Lo extraño sobre este lugar, sin ningún tipo de pendiente, son las decenas de rocas repartidas por el lugar, acompañadas por una estela en el barro seco, como si algo o alguien las hubiera movido del sitio. El problema: nadie las ha visto moverse nunca
Por supuesto, el fenómeno no tardó en ganarse el aprecio de los "misteriólogos" que atribuían el movimiento de las rocas a campos de energía (el secreto, nunca especificar qué tipo de energía) o alienígenas (venimos desde la otra punta del universo para cambiar vuestras piedras de sitio cuando no miráis).
Para variar, iban muy desencaminados.
En 1948, el USGS (Servicio de Geología de Estados Unidos) mandó a dos investigadores descubrir el por qué del fenómeno. Convencidos de que tenía que ver algo con el viento y la inundación ocasional de la zona durante las épocas de lluvia, Jim McAllister y Allen Agnew mojaron una franja de la planicie y usaron un propulsor de avión para crear una fuerte corriente de aire con el fin de intentar mover las rocas. No lograron replicar el resultado natural.
Durante 58 años, todo intento de explicar la naturaleza de este fenómeno terminó en fracaso, aunque se empezó a pensar que tenía algo que ver con la acción del hielo y la resbaladiza superficie arcillosa que se forma en el lago cuando llueve.
Después de visitar anualmente Racetrack Playa con sus alumnos durante 7 años consecutivos, el número de rocas que parecían seguir trayectorias paralelas hacía sospechar a John Reid, un profesor del Hampshire College, que durante el invierno la llanura se congelaba y la masa de hielo era empujada por el viento, arrastrando las piedras consigo. No era una mala hipótesis... Hasta que Paula Messina, geóloga de la universidad de San José, trazó las trayectorias de las piedras mediante GPS y, además de descubrir que las trayectorias no eran paralelas, calculó que la velocidad del viento viento necesaria para moverlas en este escenario hipotético rondaba los cientos de kilómetros por hora
No fue hasta 2006 cuando Ralph Lorenz, un científico planetario, consiguió replicar el fenómeno "estando por casa". Se dio cuenta de que, en algunos casos, las estelas de las rocas cambiaban abruptamente de dirección al cruzarse con otras, como si las rocas hubieran chocado. La única manera de que esto ocurra es que exista una masa de hielo alrededor de cada roca que, al impactar contra otra, se desvíe sin pararse gracias al bajo coeficiente de rozamiento del hielo. Probó su teoría con una pierda, el congelador y un par de tuppers, y el sistema funcionó.
La hipótesis que desarrolló es la siguiente:
Una roca está inicialmente tirada de cualquier manera en Racetrack Playa (1). Cuando llega la época de lluvias, el valle se inunda (2) y, si hace suficiente frío, una capa de hielo se forma en la superficie del agua y rodea las rocas, ya que el agua cristaliza más fácilmente sobre una superficie (3). En invierno, esta capa de hielo permanece estable mientras bajo ella el nivel del agua aumenta con las lluvias. Como el hielo está enganchado a la roca, y este se eleva con la subida del nivel del agua, la roca se levanta de suelo junto a él(4). La fricción entre la capa de hielo y el agua es muy baja por lo que, la mínima que el viento sopla sobre la piedra, todo el conjunto se desplaza (5) mientras la parte baja de la roca, en contacto con el barro resbaladizo que se forma en el suelo, va excavando la superficie a media que la roza (6). Cuando se deshace de nuevo el hielo y el agua se evapora, quedan las marcas expuestas al sol y las piedras se depositan en un lugar diferente.
Pero... ¿Y esas fintas que hacen las piedras, como en la imagen de antes?
Cuando cambia el viento de dirección, también lo hacen las rocas que están siendo empujadas por él, no te preocupes por ello.