El párrafo me pareció interesante, es otro punto de vista sobre el montaje, está extraido del libro “Josef Von Sternberg. Diversión en una lavandería china”. (Memorias).
Un personaje Josef Von Sternberg. Un verdadero amante del cine que lo vivió con verdadera intensidad y pasión. Pasión que no se quedaba en el plató y que contribuyó a dar forma al carácter que le hizo famoso.
Cuando el actor ha terminado su actuación el producto no está todavía acabado. El trabajo se completa con la ayuda de unas tijeras, que suelen entrar en acción con el estudio en penumbra y manejadas por alguien que solo tiene una sutil idea (cuando la tiene) de la intención original y puede cortar la frase más importante, o acabar con la expresión a la que el autor da más énfasis. Pocos realizadores disfrutan del honor de presenciar esta importante operación, que ha sido arrebatada por la parte no creadora de la profesión. El montador, a veces un experto, que domina la mecánica de la que es especialista, es capaz de hacer hablar rápido a un tartaja o de que una persona se mueva a una velocidad por encima de lo normal. Puede alterar el proceso y cambiar el tiempo y ritmo de toda la película o de un simple actor. Puede guardar piezas de la persona del actor cuando ya no actúa, por ejemplo, de cuando está pensando en la hora de comer, y eliminar con un corte de tijera aquellos fragmentos donde el actor estaba mejor.
Puede retener cortes y hacer que manos y piernas parezcan piezas de grasa de ballena (aunque las deformaciones físicas no sean tan absurdas como las mentales), y puede hacer pensar a la actriz más desmemoriada del mundo, reteniendo partes de su físico que había tratado de esconder cautelosamente.
Eso no quita que presumiera de tener el control sobre sus películas. Tuvieron que ser interesantes los encuentros entre los montadores y el realizador.