El minuto del payaso

Publicado el 07 marzo 2016 por Universo De A @UniversodeA

Obra maestra de la carcajada… y de todo

Sinopsis y ficha técnica

En el día del “Festival de homenaje al circo”, una función benéfica en la que van pasando números circenses en un teatro, un payaso espera su turno en el foso. Van a hacer que salga al escenario por una trampilla. En la soledad de esta espera repasa y evoca momentos de su pasado donde nos confiesa la relación con su familia así como los hechos y personas que le marcaron en el circo donde nació. Además ha venido un productor de la tele que le va a proponer que vaya a la televisión a hacer su número, todos los días el mismo, a la una de la mañana, en un late show. Un minuto.

Fecha del 16 de septiembre al 11 de octubre de 2015
Sala Teatro Español – Sala Margarita Xirgu
Horario De martes a domingo 20.30h. A partir del 1 de octubre: De martes a sábado 20.30, Domingos 19.30h.
Precio Entradas 18€. Martes, miércoles y jueves 25% de dto.
Duración 75 min. aprox.

Dirección

Fernando Soto

Compañía

Teatro el zurdo

Con

Luis Bermejo

Ficha artística

Vestuario y escenografía: Mónica Boromello
Ayudante de escenografía: Alessio Meloni
Iluminación: Eduardo Vizuete
Maquinaria: Francisco Revaliente
Selección Musical: Fernando Soto
Fotografía: Claudio Casas y CDT
Diseño Gráfico: Chapo
Producción Ejecutiva: Luis Crespo

Una Producción de Producciones El Zurdo S.L.

Comentario previo

¿Quién ha dicho que sólo los dramas puedan ser obras maestras?, ¿quién se puede atrever a decir a estas alturas que la comedia sólo es frivolidad y escapismo, que no pueden hacernos pensar, hablar de muchos temas relevantes y hacernos reflexionar?; desgraciadamente, el tópico sigue vivo, y no siempre se hace justicia al siempre pobre y denostado género de la comedia, que como buen bufón, es el permanente plebeyo que siempre debe ceder su sitio a otros géneros supuestamente más aristocráticos (especialmente, el siempre regio drama), con más abolengo, prebendas y linaje.

Quizás la cosa incluso venga de hace mucho tiempo y tenga bagaje histórico, no en vano, en la antigua Grecia, monarcas y dioses protagonizaban las tragedias; y las comedias, bueno, digamos que no tenían personajes tan ilustres….

¡Pero no señores!, ¡hoy no!, hoy es el día en que todos nos postraremos ante ese gran género que es la comedia que tanto ha aportado a la historia de la humanidad y que, seamos realistas, sin él no podríamos vivir.

Yo siempre me acuerdo de una anécdota que me pasó cuando era muy joven, alguien me dijo en una ocasión: “…, a ti sé que te va a ir bien en la vida, porque tienes un gran sentido del humor”; en su momento, fui incapaz de entender esa frase (¡imberbe ingenuo!), pero cuantos más años pasaron, más la comprendo y mejor he asumido su significado, y es que, sin humor no podríamos vivir, la comedia es indispensable en nuestras vidas, el humor es de las cosas más importantes que hay, porque nos da esperanza, y sin ella, seamos realistas, no podríamos seguir viviendo en el mundo que hemos creado.

Y para los más gafapastas y falsos intelectuales, que creen sólo vivir de alimento para el alma, de grandes y altos pensamientos insondables… recordarles que no han faltado grandes figuras de la historia (incluidos artistas, científicos… etc) que han dicho que el sentido del humor es una de las cosas que mejor demuestra la inteligencia de una persona.

Por ello, cuando te encuentras con un producto tan brillante como el de la crítica, no temes proclamarlo a los cuatro vientos, y que digan lo que quieran, porque quien se quede en lo superficial, en las vanas apariencias, jamás será capaz de entender nada, y ellos se lo pierden.

