Hace unos años empezamos experimentar una tendencia social en la que, cada vez más, a las personas se las valoraba por los CUÁNTO y no por los CÓMO o los POR QUÉ. Así, se empezó a relacionar que CUANTO más tuviera alguien de algo (dinero, lujos, aparatitos electrónicos última generación o éxito) más exitoso sería, más amigos tendría, más feliz sería su vida. De pronto la crisis llegó y hubo mucha gente que sólo hizo hincapié en valorar su CUANTO y el de los demás, que cuando llegó la hora de valorar otras cosas, se encontró vacío por dentro. Se desarrolló la tendencia del “o eres grande o te vas a casa”, pero, ¿y qué pasa si no quiero ser grande?
El otro día leí el artículo “Elogio a la mediocridad” de Deborah Marín, en su blog Oye Deb (uno de mis blogs preferidos), en el que ella contaba cómo se había quitado el peso de autoexigirse a nivel genio, cuando se dio cuenta de que en realidad no era alguien especial, sino una persona mediocre como todas las demás.
A mí ese artículo me hizo reflexionar sobre la autoexigencia y sobre la sociedad de completa competencia en la que nos estamos desarrollando. Una sociedad en la que si no pisas, parece que eres raro; en el que si no pones zancadillas a los demás, es que no eres lo suficientemente competitivo o que si no regalas horas a tu empresa y vives para trabajar, eres peor empleado que el de al lado. Se tiende a la regla del “o eres grande o te vas a casa”: o tienes un currículum de 10, o te vas a casa; o rindes a niveles estratosféricos aunque no seas feliz, o te vas a casa; o eres el mejor en lo que estás haciendo, o no habrá hueco para ti.
¿Pero y si yo soy feliz siendo imperfecta, equivocándome, emprendiendo con miedo y cometiendo 10.000 errores antes de que, por primera vez, algo me salga bien? ¿Y si mi única forma de competir o de compararme es contra una mejor versión de mí misma? ¿Y si me siento más productiva ayudando a los demás en vez de pisándoles o poniéndoles la zancadilla?
En realidad, y espero que esto te tranquilice después de haberte descrito este panorama tan desolador, esto existe sólo en la medida en la que tú lo consientas y quieras eso para tu vida. Es cierto que en el día a día estamos como metidos en una espiral sobre la que creemos que no tenemos ningún poder para cambiar cosas, pero te prometo que sí se puede. Ahí fuera también hay hueco para personas como tú, que lo único que quieren es encontrar su camino, buscar su hueco y hacerlo más y más grande cada vez, no por las ansias de invadir los huecos de los demás, sino para que dentro quepan más amigos, más ideas, más inspiración.
Hoy me encantaría que te parases a respirar hondo y empezaras a pensar si estás autoexigiéndote demasiado, si esta tendencia del ser grande por encima de todo ha podido con tus valores y has dejado de ser fiel a ti mismo. Piensa en lo que realmente te hace feliz y ve a por ello, el resto, lo que pase por el camino, formará parte de tu aprendizaje.
Y te lo prometo: el mundo no dejará de girar si te equivocas, el tiempo seguirá pasando, las vidas de la gente seguirán su cauce y no pasará absolutamente nada porque tú, que no quieres ser grande pero sí sentirte todo lo grande que te dejen, vuelvas a intentarlo.
Hasta el lunes, almas cándidas :)
“Todo el mundo puede ser genio, pero si juzgas a un pez por su habilidad para trepar árboles, pasará toda su vida creyéndose un estúpido”