El miedo nos impulsa a mentir (reflexión).

Por Miguelangelgc @miguelangelgc

Viernes en la noche, tuviste una semana larga y pesada en tu trabajo, de lo único que tienes ganas es de llegar a casa y tumbarte en tu cama. Recibes una llamada, es un amigo que te invita a salir: ¿le dices la verdad ( estás cansado, no tienes ganas de salir) o inventas algún buen pretexto socialmente válidopara decantar la oferta pero sin verte mal?

. Basta de eso, ¿
Desafortunadamente muchos optamos por lo segundo. Nos da miedo ¿? decir la verdad y que el o los otros piensen equis o no? Querámonos poquito.
El planeta no va a dejar de rotar por decir que no, o por decir la verdad. Debemos de apostar por la sinceridad, nuestra sinceridad, y dejar de vivir atormentados por el dichoso qué dirán. Si decimos que nos amamos, lo mínimo que tendríamos que hacer es defender nuestras verdades.
Somos lo que somos y quiénes somos. Respetar eso, respetarlo nosotros mismos, es el primer gran paso para hacernos valer. Si nosotros no nos respetamos ¿podemos exigir que otros lo hagan?
Imagen | Pixabay ye cosa sobre nosotros. Preferimos inventarnos algo, que se sienta creíble, para no quedar mal y de paso no hacer lo que no queremos hacer.
Aunque la pregunta del millón es: ¿ quedar mal?
Como seres sociales siempre tendemos a buscar la aceptación o el visto bueno de los demás. Nos guste o no reconocerlo vivimos pendiente de lo que los otros digan de nosotros. Unos lo manejamos mejor o peor pero el famoso qué dirán marca y sigue marcando nuestro actuar.
Por eso es que tememos tanto ser sinceros y usamos la mentira como [ la] herramienta que me permite escapar de hacer algo que no quiero, pero sin dañar o lastimar a otros. ¿Por qué?
Ser sincero debería de ser la bandera de todo ser humano. Decir no me gusta esto, no quiero ir a tal sitio, estoy en desacuerdo tendría que ser algo que saliera naturalmente de nosotros pero las mentadas apariencias y ser políticamente correcto vence frente al ser sincero.
¿A qué tememos? A los otros. Y ése es un problema. No nos hacemos respetar.
¿Pasa algo por decir no quiero ir, no me gustan las lentejas o no comulgo con tu idea?
No.
Quizá, claro, generaremos un shock para los otros y alguna que otra cara descoloridapero ganamos algo mucho más relevante: respetar nuestra esencia.
Todos y cada uno de nosotros somos consecuencia y resultado de una infinitud de factores, experiencias y filosofías. Cada mente, afortunadamente, es un infinito universo en sí mismo que no es una exacta calca de otros; eso es lo bello de la vida, que por muy " parecidos" que seamos exponencialmente a la vez somos distintos.
Y nuestra autenticidad es lo que violamos al momento de preferir decir llegaré tarde del trabajo a un estoy cansado y tengo ganas de estar en la cama. Las dos, respuestas negativas a una hipotética invitación a salir, son válidas pero la última mantiene nuestro yo en dónde debería; y más importante aún: nos permite ser nosotros mismos.
El mundo, nuestro mundo, lo hemos ido llenando de varias máscaras sociales, dispares, siendo una persona, por ejemplo, en Facebook [ la que presume lo bueno, y descarta lo malo] y otra muy distintos en el MundoReal ™