Una de las palabras que vimos en la primera parte para designar a los homosexuales en la antigua Grecia era Kynaidos que se conforma por los vocablos kyneo=mover y Aidos=vergüenza.
Aidós era nada más y nada menos que la diosa de la modestia y el pudor. Según el mito la diosa del pudor y del respeto siempre iba acompañada de la cruel Némesis, diosa de la venganza y la indignación, es la divinidad que los griegos en sus creencias arquetípicos asignaban como la castigadora de las transgresiones morales. Los griegos mantenían una creencia firme de que todo el que haya incurrido en la práctica antinatural de la sodomía tenía una espada como de Damocles pendiendo pacientemente sobre su cabeza esperando que el destino (para los griegos inevitable) hago lo suyo en algún momento.
Algo curioso sobre los griegos y su imaginario es que asociaron la palabra aidós con el ano. En realidad los griegos no dejaban escapar casi nada; su cultura tan animada a representar todas sus convicciones en mitos los llevaba a representar por ejemplo el erotismo como una hermosa mujer que se convierte en el famoso arquetipo de la hembra alfa.
Cuando Zeus creó al ser humano de las propiedades de su alma dejó fuera la vergüenza y puesto que no sabía dónde insertarla ordenó que Aidós fuese insertada en el ano, Aidós sin embargo se quejó contra Zeus diciéndole: accederé a ser insertada de este modo solo a condición de que cuando entre algo después de mí, yo salga inmediatamente.
Esopo
Este mito servía como enseñanza para los griegos de que el sexo atípico o antinatural traía consigo vergüenza para quien cometía el acto indebido y para su progenie como sucedió en la conocida tragedia de Layo y su descendencia.
En el mito de Layo se refleja muy bien la percepción que tenían los griegos acerca de la homosexualidad. Recordemos que Layo al exiliarse luego de la revuelta sufrida por parte de sus primos fue acogido como huésped del rey Pelope y le pidió que instruyese a su hijo Crisipo en el arte de domar caballos. Dejándose llevar por la pasión torcida, Layo hizo mal uso de su posición de mentor y abusó sexualmente del joven a su cargo quien por vergüenza (Aidós) se suicida en lugar de estar orgulloso por su experiencia gay. Pelope al conocer la transgresión invoca la maldición de Apolo sobre la vida de Layo provocando que Némesis se ocupe de la venganza o castigo. Por el acto contrario a la naturaleza cometido por Layo los dioses envían a la esfinge a Tebas, que con su cuerpo de león, cabeza de mujer y alas de pájaro aterrorizaba a la gente por los campos tebanos.
El infame Layo quien se casó con Yocasta recibió del oráculo de Delfos una advertencia para no traer la tragedia en el futuro, según la advertencia del oráculo él no debía tener familia pues un varón descendiente suyo mataría a su padre y se casaría con su madre. Esta advertencia dentro de las creencias griegas era inevitable porque Moira (el destino) es inevitable. Con los años su hijo Edipo termina convirtiéndose en un parricida y en un incestuoso al casarse luego de huir inútilmente del destino con su madre, Yocasta se ahorca, Eteocles y polinises que son los hijos de la relación incestuosa mueren en combate singular, Antígona e Ismeles son condenadas a muerte y Edipo se arranca los ojos para luego ser desterrado, todo esto por la relación homosexual en la que incurrió Layo.