Con el cine de Payne siempre ocurre lo mismo. Encontramos el mayor handicap en su propia promoción, porque las expectativas creadas nunca son alcanzadas. Vale que en ocasiones los textos son exquisitos, como en el caso de Entre copas (2004), y los actores elegidos cumplen a la perfección, sin embargo, la sensación de dejavú enseguida hace acto de presencia. Personajes embarcados en un viaje existencial a través de hechos cotidianos, en ocasiones exagerados, que aterrizan en una lección autocomplaciente. Aquí encontramos la gratificación de un público ávido de relatos que oscilan del llanto más buscado a la comedía metida con calzador.
Para llegar a buen puerto con un personaje perdido en sí mismo, Payne ha apostado todo a caballo ganador eligiendo a George Clooney como en su día lo hizo con Jack Nicholson. El niño mimado de Hollywood entrega un trabajo correcto pero nada más lejos de lo que se nos ha vendido como el mejor de su carrera. ¿Acaso sus desmesuradas gesticulaciones distan mucho de sus anteriores actuaciones? ¿Acaso es tan diferente este Matt King del recolector de millas de Up in the air?
Lo mejor: la química entre Clonney y Woodley.Lo peor: bucea en lo cotidiano con excesivo oxígeno erudita.