El episodio empieza con Irene en un museo viendo a una profesora dar una lección sobre Clara Campoamor y cómo luchó por los derechos de la mujer y la igualdad. Irene se emociona tanto que responde una de las preguntas de la profesora y acaba hablando con ella. Quien dice hablando, dice ligando, que Irene es la versión femenina de Barney Stinson y la profesora es Alexandra Jiménez, lo que quiere decir que no sólo es guapa, sino adorable.
De repente, una de las alumnas le pregunta a la profesora, de nombre Julia, que por qué sale en una de las fotos de 1930. Julia se vuelve y comprueba que efectivamente está en una foto junto a varias mujeres más, aunque también sufre una serie de visiones y se desmaya. ¿Lo más raro? Que en 1930, justo tras que se tome la foto, la doble de Julia, también lo hace.
Cuando la pobre Julia ya ha despertado, Irene intenta ofrecerle respuestas lógicas al parecido y le da su tarjeta por si necesita ayuda, además de birlarle la botella de agua.
A todo esto, en el Ministerio Ernesto descubre que su hijo es youtuber y esto me parece maravilloso. ¿Os imagináis una cena de Navidad? El papá men el black, el hijo youtuber y el hijo que tiene afán de quemar peña en la hoguera. Sólo les faltaría el combo Angustias-Napoleón, para que todo mole aún más. Hablando de la abadesa emperatriz, al ver a Ernesto viendo el vídeo de su hijo, le pregunta, pero éste ejerce de Zach Morris. Vamos, que lo salva la campana, en este caso del móvil porque Salvador le pide que vaya a su despacho.
Y es que Irene está intrigada por el misterioso caso de Julia y su doppleganger de los años treinta, ya que es evidente que no sabe nada de viajes en el tiempo, por lo que descartan que sea ella. Al enseñarles la foto, entre Salvador e Irene nos explican que ese grupo de mujeres son Las sin sombrero o, lo que es lo mismo, las mujeres de la generación del 27, que fueron tristemente olvidadas por la historia.
Irene quiere investigar a Julia, así que, como Salvador le da el visto bueno, se pone manos a la obra muy emocionada, lo que preocupa a Ernesto. Salvador le dice que no es la única que se deja llevar por los sentimientos en el Ministerio. Ahí, como con segundas. No olvidemos que Salvador lo sabe TO-DO.
En 1881, Amelia recibe la visita de Enriqueta, la antigua criada de su casa, que se tira en brazos de Amelia, llorando, porque necesita hablar con ella. Cuando se quedan a solas, Enriqueta le explica que, al seguirla, descubrió la existencia del Ministerio y que eso la lleva a descubrir también que en el futuro va a ser una persona muy, muy mala.
Entonces saltamos a 1912, cuando una Enriqueta cospleyada de Helena Bonham Carter en Sweeny Todd, llega a su casa y, al ver una ventana abierta, se pone en plan toda loca, buscando a una tal Julita. Yo si soy Julita, salgo corriendo para el lado contrario con tantas ansias que sólo dejaría un agujero con mi forma en la puerta. Bueno, al final Crazy Enriqueta encuentra a Julita, que es como la niña más mona que he visto y se pone a reñirla, haciéndola llorar. ¡Deja a la niña, crazy bitch!
Al final, decide darle un vaso de leche, pero al ir a la cocina descubre una pintada avisándola de que salga corriendo porque la policía va a ir a detenerla. En ese momento, la policía llama a la puerta, así que Crazy Enriqueta coge a Julita y sale corriendo hasta que ve una puerta marcada con una x y con la misma pintura de la pared de la cocina y entra por ella para acabar en... sí, el Ministerio.
Una vez ahí, se reúne con la Enriqueta del pasado, que intenta convencerla por las buenas de que cambie para salvarse. Le pide que deje de hacer lo que hace y que se fíe de ella, porque sabe por todo lo que está pasando. Entonces le cuenta su futuro, pero Enriqueta cree que si suelta a la niña y va con ella todo se solucionará. Lo malo es que a Julita el plan le parece una mierda y básicamente pone pies en polvorosa... y nosotros retrocedemos al presente, cuando la pobre Amelia está flipando con todo lo que ha oído, sobre todo el currículum vitae de Enriqueta, que será conocida como La vampira del Raval que mataba niños y traficaba con sus órganos.
