Heracles era hijo de Zeus y Alcmena, esposa del rey Anfitrión de Tebas y nieta de Perseo, haciéndolo su bisnieto. Era entonces un semi-dios. Hera como siempre, celosa de los deslices de su marido, intentó acabar con el retoño fruto de una unión extra-matrimonial. Siendo niño, le envío dos serpientes, pero Heracles las cogió y las hizo pedazos. Así entonces se cumplía la profecía de que se convertiría en un hombre verdaderamente fuerte. Sólo le faltaba la inmortalidad y Zeus orgulloso de su retoño, quiso otorgársela, e hizo que Hermes marchara a buscarlo. En el colmo de la ironía Zeus acercó al joven a uno de los senos de su esposa Hera para que probara de la leche divina, pero Hércules chupaba el pezón con tanta fuerza que la diosa despertó adolorida y lo echó, Atenea lo recogió y lo llevó con Alcmena, aunque para esto era ya inmortal. Se cuenta justamente que al dejar de mamar cayeron unas gotas de la leche divina que en el firmamento produjo una raya blanca, compuesta por una infinidad de estrellas, y eso es a lo que más tarde se le llamo “Vía Láctea”. Heracles creció fuerte y vanidoso, en los deportes siempre era el primero.
Su padrastro Anfitrión además le dio educación de un príncipe y le dio maestros que le enseñaron a desenvolverse en el arte de los carros, la lucha, el pugilato, el manejar el arco y la flecha, a pelear con grandes armaduras, a cantar, a tocar la lira, a escribir y a leer. Pero Hércules era a menudo colérico y más diestro para la lucha que para las letras, un día uno de sus maestros, el de la lectura y la escritura, Lino, hijo de Apolo lo regaño y le propinó un par de golpes. Así fue como resultó muerto. Debido a esto su padrastro Anfitrión lo castigó y lo envío al monte Citerón, donde se volvió mucho más áspero y duro. Nada parecía vencer la fuerza de aquel joven. Al final fue llamado por Creón de Tebas, luego de que su padrastro Anfitrión muriese. Creón le dio a Hércules a su hija Megara en matrimonio, con la que tuvo tres hijos, y moderó un poco su comportamiento, y su vida de pronto encontró paz.
Hera, absolutamente envidiosa de esto, volvió para complicar las cosas e hizo que Creón se tornara hostil hacia el yerno. Heracles estaba furioso, otra vez volvió en él aquella personalidad tan iracunda que atemorizaba a todos y en una de sus coléricas situaciones, dio muerte a sus tres hijos y a la propia Mégara. Fue entonces expulsado de Tebas y fue destinado a entrar al servicio de Euristeo, rey de Micenas. Hércules se negó a obedecer tal orden y desesperado marcó a consultar al oráculo de Delfos. Para purificarse se le encargaron entonces que durante doce años se pusiese a las órdenes de Euristeo y ejecutara todo cuanto se le ordenase, y venciendo todos los obstáculos sería plenamente perdonado. Fue hasta donde el monarca de Micenas pero éste fue cruel, ya que le dio en total doce trabajos, y que en realidad parecían querer matarlo en lugar de lograr el objetivo…
El primero de ellos fue acerca del León de Nemea, el cual habitaba en las montañas de Apesa, era de origen sobrenatural y que hacía intransitable un camino entre Nemea y Micenas dificultando las comunicaciones y el comercio. El rey ordenó traer la misma piel del felino. Al llegar, ni flechas ni espadas hicieron efecto contra la bestia invulnerable. Hércules haciendo gala de su terrible fuerza la ahorcó entre sus brazos, cogió el león y lo llevó entero al rey. Al final se quedó con la piel del león que siempre llevaba encima para protegerse.
El segundo trabajo es referido a la Hidra de Lerna. Dirigiéndose al sur de Artos, se enfrentó a este monstruo de muchas cabezas las que aparecían una y otra vez sin importar cuantas veces hayan sido cortadas. El único medio era quemar una de las heridas. La lucha parecía prolongarse hasta el infinito, pero el fiel servidor y amante de Hércules, Yolao, lo ayudó prendiendo fuego a uno de los árboles donde se guarnecía el monstruo. Las llamas fueron quemando una a una las heridas sangrantes del monstruo y ya no rebrotaron. La última fue aplastada con una piedra, la cortó y la enterró sobre una gran roca. Luego mojó sus flechas con la sangre de este monstruo de esto modo las haría totalmente mortales.
