alcanzar, seguramente, la presidencia de la Junta, ve cómo pierde fuerza a marchas forzadas.
Pero, sin duda el dato más reseñable de estas elecciones, ha sido la irrupción, con gran fuerza, de Vox en el Parlamento Andaluz. La extrema derecha entra en España por el sur con más de 395.000 votos en Andalucía y suma doce escaños en el Parlamento andaluz.
La formación liderada por Santiago Abascal tiene en sus manos la llave para designar al sustituto de Susana Díaz y podemos dar por seguro, que hará valer todo su poder, pensando en las próximas elecciones europeas, municipales y autonómicas. Los comicios generales, aún sin fecha, también son un reto para Vox, que prepara toda su artillería para dar el gran salto al Congreso de los Diputados y Diputadas. Sus oponentes políticos y los medios de comunicación les han convertido en protagonistas únicos de la escena política española. Un error, sin duda alguna, porque se les brinda una publicidad que no merecen, sus ideas y su discurso son contrarios a los principios democráticos y a la convivencia.
España, lamentablemente, no puede presumir ya de ser un referente en Europa por su condición de territorio libre de la extrema derecha organizada con presencia institucional. Austria, Alemania, Suecia, Holanda, Grecia, Noruega, Finlandia, Polonia, Hungría, Letonia y Eslovaquia conviven con una extrema derecha consolidada con porcentajes de voto que se sitúan entre el 15 y el 20%.
Son muchas las causas que pueden estar en el origen de este fenómeno, pero entre todos ellos cabría destacar tres, comunes a todos los países europeos: el desmoronamiento de la clase media, el envejecimiento de la población y el miedo a un futuro incierto que no invita al optimismo y condiciona el pensamiento.
La crisis económica del año 2008 y la imposición de los recortes sociales como única receta ante la debacle han traído como consecuencia el empobrecimiento de millones de personas, que han perdido toda esperanza en un futuro mejor y culpan a los responsables políticos por su incapacidad para resolver sus problemas y atender sus necesidades.
En este contexto, a mucha gente le resulta difícil confiar en un modelo de convivencia que promueve la desigualdad y amplía la brecha entre quienes lo tienen todo y quienes carecen de lo más básico o viven bajo la presión de poder perder el empleo.
La extrema derecha en España, como ocurre en Europa, no se nutre solo del voto que añora el franquismo o se considera fascista. Son, en muchos casos, personas frustradas e impotentes ante situaciones que perciben como amenazas. Las formaciones de izquierda tienen la responsabilidad de transmitir empatía a quienes se sienten vulnerables y generar un clima de confianza y esperanza, en un futuro mejor y más justo.
Es cierto que debates complejos como la independencia de Cataluña, la gestión de la inmigración, la viabilidad del sistema de pensiones, ahora en cuestión, o la necesaria cohesión social no parecen fáciles de resolver. Sin embargo, resulta urgente poner sobre la mesa propuestas sensatas, razonables y consensuadas. Las fuerzas progresistas deben liderar un nuevo ciclo, que solo podrán ganar si toman decisiones que les permitan reconectar con la mayoría social. Si permanecen pasivas o se muestran a la defensiva contribuirán a su fortalecimiento.
Vox encierra muchos peligros. Las personas inmigrantes, las mujeres y los colectivos más desfavorecidos son víctimas de sus políticas. No es necesario que ocupen puestos de responsabilidad. Están haciendo que PP y Cs haciendo giren aún más hacia su derecha. Pero su influencia penetra incluso en fuerzas de izquierda. Está teniendo ya un impacto en la posición del Ejecutivo socialista en funciones, respecto a Cataluña o a la inmigración.
Es urgente que las formaciones que impulsaron la moción de censura contra Mariano Rajoy aparquen la confrontación permanente. Hay espacio para el diálogo y el acuerdo. La economía tiene que anteponer el bien común a la acumulación en pocas manos, debe ser más inclusiva y perseguir como meta una mayor igualdad. Blindar los derechos sociales debe ser una prioridad sin matices de la izquierda; socializar un relato humano sobre la inmigración y su rol en el desarrollo económico y el crecimiento, una urgencia.
Hay que ganar a la extrema derecha con hechos convincentes, con argumentos sólidos, y no con proclamas incendiarias, que sólo la alientan y la alimentan. La ciudadanía exige saber que su vida será mejor cada día; si no recibe garantías desde la izquierda, comprará la mercancía averiada que le ofrece la extrema derecha.
Estamos en una encrucijada y no caben atajos. José Mujica,expresidentede Uruguay, lo ha dicho en más de una ocasión: «La izquierda se divide por sus ideas mientras que la derecha seune por sus intereses». La alianza en Andalucía entre el Partido Popular, Ciudadanos y Vox le da la razón. Las fuerzas de progreso deben actuar con inteligencia sin equivocarse en un momento histórico, en el que la recuperación de derechos sociales perdidos, la justicia y la igualdad son el mejor antídoto contra el pensamiento ultra.
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