Total, que Enriqueta acaba en el Ministerio y Salvador tiene que llamar a la patrulla para ponerles al día de lo que pasa y de que no son familia, aunque se apelliden igual. Muy fan de que lo aclaren desde el principio para no rompernos la cabeza con teorías.
La pobre Amelia, que tiene un trauma grande, les explica cómo han acabado así y Julián compara la situación con la de Regreso al futuro, algo que sorprende a Alonso. Lo mejor del caso es que Julián ni se inmuta y le dice que ya se la pondrá como si nada. Entre lo que se está esforzando por mejorar su cultura pop y su forma de hablar, podemos dejar claro que esto es My fair Alonso y que Julián es la versión castiza (y no tan borde) de Henry Higgins. No puede ser más fan. Y, sí, Julián no es el único que relaciona cosas con películas (u obras de teatro, que antes de My fair lady fue Pigmalión), ¡ja!
Ay, que me enrollo. El problema que tienen es que no sólo Crazy Enriqueta no fue detenida cuando debería, sino que ha huido por una puerta con una niña, pero no saben qué puerta, así que puede estar en cualquier tiempo. Alonso propone cargarse a Enriqueta joven, porque el tacto no es lo suyo y se marcarían un Pacino, salvando a todas las víctimas de La vampira, pero Salvador le recuerda que no pueden cambiar la historia.
Como no tienen nada más que hacer y sólo pueden esperar a que se active alguna alarma, Amelia propone visitar la casa de Crazy Enriqueta, mientras que Salvador le pide a Ernesto que interrogue a la Enriqueta joven.
Al dirigirse hacia la Barcelona de 1912, Alonso comenta que Amelia podría encontrarse a sí misma o con alguien que la conociera, como le pasó a él en la misión de Cervantes. Julián se interesa por el tema, así que Alonso le resume un poco el tema y comenta que se cruzaron con Lope de nuevo, algo que interesa a Julián, aunque Amelia no es que tenga el chichi para farolillos y les pega un grito para que se dejen de tonterías. Si es que a la pobre hay que entenderla, por si no tenía suficiente con el jaleo sentimental, ahora la culpa me la está matando. Que no podrían darle ni un respiro, no, qué va.
En la casa de Crazy Enriqueta encuentran olor a maldad (Alonso dixit) y a cerrador (Julián dixit), además de lo su alijo de sangre de niño y otras cosas inquietantes. Julián también se da cuenta de que la pintura es spray, lo que quiere decir que Enriqueta aprende mucho de sus viajes al futuro. Amelia comenta lo tonta que ha sido, pero Julián le dice que no se preocupe, que todo el mundo comete algún error que otro e incluso logra hacerla sonreír.
Mientras, Irene sigue investigando en el misterio de Julia y acaba localizando a la Julia de los años 30, que se llama Teresa Méndez. Así que Irene se nos pone una peluca pelirroja, que le sienta tan bien, y va a ver a Teresa fingiendo ser una reportera interesada en Las sin sombrero. Teresa accede a tomar un café con Irene, cuando tiene una serie de visiones rarunas y, de hecho, en la actualidad Julia también la ve, despertando súper asustada.
Tras tomar el café con Teresa, Irene ya tiene la segunda muestra para mandar al laboratorio. Salvador le explica si Teresa y Julia pueden ser la misma persona, pero Irene no lo cree porque no cree que ninguna de las dos mienta, lo que no deja de ser sorprendente porque son idénticas y tienen los mismos mareos. Como ya sólo les queda esperar a que lleguen los resultados del laboratorio, Salvador le dice que van a concentrarse en encontrar a la vampira.
En ese momento suena el móvil de Irene y es que Julia la está llamando porque necesita hablar con alguien.