El tercer trabajo es el del ciervo de Arcadia. Llamado Cerinitis tenía los cuernos de oro y las patas de bronce. Ningún cazador había podido darle en su vida a pesar de numerosos intentos. Euristeo estaba contento y cada vez más confiaba en Heracles. Se dice que Heracles lo persiguió durante un año y muchos esfuerzos. ¿Cómo? Lo obligó a marchar hacia el río Ladón, el cual no podía ser atravesado por el animal. Justo cuando iba a matarlo aparecieron Artemisa y Apolo. La primera preguntó: “¿por qué quieres matar a este animal consagrado?”. Él respondió la obligación frente a Euristeo. Así, entonces, se hizo con el ciervo y se lo entregó al ambicioso rey.
El jabalí de Erimanto fue la cuarta prueba, animal que devastaba los campos de la ciudad y que tenía su guarida en las montañas de la citada región. Heracles también persiguió a esta fiera sobre un espeso manto de nieve que cubría la montaña, y astutamente hizo que el jabalí sea atrapado por las patas. El animal era de aspecto temerario por lo grande y hasta el propio Euristeo se escondió al apreciarlo cargado fácilmente por el héroe.
Luego tenemos la llamada limpieza de los establos. Se decía que Augias, quien era rey de Elida, tenía una manada de bueyes contados en miles en unos establos que nunca se habían limpiado. Heracles cumpliendo a Euristeo una vez más partió para realizar este difícil trabajo y estableció un trato con Augias, y si los establos eran limpiados el héroe recibiría en recompensa la décima parte del rebaño. Pero Heracles entendió muy pronto que tal tarea era verdaderamente difícil, pues nunca podría tener ni el agua ni las manos suficientes para ejecutarla rápida y efectivamente. Probablemente nunca usó tanto el ingenio. Desvió los ríos Alfeo y Peneo haciéndolos pasar por los establos y previamente sacó al ganado claro, se dice que quedaron tan limpios como el oro. Augias se negó a cumplir lo pactado. El héroe se marchó resentido, más tarde invadió la Elida y la primera víctima fue el rey Augias.
El sexto trabajo fueron los pájaros de Ares. Era estos unos de tamaño descomunal que vivían a orillas del lago Estinfaleo, se decía que su pico, garras alas eran bronce, y lanzaban las plumas como flechas, se alimentaban, además, de carne humana. Heracles subió a una montaña que dominaba el lago, y empezó a tocar los timbales que Atenea le había dado y se dice que tanto ruido hizo que las aves salieron de sus refugios haciendo toda clase de movimientos desesperados, asustadas y despavoridas. Entonces, con su puntería, Heracles mató a los pájaros uno por uno, el veneno de las flechas las acabó ipso facto. En otras leyendas se dice que consiguió sólo alejarlas pues los argonautas los encontraron en una isla.
El séptimo trabajo fue el toro de Creta, el cual Poseidón había mandado para castigar al rey Minos por no rendirle el tributo que se merecía, es más, Minos se hizo con el toro y no quiso ofrecerlo en sacrificio y lo sustituyó por uno ordinario. Poseidón hizo que el toro se volviese furioso y causara grandes estragos en la isla de Creta, Heracles se apoderó de la bestia y luego de una difícil lucha, y con el animal a cuestas, pues lo metió en una red, se presentó ante el rey. Fue uno de sus trabajos más agotadores.
El octavo trabajo fueron las yeguas de Diomedes. En los confines de Tracia vivía un rey llamado Diomedes, el hijo de Ares y de la ninfa Cerene. Era famoso el soberano por sus peculiares caballos capaces de lanzar fuego y llamas por la boca y que además gustaban de comer humanos, al mejor estilo de un dragón. Al rey no le temblaba la mano a la hora de alimentarlos, por lo que todos los extranjeros que pisaban la costa de Tracia por error o por visita, eran sometidos a servir como alimento. Euristeo esta vez quiso que Heracles les traiga tales caballos. No fue una tarea sencilla, y justo cuando tenía en la playa a los equino, el héroe libró una de las mejores batallas contra todos los soldados del rey, quien finalmente murió. Las yeguas comieron su cuerpo y tras esto se convirtieron pronto en mansos mamíferos.
