En la zona del Mediterráneo surge parte de los mitos que confortaran la herencia del mundo occidental. Desde el enûma elish hasta el relato del Génesis se muestra unas cosmogonías que implican ya una forma de pensar, una metafísica. No hay que olvidar que la mitología supone ya un pensamiento abstracto. El mito es el primer paso hacia la filosofía. En este artículo se destacan algunos pasajes y las similitudes de unos mitos con otros para vislumbrar la concepción del hombre primitivo del cosmos y de sí mismo.
En las Escrituras se encuentran dos relatos de la creación, el sacerdotal y el yahvista. También se puede marcar que la redacción de los primeros capítulos del génesis es posterior a otros textos del Pentateuco. Algunos estudiosos apuntan que la cosmogonía y los mitos de los orígenes desempeñaron un papel secundario en la conciencia religiosa de Israel. Pero se considera que el contenido es anterior a la época en la que fueron redactados.
La primera imagen de la creación según el relato del génesis tiene un origen muy arcaico. La idea de un océano primordial sobre el que se cierne un dios creador se puede considerar una representación de un arquetipo religioso. Conviene señalar que la idea de una creación ex nihilo no aparece en las Escrituras hasta el segundo libro de los Macabeos:
“Te ruego, hijo, que mires al cielo y a la tierra y, al ver todo lo que hay en ellos, sepas que a partir de la nada lo hizo Dios y que también el género humano ha llegado así a la existencia.” (2 Macabeos 7, 28)
Esta idea de una creación desde la nada, que puede insinuarse también en Isaías 44, 24, supone una ruptura con la mitología tradicional. Se propone un dios creador frente a un dios arquitecto. Sin embargo, las cosmogonías suelen comenzar con la ordenación de una materia preexistente.
Este relato del Génesis proviene de la cosmogonía mesopotámica. Una muestra de ello es la relación entre el término hebreo tehom, con el que se refiera a ese océano primordial, con la palabra tiamat de origen mesopotámico. La diferencia entre ambas tradiciones se ve en el hecho de que en el caso hebreo no se da una personificación del caos primordial, por lo que no hay un combate cosmogónico.
En el Enûma elis se encuentra una batalla entre Tiamat, representación del caos y el hijo del dios Ea, Marduk. Este último se hace con la victoria matando a la diosa y encarcelado en el infierno a sus once monstruos. Con el cadáver de Tiamat construyo el cosmos. Este mito puede recordar a la muerte del gigante Ymir en la mitología nórdica por parte de Thor y sus hermanos. Ymir es utilizado de la misma forma que Tiamat como materia prima del universo.
En la mitología griega se encuentra un mito similar de influencia hitita. La Madre Tierra crea al gigante Tifón ante el cual huyen a Egipto todos los dioses. Sólo Zeus hace frente a Tifón y a su monstruosa hermana, Delfine.
Por otro lado, la imagen del mar primordial se puede ver en el antiguo Egipto. Uno de los mitos de la creación narra que el mundo era un mar sin límite donde todo era oscuridad. Más allá de este mar surgió una flor de loto resplandeciente que fue el origen de la luz. El loto no sólo es un símbolo del sol, sino de la propia divinidad, el espíritu de Ra. Este surgimiento de la tierra a partir de un caos acuoso primitivo se puede entender como una representación de las inundaciones invernales tanto de los ríos Éufrates y Tigris como del Nilo.
La creación es entendida en un principio como una procreación, lo cual pone a la diosa madre como origen de todo. Pero la mayoría de los mitos del Cercano Oriente en el que las funciones de la matriarca han sido delegadas hacia su acompañante guerrero masculino. El Enûma elish sería un ejemplo de ello, pero también el mito egipcio donde la diosa Nut, el cielo, se une con Geb, la tierra, o la hierogamía griega de Urano, el cielo, con Gea, la tierra. En el mito hebreo el papel femenino queda oculto. El rol esencial lo juega Elohim. Pero los elementos matriarcales permanecen privados de su carácter de antiguas divinidades, quedan como abstracciones, Caos (tohu wa-bohu), Oscuridad (hoshekh) u Océano (tehom).
En todos los casos se trata de una organización del caos por parte de un dios creador. En el mito judeo-cristiano este acto se realiza a través de la palabra. Esto lleva en el Evangelio de San Juan a identificar el Logos con la divinidad. Esta idea recuerda a la una tradición egipcia que proponía que Thot, el dios de la sabiduría, había creado el mundo por la fuerza del Verbo.
El segundo relato del Génesis no parte de la existencia del caos acuoso, sino de un desierto, se opone la aridez a la vida. Resulta claro que naciera en una zona desértica. El otro punto curioso de este texto es la creación del hombre a partir del barro. Mitos análogos están atestiguados por todo el mundo. Parece, pues, un arquetipo en el que se forma al hombre de la materia prima (tierra, madera, hueso) y es animado luego por el aliento del creador. Normalmente el ser humano comparte la forma del creador.
Este es el caso del mito sumerio, en el que el hombre es modelado de la arcilla, luego la diosa Nammu le modela el corazón y Enki le da la vida. En los dos relatos se puede ver que el hombre comparte una parte de la esencia divina y otra de origen material. Su cuerpo pertenece al reino de la materia.
La creación de la mujer de una costilla extraída de Adam cabe interpretarla como una manifestación de androginia. El hombre primordial implicaría la unidad de varón y mujer. Este ser andrógino representaría la totalidad y se identificaría con un antepasado mítico. Supone además una copia de la androginia en la divinidad, modelo compartido por buen número de culturas. Esta totalidad une los contrarios: femenino- masculino, forma- materia, creación- destrucción, cielo- tierra.
Bibliografía:
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Anónimo, Biblia de Jerusalén, ed. Desclée.
Anónimo, El Corán, ed. Austral.
Armour, Robert A, Dioses y mitos del Antiguo Egipto, ed. Alianza.
Eliade, Mircea, Historia de las creencias y las ideas religiosas, ed. Paidos.
Graves, Robert y Patai, Raphael, Los mitos hebreos, ed. Alianza.