Cabárceno es hoy conocido por albergar un parque de animales muy popular. Sin embargo, antes de ser un lugar turístico fue una mina de hierro. Durante siglos, desde época romana hasta prácticamente el S. XIX, los picos de los mineros fueron horadando el terreno para extraer el hierro de sus entrañas hasta transformar el paisaje. Hoy Cabárceno parece un lugar extraño, de otro planeta. El color rojizo de sus pendientes desnudas parecen heridas al aire libre abiertas hace unos 2.000 años.
Fue en esa época, durante el Imperio Romano, cuando ocurrió un hecho fundamental en esta historia. Alguien, por alguna razón que desconocemos, ocultó un caldero en una galería de la inmensa mina. Parece que trataron de esconderlo, pero ¿por qué? A lo mejor fue en la época de los saqueos de los bárbaros, ya en plena caída del imperio. El dueño del caldero, ¿tuvo miedo de que lo robaran? Y si fue así, ¿era porque tenía algún valor?
Paisaje de Cabárceno.
Seguramente se trataba de un utensilio muy valioso, pero no por su material ya que está hecho de bronce. Su valor tenía que estar en su uso. Estaba en perfecto estado. No había sido utilizado para cocinar, ya que su base estaba intacta, algo imposible si hubiera estado en contacto habitual con el fuego. ¿Para qué había servido? ¿Había sido un caldero de uso religioso? ¿Ritual? ¿Decorativo?No se sabe por qué, pero el caldero acabó en las minas de Cabárceno en época romana. Sin embargo, esto estaba lejos de ser el principio de su historia. Cuando fue escondido, el caldero tenía ya unos mil años de antigüedad. Y tampoco resultó ser cántabro. Su origen hay que situarlo varios miles de kilómetros más al norte, en las Islas Británicas. ¿Cómo llegó a Cantabria en plena Edad del Bronce?
Las antiguas rutas por marCuando pensamos en el pasado tendemos a creer que el mundo era mucho más grande que ahora. Pensamos que las largas distancias eran infranqueables y que, excepto algún viajero y aventurero memorable, las personas apenas podían ir más allá de su vecindario más inmediato. Sin embargo estamos muy equivocados.
Cantabria está geográficamente encajada entre las montañas y el mar. Hay algunas pocas rutas que comunican esta tierra con el interior de la Península y que básicamente son las mismas desde la Antigüedad. Pero cuando esos caminos estaban cerrados por la nieve en invierno, por ejemplo, la única salida de Cantabria era en barco.
Hasta la invención del ferrocarril, bien entrado el S. XIX, lejos de ser un obstáculo, el mar siempre ha sido un lugar mucho más fácil para viajar que en tierra firme. En el mar había piratas y tormentas, pero las corrientes siempre eran las mismas lo que facilitaba la creación de rutas de contacto. El mar unía mucho más de lo que lo hacía la tierra firme, cuyos accidentes geográficos como las montañas y los ríos aislaban regiones enteras hasta que llegaron los medios de transporte modernos. Por eso, aunque pareciera extraño, había zonas costeras bastante alejadas entre ellas pero con un contacto marítimo mucho más intenso que con otras regiones tierra adentro. Esto era el caso de la costa cantábrica y las Islas Británicas.
No es de extrañar entonces que existiera una intensa relación entre ambas orillas. Sin embargo, lo que demuestra el caldero de Cabárceno es que esta relación es muy anterior a lo que podíamos sospechar. Los antiguos pobladores de Cantabria comerciaban con los celtas de Irlanda o Inglaterra donde intercambiaban objetos a cambio de estaño, un material abundante a este lado de la ruta pero muy escaso en las islas. Seguramente uno de esos objetos intercambiados fue el caldero que tan milagrosamente ha sobrevivido casi intacto durante tres milenios, pasando de mano en mano hasta que fue escondido en una mina.
Hoy el caldero sigue en su patria de adopción, en Cantabria. Se puede visitar en el Museo deArqueología y Prehistoria en Santander, un lugar muy recomendable que alberga algún que otro misterio más.