El siguiente trabajo fue referente a la reina de las Amazonas. La hija de Euristeo quería hacerse con el famoso ceñidor de dicha reina, regalado por Ares por cierto. Estas Amazonas eran un grupo de bravas mujeres guerreras que combatían a caballo y que por lo general usaban arco o hacha. Su reina era Hipólita, quien se decía poseía un hermoso cinturón de piedra que el dios de la guerra le había obsequiado. Emprendió el viaje Heracles acompañado de muchos héroes griegos y llegó al país de la dichosa reina, cuando llegó Hipólita prefirió ofrecerle el ceñidor en buenos términos, pero el mito no podía terminar de un modo tan benévolo y Hera, como siempre, asomó sus narices, y no quiso que la tarea para Heracles sea sencilla. Así que disfrazándose de Amazonas le dijo al resto de sus compañeras que el propósito del héroe era raptar a la reina. Heracles y sus compañeros llegaron al lugar pactado pero encontraron a las Amazonas en pie de guerra, y no les quedó más remedio que luchar contra ellas, e Hipólita cayó muerta luego del descomunal combate. Así el ceñidor marchó con Heracles, y Admetea, la hija de Euristeo pudo vanagloriarse de tener un adorno único en todo el mundo.
El siguiente y décimo trabajo fue el de los bueyes de Gerión. Éste, por supuesto, no podía ser un ser normal, sino un monstruo gigante con tres cuerpos inmensos, con sus respectivas tres cabezas que vivía en una fabulosa isla lejana, bien la Eriteia o una de las Baleares. En fin se le han dado muchos orígenes, el hecho es que sus bueyes eran de un color rojo que guardaba su bollero Euriton un perro monstruoso, Otros (ese era el nombre), y claro está, era hermano de Cancerbero, el dogo del Infierno. Obviamente Euristeo quería tal rebaño. El héroe se lanzó de nuevo al viaje y marchó al punto más lejano de occidente hacia donde el sol se ocultaba. El dios Sol le dio a Heracles una nave de oro para cruzar los mares, y el segundo, Okéanos, dios de los océanos, primitivo por cierto, calmó las aguas. Llegó y levantó las altas columnas Calpe y Abyla, una en cada continente. Al final llegó donde Gerión, y poco después mató al bravo e insolente Otros, de igual modo el pastor Eurition. Gerión ni reaccionó y cayó fulminado por las flechas del héroe. Éste embarcó a los bueyes rojos en la dorada nave de Apolo y lo transportó hasta el palacio de su amo. Más aventuras de Hércules se cuentan en su paso por la Galia, Italia y Sicilia, afrontando mil y una peripecias.
Como Hércules había recibido ayuda los diez trabajos se transformaron en doce, además aún no se había acabado el tiempo de servicio, es decir los doce años. Así que la onceava faena trató acerca de las manzanas de oro del jardín de las Hespérides. Resulta que al casarse con Hera y Zeus, Gea, les regaló unas manzanas de oro, tan bellas que fueron plantadas en el jardín de las Hespérides, cerca del monte Atlas. Claro, el árbol estaba bajo custodia de un dragón inmortal, con cien cabezas, hijo de Tifón y de Equidinia. Las dueñas de ese jardín eran tres hermosas ninfas, llamadas las Hesperides, Aiglé, Eriteia o Aretusa y Hyperetousa. Cada manzana al parecer tenía una virtud, una de ellas fue la famosa “manzana de la discordia”. Heracles no sabía dónde estaban estos frutos, pero consultó con unas ninfas y con Nereo, un anciano de los mares, el cual dio información luego de ser encadenado. Al fin y al cabo dijo que se hallaba en Mauritania, cerca de los confines de occidente, allí está Atlas, el gigante hermano de Héspero, que puede ayudarte. Nuestro héroe pasó por muchos países y de paso liberó a Prometeo al pie del Cáucaso, tras matar de un flechazo al águila que devoraba el hígado. El agradecido protector de la humanidad le dijo que no coja de ninguna manzana sino más bien que Atlas lo haga. Otras versiones dicen que Heracles dominó o adormeció al dragón y se apoderó del fruto. Las Hésperides, según el mito, por haberse dejado robar, fueron transformadas en árboles, un álamo, un olmo y un sauce, donde más tarde descansarían los Argonautas. El Dragón fue elevado al cielo y convertido en constelación, pero de la serpiente.