Y no soy el único que lo piensa: el público ha respondido, ha acudido en masa, el espectáculo ha arrasado en la recién renombrada Sala Margarita Xirgu del Español; hasta el punto de ser uno de esos escasos espectáculos para los que es realmente difícil conseguir entrada (y al que por cierto, se pudo ver asistiendo a todo tipo de famosos: Paco León, Ana Belén, Pepón Nieto… entre otros); continuamente un lleno completo, y quejas de personas que se quedaban sin entrar y se preguntaban como era posible que no se prorrogara (cierto que todos sabemos que un teatro público no funciona como un privado, ¿pero por qué se reprograman los bodrios y los éxitos no?, ya he hablado de la inadecuada gestión de este teatro en muchos aspectos, así que no voy a volver sobre ese tema…), en definitiva, como muchas veces sucede, los espectadores han avalado un espectáculo de enorme calidad, primero con sus asistencia, y finalizando con ovaciones en pie. Vamos, Un triunfo absoluto.

Crítica

La verdad es que cuesta encontrarle los defectos a esta producción, hay que ponerse realmente exigente para ello, tal vez algunos de los chistes sobre determinadas Comunidades autónomas puedan ofender a alguien, o quizás haya a quien no le guste a veces un humor que puede llegar a sonar (engañosamente) un tanto tonto, simplón y repetitivo.

Y dicho esto, he finalizado con todas las posibles cosas malas que se podrían achacar a este montaje (y mira lo poco que es y las pocas líneas que he necesitado para escribirlo, sin mencionar que todas esas cosas que he dicho no dejan de ser relativas), puesto que, la verdad, todo es absolutamente perfecto. La realidad, es que apenas a los cinco minutos de empezar, y sin que el actor haya pronunciado casi una palabra, eres consciente de que estás ante una obra maestra absoluta, cosa que vas confirmando durante toda la función, y que queda definitivamente claro al final, cuando ya no puedes reprimir el “¡bravo!”.

La verdad es que todo es tan genial, y está tan bien hilado entre sí, tan sublimemente imbricado y anexionado, tan coherente, que yo llegué a pensar que el actor había escrito también el texto y se había autodirigido… lo que demuestra hasta que punto se ha alcanzado una absoluta y excelentísima simbiosis entre los distintos miembros de la producción, que han conseguido trabajar como si fueran uno, en tan perfecta unión, que parece que todo sea obra de una misma persona… es todo tan magníficamente natural, tan verosímil, tan aparentemente espontáneo (aunque seguro que se mataron a ensayar, porque algo así no se consigue de la noche a la mañana, y ahí está una importante parte de sus numerosos méritos), que a veces hasta pierdes la noción de que es realidad y que es ficción, y hasta que punto hay algo del personaje en el actor y viceversa, donde están los límites entre lo que es y lo que se ha creado… sí, está claro que ha habido un magnífico trabajo de equipo que ha dado un resultado absolutamente espléndido.

Tal vez, lo que mejor lo demuestra, es que a mí me resultó absolutamente imposible distinguir entre lo que era improvisado y lo que era ensayado, entre lo que podría estar marcado o formar parte del texto, y lo que surgió de forma única y extraordinaria en mi representación y probablemente nunca jamás se vuelva a repetir… y conseguir algo así es algo tan realmente inusual como impresionante y estupendo.

Pero esa verosimilitud, esa naturalidad, hoy día siempre tan esquiva en el teatro, si bien es una de las grandes virtudes de este espectáculo, no es en absoluto la única, sino una de las múltiples que adornan este formidable montaje.