Al mismo tiempo, Ernesto está interrogando a Enriqueta que insiste en que ha dicho todo lo que sabe, aunque no por eso Ernesto se ablanda. Enriqueta le explica que, cuando nació, estuvo a punto de morir y que ojalá lo hubiera hecho, como le pasará a su futuro hijo; le cuenta que, cuando lo tenga, estará tan pobre y tan famélica que no pudo darle el pecho. También le pregunta a Ernesto si tiene hijos, a lo que él responde que sí, por lo que Enriqueta le desea que nunca pase por algo así, además de prometerle que no sabe más, pero que les ayudará en caso de que sea necesario.
Ernesto le pregunta por qué iba a creerla, ya que lo único que ha hecho ha sido ayudar a su versión futura. Enriqueta se pone un pongo chunga diciendo que todavía no es un monstruo y ella misma se queda afectada y, entonces, explica que sólo quería que Crazy Enriqueta recordara quien era y dejara de ser un monstruo, porque a lo mejor ella no tendría que convertirse en él. Jolín, pobre Enriqueta, menuda papeleta que tiene.
Por su parte, Julia le cuenta a Irene que, cuando logra dormir, siempre tiene el mismo sueño y que le preocupa que sea un recuerdo. Le explica que fue adoptada siendo muy pequeña, así que no tiene ni idea de su familia biológica. Irene le propone que visite un psicólogo, por si puede ayudarla, y Julia acepta.
El psiquiatra hipnotiza a Julia, que ve un recuerdo en una casa antigua con una canción sonando. Entonces Julia se echa a llorar y dice que no volverá a abrir la ventana, pero que no se la lleve, que no quiere dejar sola a la otra niña que es ella. Ve como se meten por una puerta marcada con una cruz roja, que le lleva a un pasillo antiguo lleno de puertas y, claro, a esas alturas Irene ya ha hilado. Julia sigue contando que huye y ve gente disfrazada y que se quiere esconder detrás de una puerta, pero alguien la arrastra detrás de una puerta. Irene le pide que le diga el número de la puerta y, eh, parémonos un momento para comentar lo fuerte y maravilloso que es tonto. ¡OMG!
A todo esto, Amelia sigue afectadísima por el tema de Enriqueta y está a la que salta, por mucho que tanto Salvador como Alonso la intenten consolar. De hecho, cuando Alonso lo intenta, Amelia dice que todo es culpa suya: si ella no la hubiera despedido, no se habría arruinado, su hijo no habría muerto y ella no se hubiera vuelto loca. Sin embargo, a Alonso eso le parece una tontería, ya que quien es malo, es malo y punto. Julián cree que hay golpes que te cambian, pero Alonso insiste en que no tanto, a lo que Amelia le pregunta que, si siempre ha sido tan mala, por qué fue a verla para contarle lo que hizo.
Luego, una vez ya sabiendo que Julia es Julita (en serio, así escrito es como: ¿cómo no nos dimos todos cuenta desde el principio? OMG), la patrulla es convocada por Irene. Ésta les explica cómo están los dos casos relacionados y que tienen que ir a 1986, donde en Madrid hubo una trama de niños robados. Resulta que los padres de Julia más que adoptarla, la compraron, usando a un doctor de intermediario entre la vampira y ellos.
Salvador les dice que, por muy horrible que sea todo, no pueden intervenir en el caso de los niños robados, ni detener al doctor, ni castigarle un poco, que es lo que Alonso quiere hacer. La misión es que Julián y Amelia se hagan pasar por un matrimonio que quiere adoptar y, si el doctor no pone de su parte, pues que Alonso se encargue. Ni que decir tiene que Alonso aprueba la misión, sobre todo el plan b.
Por cierto, ¿soy la única que, al oír 1986, se ha acordado de Pacino y ha pensado que podrían haberlo sacado? ¡Pacino, vuelve, te echo de menos!
Bueno, al día siguiente, en 1986 Amelia y Julián están esperando para ver al doctor y la situación es un poco tensa. Amelia, para romper el hilo, le pregunta a Julián se él lo ha pensado alguna vez y él le explica que Maite y él lo intentaron, pero que no ocurrió y que Maite tenía otras prioridades, algo que Amelia comparte. Ésta, también, se queda gratamente sorprendida al ver que Julián ya no habla de Maite con tristeza. De hecho, la verdad es que, desde que ha vuelto, Julián parece bastante en paz con el tema, de lo cual yo me congratulo, sí, sí.
