EL MIEDO Y EL DOLOR SE ESCONDEN (y II)

Por Mbbp

Continuación…

Sentir y expresar el dolor -como tantos otros sentimientos- parece ser el privilegio de las mujeres! Ellas están más próximas a su corazón y, por qué no admitirlo, a su Alma! A los hombres, en cambio, se nos ha enseñado a permanecer firmes ante la debilidad y, por tanto, a no expresar lo que sentimos! Sentimos igual, todo sea dicho! Y eso, precisamente, es lo que nos priva de ser nosotros, tal como somos y sentimos! Es quizás por eso que cuando ves a un hombre llorar y no esconder lo que siente, nos conmueve más que cuando lo hace una mujer! Cuando un hombre llora es que algo intenso embarga su corazón! Aún así, pocos hombres lloramos, yo mismo tardé casi 20 años en aprender a hacerlo! Y no hay pena ni dolor más grande que la que no puede expresarse, pues -como he dicho antes- ésta se queda en el interior y, por decirlo de alguna manera, nos duele desde dentro! Ni que decir tiene que ese dolor interiorizado y crónico, configura nuestro caracter! ¿Hay algunos hombres -y mujeres, claro- violentos, despiadados o simplemente fríos e inexpresivos? Busca a qué tienen miedo o qué les hace sentir dolor en su vida…

Expresar el dolor es sano y conveniente, tanto para la mujer, como para el hombre! Lamentablemente, cada día más me cruzo en mi vida con mujeres que huyen de sus emociones o no saben expresarlas, supongo que por miedo a parecer vulnerables y volver a sufrir! Y es que nuestro mundo nos enseña a protegernos de nosotros mismos y de los demás, propiciando que escondamos nuestros sentimientos, incluso ante nosotros mismos, como he dicho anteriormente. Nos cuesta admitir nuestra debilidad, aunque ésta sea humana y, por decirlo de alguna manera, el primer paso para adquirir fortaleza, que tanto necesitamos en este mundo de locos y mentiras! Así, alejándonos de nuestra esencia o disfrutándola solo en soledad y sin compartirla, nuestro mundo es día a día más inhumano e insano y eso nos envilece, endurece y nos hace intolerantes e inflexibles con nosotros mismos… y con los demás! Y es que, cada día más, no estamos acostumbrados a gestionar nuestros propias emociones y, por tanto, tampoco sabemos gestionar las de los que nos rodean! Incluso llegan a incomodarnos…

Llegar a expresar mis emociones es el mayor logro de mi vida! Después de demasiados años escondiéndomelas a mí mismo y a los demás y, lo que es peor, guardándomelas dentro de mi corazón, ahora me siento más libre que nunca de sentirlas intensamente cuando llegan y expresándolas tal como son… aunque eso muchas veces asuste a quienes me quieren y/o conocen. Estamos perdiendo el hábito de relacionarnos de verdad con el de enfrente, bastándonos ese intercambio de máscaras y de gestos propios y convenientes que la sociedad y los buenos modales nos han enseñado! Nos damos la mano, sin sentir la energía de nuestras manos unidas, hablamos sin comunicar ni compartir nuestros sentimientos y solo permitimos que aflore esa personalidad que hemos fabricado a fuerza de no expresar nuestros sentimientos ni debilidades! Hemos aprendido incluso a no mirarnos los ojos o a esquivar una mirada sincera! Y yo a eso no le llamaría relaciones humanas, sino solo sociales! Y creemos que eso nos previene de volver a sufrir en nuestra vida! Y, claro está, nos sentimos solos, aún estando en compañía…

Cualquier relación humana está hecha de emociones -del tipo que sean-, de gestos y expresiones que nos permitan compartirlas con los demás! Seguramente deberemos escojer bien con quién somos tal cual o expresamos lo que sentimos, pero nunca deberíamos renunciar a nuestras emociones por miedo o para evitar que nos dañen de nuevo! “Soy demasiado sensible o tonta, no sé…” escucho a menudo hablando con alguna mujer! Reconozco que esa afirmación o algunas parecidas me sacan de quicio! Más aún teniendo en cuenta que, sensible o tonta, resulta que todos somos iguales y sentimos lo mismo, aunque ante diferentes circunstancias vitales! ¿Por qué no aceptamos nuestras emociones, cuando llegan? ¿Por qué nos creemos tan especiales, si al final todos sentimos lo mismo, tenemos las mismas luces y sombras, aunque en diferentes momentos? ¿Por qué vivir permanentemente con una máscara para protegernos o, simplemente, intentando evadirnos de lo que realmente somos y sentimos… y dejar de compartirlo con quien realmente queremos? ¿No es entonces la soledad el escape, en vez de ser algo creativo, necesario y enriquecedor, en aquellos mágicos momentos en que uno debe estar consigomismo? ¿No es la felicidad el resultado de sentir lo que sentimos, sin esconderlo y compartirlo en nuestras relaciones personales, ya sea a través de penas o alegrías?

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