Hablemos del texto de José Ramón Fernández, ¡qué maravilla!, por mucho que diga me quedaré corto, necesitaría tenerlo y releerlo párrafo por parrafo para hacer un análisis completo, porque hay tanto qué alabar de él… así que diré unas cuantas cosas, y como ya digo, no serán todas: es, indudablemente, un gran homenaje al teatro gestual, el clown, pues a veces los gestos dicen más que las palabras y expresan más (especialmente al principio); contiene todo tipo de reflexiones vitales, cotidianas, profundas, artísticas, intelectuales… realmente apasionantes y dignas de ser pensadas; a veces, parece que se va a ir a la emocionalidad barata, tan típica de tantos espectáculos cómicos que parecen creer que la risa no es suficiente emoción, pero jamás llega a caer en ello, y ahí está también su genialidad; pero además posee humor de todos los tipos, y en general bastante accesible, aunque astuto, porque cuela muchas cosas e ideas interesantes cuando menos te lo esperas… en definitiva, es un escrito que desborda inteligencia. Y todo ello lo descubrimos a través de un personaje qué fácilmente podremos reconocer en otras personas que han pasado por nuestra vida (o de vez en cuando, con el que incluso podemos identificarnos) de un hombre amargado, cínico, frustrado, exasperado, superviviente, ordinario… y absolutamente maravilloso.

Pero seamos realistas, no es un texto fácil a ningún nivel, y bien podría haber sido un fracaso y un desastre completo, si no estuviera avalado por una buena dirección que encuentra la forma de darle el dinamismo necesario, de reconvertir la pequeña sala del Español en un lugar agradable estéticamente y verosímil (¡parece realmente que estés en el foso con el payaso, entras en la historia de una manera increíble!), y es que el espectáculo no decae en absolutamente ningún momento, no hay descanso, ¡es una espectacular montaña rusa de la diversión!, y ello se debe muy en parte a la inmensa habilidad de Fernando Soto para llevar, lo dicho, un monólogo nada fácil (estos siempre lo son, y lo ya comentado, este texto, a pesar de su genialidad, es especialmente complejo).

Pero con toda seguridad, nada de lo anterior serviría de nada sin la pieza clave para que este montaje triunfe, sin aquel que va a hacer que el personaje viva, que exista durante una hora y diez minutos: el actor Luis Bermejo.

Hay que ser realistas y sinceros, este es el tipo de obra que depende muy en parte de la pericia y las capacidades del actor que encarna al protagonista, y personaje único de la función, que, como no sea bueno, como no sea todo un maestro en su arte, difícilmente podrá superar el conjunto de la producción la prueba del público, es más, casi con toda seguridad, sería un auténtico fiasco. Pero por suerte, Luís Bermejo tiene toda la vis cómica suficiente e incluso más, es divertidísimo, arrasa, se gana al público, lo implica, lo convierte en su aliado, asimila totalmente al personaje hasta el punto de que nos cuesta saber si está interpretando o si no, si quien tenemos delante es él o un personaje… vamos, una interpretación de las que hacen época y consagra a un grande. Uno de los mejores ejemplos de ello, y que demuestra su dominio de la comedia, es que sabe que lo importante no es siempre sólo lo qué se dice, sino cómo se dice (es más, a veces algo en si mismo no tiene gracia por las palabras en sí, sino por como son dichas).

Tan afortunada conjunción de tantos formidables talentos sólo puede dar lugar a una sucesión de diversión sin fin, unas carcajadas permanentes en las que la anterior no deja sitio para la siguiente, y por lo tanto se unen en una risita que se extiende durante casi toda la función sin que apenas puedas contenerla hasta desembocar en la siguiente carcajada, de modo que te duele el diafragma de tanto reírte (¡pero qué importa!, si hay que sufrir un dolor en la vida, ¡¡¡qué sea ese!!!); pero no nos engañemos, no se queda todo en una risa superflua porque las reflexiones, los inteligentes pensamientos que se reconocen de fondo también calan, también se reconoce toda la brillante perspicacia que acompaña la obra y que tan hábilmente sabe disfrazarse bajo, en ocasiones, hay que reconocerlo, un humor sabiamente tontorrón y aparentemente inocente (pero que no lo es en absoluto).

En definitiva, absolutamente brillante, una incuestionable obra maestra con todas las de la ley, un imprescindible… una de esas maravillas por las que los amantes del arte nos pasamos la vida suspirando encontrar.