Después, el doctor les recibe, pero no es que Amelia y Julián sean lo que se dice sutiles, así que el doctor se mosquea, por lo que van directos al grano y le piden que les ayude a localizar a Crazy Enriqueta. El doctor llama a su secretaria para que llame a seguridad, pero en su lugar aparece Alonso que le amenaza de esa forma tan molona suya y que todos adoramos.
Luego, llaman a Salvador para confirmarle que el método de Entrerríos ha funcionado, algo que le alegra. Salvador, entonces, les dice a Irene y Ernesto que es una putada no poder intervenir, sobre todo cuando hay niños de por medio. También les explica que los primeros años que recuerda los vivió en el colegio de San Ildefonso y vemos que, de hecho, cantó el gordo. Jolín, los datos que sabemos de Salvador son tan dispares como curiosos: ya no es sólo un fan de Salomé y de Rafa Nadal, sino que fue niño de San Ildefenso. Toma ya.
Salvador les explica que su padre biológico murió al poco de nacer él y que su madre no tenía recursos, así que lo llevó al orfanato. El pobre está ahí como afectado, así que Ernesto le trollea un poco con el tema de cantar el gordo.
Entonces vemos un flashback con unos niños yendo a conocer a una pareja y Salvador es el mayor de ellos. La mujer los saluda, súper encantadora ella, y se fija en Salvador. Le pregunta su nombre, pero Salvador le dice que para qué se lo va a decir si nunca lo escogen. A la mujer le entra ternurita, también al marido y lo adoptan y Salvador explica que eran diplomáticos y que le dieron todos. Y a mí se me saltan las lágrimas porque la escena no puede ser más mona y soy súper fan de la señora Martí.
En esas, Angustias entra en el despacho con los resultados del ADN y descubren que es el mismo, lo que les deja aún más sorprendidos. Sin embargo, Irene no tarda en deducir qué ha pasado: Julia y Teresa son gemelas, pero como a la primera se la llevó Crazy Enriqueta, se crió en la actualidad, mientras que Teresa volvió con sus padres.
De vuelta a 1986, la patrulla tiene al médico en un coche y el tío encima va de ser el que hace el bien, así que Alonso quiere sacudirle y Julián es partidario de que lo haga. ¡Y yo, y yo, sacúdele al gaznápiro, vamos, Alonso!
Al doctor le salva que Crazy Enriqueta llega, así que debe hacer el intercambio. Sin embargo, Crazy Enriqueta está súper loca, pero también es muy lista y se da cuenta de que algo raro pasa. Por eso, el doctor no puede recuperar al niño y la patrulla debe intervenir, aunque deben dejarla escapar, no sea que hiera al niño si se ve acorralada. El pobre Alonso acaba tan frustrado que le acaba soltando un soplamocos al doctor, ¡ea, qué chachi!
Amelia avisa a Salvador de lo sucedido y creen que lo más probable es que vuelva al Ministerio o bien para huir por otra puerta o bien para volver a su casa. El problema es que temen que le haga daño al niño, así que Ernesto cree que lo mejor es pedirle ayuda a Enriqueta. Ésta quiere saber qué va a ganar a cambio, pero, cuando Ernesto se pone en plan desdeñoso, le dice que le ayudará con una condición.
Al final, los dos van al encuentro de Crazy Enriqueta, con el apoyo de los Geo, cuando ésta sale de la puerta que lleva a 1986. Crazy Enriqueta amenaza con matar al niño (hija, qué perra, con lo mono que es) y la Enriqueta joven le habla de una muñeca que tenían, Felicidad. Luego le pide que suelte al niño, pero Crazy Enriqueta dice que siempre los cuida y que a ese no se lo van a quitar. Crazy Enriqueta está como una chirimoya, pero eso ya lo sabemos. Enriqueta le pregunta sobre su difunto hijo y le dice que no fue culpa suya lo que pasó y que no se lo merecía, al igual que no se lo merece la madre del niño.