El último y doceavo trabajo fue acerca de Cerbero o Cancerbero, el perro del infierno. Ese fue el último trabajo solicitado por Euristeo, creyendo que este por fin acabaría con Heracles, cerrando con broche de oro la historia. Por orden de Zeus, esta vez le ayudaron Hermes y Atenea. Los muertos huían atemorizados de nuestro héroe en su paso por el Inframundo, y se dice que hasta libertó a Teseo, que había intentado robarle la mujer a Hades, pero aquí los mitos se contradicen, también liberó a Askfalos más tarde transformado en lechuza por Démeter. Heracles, ya ante Hades, le pidió permiso para poder llevarse al cancerbero, el dios aceptó pero a condición de que lo hiciese solo y sin armas. A las puertas del Infierno, donde se encontraba el can Heracles se acercó sigilosamente. Valiente con la piel de león como única arma, no hizo caso a los espantosos alaridos del monstruo ni a las fauces con llamas, así que lo cogió por el cuello donde se unían las tres cabezas y no lo soltó hasta que el animal se mostró sumiso, lo encadenó y lo arrastro hasta el trono de Euristeo pero éste lo rechazó por ruidoso, el héroe entonces tuvo que regresarlo al infierno.
Luego de eso Heracles estaba libre, y anduvo por el mundo logrando otras hazañas, esta vez peleando contra hombres, venciendo a Anteo, hijo de la Tierra; a Lico, un usurpador que había matado a Gerión, su suegro. También venció a Caco, un famoso ladrón, hijo de Hefaistos y abrió con sui descomunal fuerza el Estrecho de Gibraltar. Se dice que en ambas montañas escribió Non plus ultra, en las columnas que allí levantó. Y claro, además de su esposa, en esta historia Heracles no podía permanecer solo, y tuvo muchas mujeres, tales como las cincuenta hijas del rey de Etolia, Testio, y se dice que se casó con todas. La última de sus mujeres se llamó Deyanira, hija de Oeneo. El centauro Neso por cierto se la quiso robar, pero Heracles lo mató con una flecha, antes de morir el pobre Neso le dio a su amada una túnica con sangre diciéndole que si Heracles se la ponía, sería siempre bueno con ella. Y en efecto en una ocasión oportuna en la que los sentimientos de su marido parecieron inestables, Deyanira le envío dicha túnica a su marido quien se la puso y luego se la quiso quitar, pero se dice que la tela parecía ardiente y pegada ya a la carne. En medio del terrible dolor erigió Heracles una pira en el monte Etna, en la que se tendió, pues no podía soportar el dolor y ordenó inmediatamente a uno de sus amigos, Filoctetes que le prendiera fuego. Así llegó Heracles al límite de su vida, poco a poco las llamas lo iban invadiendo y con la piel del león puesta, tranquilo, estaba preparado para la muerte, el cuerpo se retorció entre las llamas, hasta que se quedó quieto y cerró los ojos. En medio de una lluvia de relámpagos y entre truenos descendió una especie de nube de oro. Cerca de las llamas se colocó un carro dorado de donde salió el mismo Zeus. “Ahora ya eres digno de subir al Olimpo y gozas de la dicha de los dioses”-exclamó su padre. El fuego había purificado al cuerpo de cualquier error humano. Heracles pareció renacer de las llamas y subió con Zeus al carro tirado por cuatro corceles blancos y la nube cubrió su ascenso hasta los palacios del dios máximo. Heracles habitaría con los dioses, aunque él mismo le pidió a su padre convertirlo solamente en semi-dios; poco después recibió a su hijo por una vida de trabajos extenuados y quizá hasta de soledad, recibió por esposa a Hebe, una copera del Olimpo, la cual simbolizaba la eterna juventud. Además, para complacer a su esposo, uno de los últimos deseos de Heracles fue pedirle a su esposa que diera la juventud a Yolao o Lolao, su compañero y amante, generoso y fiel en todas sus aventuras.