El misterioso escultor de Amsterdam

Por Comolegaraholanda


Estaba yo este viernes, como cualquier otro viernes, trabajando en la oficina (o más bien intentando trabajar). Y mientras un chino y un griego me cantaban en estéreo, mi jefe decidía que no quería ser menos que su empleado nuevo (que por cierto viene de una empresa de ésas que se dedican a mandarte mensajitos fraudulentos al móvil; perfectamente legal y ubicada en pleno centro de Amsterdam para más datos). Para competir con el rifle de balas de gomaespuma que el susodicho trae consigo desde el primer día de trabajo, el jefe de marras corría en su moto a una juguetería para hacerse con dos pistolitas de plástico, mientras a través de nuestras paredes de vidrio se podía ver una niña rubia de unos tres años corretear pasillo arriba pasillo abajo vestida de princesita, corona incluida. En ese momento pensé que en este país, o al menos en esta ciudad, puede pasar cualquier cosa sin que nadie se inmute demasiado. Al fin y al cabo es la ciudad en la que te levantas una mañana y ves que han aparecido de la nada estatuas que antes no estaban. ¿No sabes de qué te hablo? Entre 1982 y 1995 aparecieron en Amsterdam seis estatuas, perfectamente asentadas en la vía pública, sin que nadie reclamara su autoría o admitiese saber nada del asunto. A día de hoy, a pesar de lo mucho que ha llovido, sigue sin estar clara la resolución de éste, uno de los mayores enigmas de la ciudad. Analicemos pues cada una de las estatuas y la historia que hay detrás de ellas.
1 - El hombre que quería coger el tranvía 10, 1982
Un hombre invisible con sombrero, gabardina de altas solapas y la funda de un instrumento musical corre como si lo persiguiera el diablo hacia la parada del tram número diez en la Marnixstraat. Tanto corre que ha de asir su sobrero con la mano izquierda para que el viento no lo arrebate a su (inexistente) cabeza. ¿Qué nos quiere decir esta enigmática estatua forjada en hierro? ¿Una alegoría contra la cada vez más acelerada vida moderna? ¿Una alusión a Momo y sus hombres grises quizás, siempre pendientes del reloj? El caso es que nunca lo sabremos. Por no saber, no sabemos ni quién fue el autor de la escultura. Un día no estaba allí y al día siguiente ¡zas! apareció de la nada. El ayuntamiento de la ciudad negaba todo conocimiento pero aún así no emprendió acción alguna para retirar la obra supuestamente emplazada sin permiso oficial alguno.
Pasaron los años y la estatua seguía en su emplazamiento original, sin dar mucho más que hablar tras la sorpresa inicial. Pero un buen día desapareció. Como vino se fue. Muchos pensaron que había sido robada, pero no era el caso. Un par de años después el sujeto con prisas reapareció en su lugar, pero como pasó con Gandalf tras su encuentro con el Balrog, su tonalidad había cambiado. En vez de un hombre gris, por algún oscuro motivo, ahora teníamos un hombre azul. Y tras esta misteriosa ausencia, el escultor volvió a la carga con más energías que nunca: muchas otras esculturas estaban por aparecer en la cuidad de los canales.
2 - El leñadorcito, 1989

En Amsterdam hay una plaza que se llama Leidseplein. En Leidseplein hay un pequeño parque. En el parque hay un gran árbol. En el árbol hay una rama. Y en la rama está la pequeña estatuilla de un hombre que, sierra en mano, intenta cortarla. El leñadorcito se encuentra en plena zona de marcha de la ciudad, pero milagrosamente ha sobrevivido hasta hoy. Eso sí, a lo largo de estos años le han robado diversas piezas (primero la sierra, después la gorra) que de un modo u otro siempre fueron repuestas al cabo de varios días. ¿Dónde está mi gorra? - rezaba un cartel, que parece funcionó, al lado del hombrecillo tras el segundo de los incidentes -.
La verdad es que siempre que paso por Leidseplein me olvido de levantar la vista hacia los árboles, así que hasta el momento nunca he tenido el gusto de conocerlo en persona. Para que no os suceda lo mismo y podáis encontrar al leñador con facilidad sin andar forzando la vista como quién busca a Wally, os dejo una foto con su emplazamiento exacto. Y por cierto, si os ha gustado el juego de buscar la estatua, por Leidseplein están desperdigadas las figuras de nada menos que cuarenta lagartijas. Éstas no son anónimas, pero no por ello dejan de ser curiosas. ¿Te has encontrado alguna vez con alguna?

