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Ayer en Miranda de Ebro, localidad burgalesa de 39.000 habitantes, su equipo de fútbol remontó una eliminatoria de cuartos de final de la Copa del Rey de manera épica abriendo una nueva página en la historia del fútbol español. El Mirandés ganó en el último suspiro a un Espanyol que jamás mereció estar en semifinales y que ganó el partido de ida en Cornellà-El Prat de manera bastante polémica. Sin faltarle el respeto a los pericos, ellos lo saben, ayer media España deseaba verlos fuera y así fue, por supuesto las celebraciones fueron por todo lo alto, porque celebraban más que una victoria.
El milagro del equipo burgalés sigue ahí, esta vivo y después de eliminar a Villareal y Racing de Santander ya sabe que probablemente se medirá ante el Athletic en semifinales. Solo el Figueres anteriormente había conseguido como equipo de Segunda B llegar hasta tan lejos.
Ayer el R.C.D.Espanyol sufrió un duro golpe, de los que se aprende, de los que sólo queda levantarse y seguir adelante. El club periquito tiene mucho mérito, es un histórico que pese a disponer de un bajo presupuesto y llenar su plantilla de canteranos está haciendo una labor magistral en la Liga de la mano de un entrenador coherente como lo es Pochettino, junto con el Levante diría que son los que mejor está gestionando la relación calidad-efectividad.
Hace unos días, un amigo perico me comentaba una anécdota que le sucedió con su hijo pequeño, al que ya ha llevado varias veces al magnifico estadio de Cornellà-El Prat, en este caso el día que les visitó el Barça. Al acabar el partido, después de un día lleno de emociones, el Espanyol consiguió empatar en los últimos minutos y de repente un estado desmesurado de euforia se desató en la grada blanquiazul como él nunca antes había visto.
Ahí vino cuando Samuel, de tan sólo seis años, le preguntó a su padre “¿Papá, porque la gente está tan contenta si hemos empatado?”. No sé que le debió responder ahí su padre, conociéndole estoy convencido que le contaría que el Barça son los malos y el Espanyol los buenos, el caso es que si ayer vio el partido estoy convencido que sí se vio identificado con la alegría del Mirandés y no con la del empate de su equipo aquel día.
Si Samuel y los jovenes pericos siguen identificando de mayores esa diferencia, con la fuerza del Espanyol, sus valores y el cambio de mentalidad, estaremos hablando de un equipo grande y admirado, aún más que ahora. Ahora sólo toca felicitar efusivamente al Mirandés porque están donde se merecen.