No quiero ser demasiado suspicaz, pero no puedo asumir que el líder político de una formación vertical y piramidal como el PP no haya tenido ni idea de lo que se cocía en su partido. El grueso de los españoles, como yo, piensan que Rajoy lo sabía todo y que es un líder corrupto o negligente e inepto, pero prefieren al villano que ya conocen antes que a los otros villanos y rufianes que esperan su turno para arruinar el país con propuestas y políticas ante las que la gente sensata siente pánico.
Rajoy representa lo absurdo y lo surrealista de esta España nuestra de las contradicciones, que es una democracia sin serlo, que es rica siendo pobre y que es brava y cobarde al mismo tiempo.Rajoy es la genialidad de la ineptitud o la eficacia de la pasividad. Es el menos malo de los malos o el mejor de los peores, una increíble mezcla de don Tancredo con el tonto del pueblo, adobado con gotas de pillo y de bobo listo cuyo resultado es control del poder y del liderazgo, una ecuación insólita que tumbaría al mismísimo Einstein.
Así que la comparecencia de Rajoy ante los jueces como testigo en un caso de corrupción que implica a su partido, primera de un presidente de gobierno desde la muerte de Franco, ofrece tres únicas explicaciones posibles: o miente como un bellaco, o es tonto leche o es un genio.
Yo me inclino por una mezcla de las tres y pienso que España, a pesar de las apariencias, sigue siendo sabia porque lo que puede llegar si Rajoy fuera defenestrado es espeluznante.
Francisco Rubiales