El miedo que el prójimo nos produce

Por Javier Martínez Gracia @JaviMgracia

Robinson Crusoe: “Un día, cerca de mediodía, cuando iba a visitar mi canoa, me sorprendí de una manera extraña al descubrir sobre la arena la reciente huella de un pie descalzo. Paréme de repente como herido de un rayo o como si hubiese visto alguna aparición; escuché, dirigí la vista alrededor de mí, pero nada oí, no vi nada (...) Aterrorizado por el miedo, volvía la vista a cada paso detrás de mí y tomaba por hombres a los árboles y arbustos y, finalmente, a todo lo que estaba a alguna distancia (...) Algunas veces creía que era la huella del pie de Satanás...” (Daniel Defoe[1])

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“¿De dónde procede mi miedo a todo? De un desequilibrio nervioso, desde luego. Pero también de la idea que tengo de los seres, de todo lo que se mueve. Desconfío de lo existente como tal” (E. M. Cioran[2])

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“Lo peor del miedo es que da miedo; entre hombres mutuamente aterrorizados la catástrofe es inevitable” (María Zambrano(3))



[1] “Aventuras de Robinson Crusoe”, Daniel Defoe, pp. 157-158

[2] E. M. Cioran: “Cuadernos 1957-1972”, Barcelona, Tusquets, 1997, p. 159.

[3] María Zambrano: “Hacia un saber sobre el alma”, Barcelona, Planeta De Agostini, 2011, p. 121.