3 - El violinista, 1991
En el centro de Amsterdam, allí donde se encuentran el río Amstel y uno de los múltiples canales de la ciudad, se alza un edificio de factura moderna que tiene una doble función: es a la vez ayuntamiento del municipio y sede de la ópera y el ballet nacional. De hecho recibe en nombre de Stopera, juego de palabras en neerlandés que amalgama ambos términos. Ya sabemos como funciona esto: Nos hace falta un ayuntamiento, nos hace falta una ópera… ¿para qué vamos a levantar dos edificios?
El caso es que una buena mañana, recién estrenada la década de los noventa, las baldosas de mármol del suelo de la stopera aparecieron reventadas. De las entrañas de la tierra pugnaba por emerger un violinista de bronce con sombrero cuyo rostro resultaba familiar: Para algunos era claro que tomaba como modelo a Claus Von Amsberg, el alemán consorte de la reina Beatrix. ¿Estaba nuestro escultor falto de inspiración; tal vez quería congraciarse con alguien?
Lo que está claro es que colocar al violinista en semejante coyuntura no pudo ser moco de pavo. Se especula incluso con que el único modo de hacerlo es haciendo explotar dinamita desde el techo del aparcamiento subterráneo. Y sin embargo desde el ayuntamiento más que holandeses se hacían los suecos y continuaban declarando no saber nada de lo ocurrido, a pesar de que en esta ocasión había sucedido en sus mismísimas narices.
4 - La mano y la teta, 1993
Esta es sin duda la más popular de las estatuas anónimas de Amsterdam, pues muy acorde con el motivo que representa se halla al ladito de la Ouderkerk, en pleno barrio rojo. Aunque en principio si no miras al suelo te pasará inadvertida, puesto que se haya incrustada en el pavimento ocupando el lugar de un puñado de adoquines, suscitó polémica desde el mismo instante en que apareció de la nada en medio de la vía pública. Los vecinos protestaban porque el ruido que hacían las bicicletas al pasar sobre la placa no les dejaba dormir, y hubo una señora añadió que era de muy mal gusto y no encajaba con el vecindario (???).
En menos de una semana el ayuntamiento procedió a retirarla ante las miradas atónitas de los curiosos que estaban por la zona, que fueron testigos de como al levantar lo que parecía una fina placa de bronce salía adherido un bloque de hormigón de más de un metro de largo. ¿De qué clase de recursos disponía el misterioso escultor para haber incrustado semejante mamotreto en el suelo sin que nadie se diese cuenta? Lo suyo debió de haberle costado, pues se cuenta que unos días después del incidente el susodicho se presentó indignado en el ayuntamiento para desfacer el entuerto. Ambas partes llegaron a un acuerdo: El artista modificaría la figura para insonorizarla en la medida de lo posible y el ayuntamiento volvería a colocarla en su sitio correspondiente. Además la ciudad pasaría a ser propietaria de todas las estatuas a condición de seguir manteniendo en secreto la identidad del artista. El misterio había sido oficialmente revelado, pero sólo a unos pocos escogidos.

5 - El acordeonista, 1994
Tipos anónimos, sombreros e instrumentos musicales. Sin duda este añadido a la fachada de la casa situada en Anjeliersstraat 175, en el barrio Jordaan, lleva el sello de autor de nuestro anónimo escultor. Éste fue colocado por el propio dueño de la casa, así que hete aquí otra persona que conoce al escurridizo escultor.

6 - Tertulia de hombrecitos, 1995

Tres sillas rojas de patas infinitas sostienen a tres hombrecitos con cara de adulto y cuerpo de infante que charlan animadamente (suponemos que acerca de sus aventuras de…).
No existe mucha más información en la red concerniente a este conjunto escultórico que es el menos popular por estar alejado del centro y al que los transeúntes suelen atar sus bicicletas. Si queréis echarle un vistazo se halla en el mercado Ten Kate, cerca de la Kinkerstraat.
Se trata de la última obra conocida del escultor anónimo en Amsterdam, quién a excepción de una nueva estatua llamada la monja, emplazada en Amersfoort en 1999, no ha vuelto a dar señales de vida.
Dos teorías circulan en torno a las estatuas y su autor. La primera, holandesa como ella sóla, es que el anónimo artista es en realidad….. (redobles)

…. la reina Beatrix
Se encuentran indicios de código Da Vinci por todas partes. El leñadorcito apareció subido a su árbol justo el día del cumpleaños de la reina, el violinista parece tener la cara del marido de la susodicha y cada vez que el artista decide pintar el metal, lo hace con uno de los colores de la bandera nacional (azul: hombre invisible, blanco: acordeonista, rojo: sillas de la tertulia). Por no mencionar, claro, que un escultor amateur cualquiera carece de los recursos e influencias necesarios para excavar agujeros de dos metros en medio del barrio rojo o colocar sus obras en el vestíbulo del mismísimo ayuntamiento.
La segunda teoría, más plausible, es que se trata de un médico de la ciudad que se dedica a la escultura en sus ratos libres. Este dato se le escapó a un empleado del ayuntamiento y desde entonces se ha tratado de localizar a dicho doctor.
El más firme candidato es un tal Andre Havas, psicoterapeuta que vive al ladito de la casa del acordeonista. Telita marinera con el logo de su web.
Otro sospechoso es un cirujano de la VU llamado Floris de Graaf, pues una estatua anónima de estilo similar que se llama husmeando en los libros y se ubica en Velsen parece ser suya.

¿Y tú quién crees que es el misterioso escultor? ¿Has visto ya todas estas estatuas? Yo, por mi parte, opino que en realidad se trata de Kim Jong Il….