Entonces lo suelta y Ernesto se lo lleva, mientras Enriqueta le pregunta quién es. En un primer momento dice que es un monstruo, pero tras que Enriqueta insista, dice su nombre y se echa a llorar. La Enriqueta joven le da el guardapelo que le regaló Amelia y vemos que se suicida con el contenido del mismo, cumpliendo con uno de las posibles formas de morir que mencionan los del Ministerio.
De hecho, Salvador les explica que la única condición que Enriqueta puso para ayudar fue que no sufriera y que, precisamente por eso, confía en que asuma su destino. Salvador, además, les felicita, poniendo énfasis en que todos lo han hecho muy bien, y le da dos días libres.
Una vez la patrulla se va, Irene le comenta a Salvador que la única forma de ayudar a Julia es contarle todo. Salvador no sabe si es buena idea hablarle del Ministerio, pero Irene le dice que, por un lado, ya estuvo ahí de pequeña y que, por otro, cree que podría ser una gran funcionaria. Así que se la lleva a los años 30 para que vea a su hermana, aunque le explica que no puede reunirse con Teresa o el shock de ésta sería demasiado grande.
A todo esto, Ernesto decide cogerse el día libre y va a ver a su hijo, Javier. Ernesto le dice que conoció a su madre, se presenta, pero Javier no ha oído hablar de él. Ernesto básicamente le cuenta que recibió una carta en la que su madre, Luisa, le explicaba que él era su padre y la verdad es que el chaval se lo toma estupendamente. No sé, como con mucha naturalidad y sin hacer dramas. De hecho, Ernesto cree que crecer sin padre que ser duro para él, pero Javier le dice que no fue así y, cuando Ernesto le propone estar ahí, Javier se lo agradece, pero le dice que no, porque no necesita algo que nunca ha echado de menos.
Aún así, Ernesto le da su tarjeta por si algún día necesita algo y el chaval se marcha. Yo ya estoy convencida de que Javier va a tener algún problema de índole timey wimey y va a acabar sabiendo toda la verdad sobre Ernesto. Pero, bueno, la verdad es que el encuentro padre/hijo me ha molado y me ha parecido muy natural y la actitud de Javier ha sido muy lógica.
Para acabar el episodio, Alonso queda otra vez con Elena y es que es taaaan mono cuando se pone a ligar con ella. Julián se alegra por él y, a la vez, se preocupa por lo tristona que está Amelia, aunque se las apaña para hacerla sonreír. De hecho, también le propone ir a cenar o al cine, pero Amelia huye. Y no me extraña, que la pobre tiene que llevar una paja mental del quince con tanto problema, ida y vuelta. Total, que como siempre que está mal, va a ver su tumba, pero, oh, su tumba ya no está. Tarán.
El episodio ha sido una maravilla, las dos tramas unidas en una ha sido algo magistral y encima María Rodríguez se ha cascado un señor capitulazo con su Enriqueta. Ayer di la tabarra por tuiter, pero es que ha estado TAN bien y TAN genial que sólo puedo aplaudirla, en serio, qué grandeza de actuación.
Por otro lado me ha parecido que, una vez más, combinan todas las tramas súper bien (no sólo las de los casos, sino las personales tipo Ernesto con su hijo, Alonso con Blanca y la pobre Amelia con su cacao mental) y han hecho que adore a Julia. Vale, siendo Alexandra Jiménez no era difícil, porque esa chica ha debido de salir del mismo lugar que las Supernenas, pero encima el personaje ha molado y si lo de la segunda patrulla con ella, Pacino y Argamasilla es verdad, yo daría saltos de alegría. En serio, lo compro totalmente.
Y encima Julián y su nueva actitud me están sorprendiendo muy gratamente y me alegra un montón que esté más relajado y le hayan liberado de su obsesión con Maite, sí, sí.
El episodio de la semana siguiente pinta curioso cuando menos, ya que Roberto Drago (mucho amor por él también, ainss) y Anna Castillo (y por ella, y por ella) descubren el Ministerio y éste debe convencerlos de que son un Ministerio normal. Yo ya con sólo ver las pintas que llevan todos me muero, así, directamente.