La desafortunada cantante, artista sevillana de la copla y los faralaes, es noticia permanente por sus entradas y salidas de la cárcel, adonde fue condenada con dos años de pérdida de libertad por blanquear dinero de su antiguo amante, el exalcalde de Marbella, Julián Felipe Muñoz Palomo, alias “Cachuli”. Ahora, tras cumplir más de la mitad de la condena, la tonadillera tiene derecho al tercer grado, lo que le permitiría disfrutar de un régimen de semilibertad, pernoctando de lunes a jueves en un centro de reinserción y con los fines de semana libres. Esta situación acapara titulares periodísticos y fotografías o reportajes en las revistas del corazón, sin que las demás excarcelaciones que se producen cada semana en las cárceles españolas atraigan idéntica cobertura mediática.
Pero con la que fuera la “viuda de España” las circunstancias son distintas. Entre otras, porque es un personaje de la farándula que creía tener impunidad para delinquir a la par que exhibía su vida sentimental y artística por los escaparates de la fama, mientras los delincuentes de medio pelo, los que ni cantan ni bailan para cometer delitos, simples “robagallinas”, por carecer, carecen de abogados que apelen por su situación y ni siquiera tienen claro poder acceder a los beneficios penitenciarios. Con tantos ojos pendientes del morbo que rodea a este personaje, ni queriendo podría la cantante olvidar la fecha de un permiso carcelario, mucho menos el acceso a la semilibertad, mientras que un preso común podría perfectamente desconocer la de su puesta en libertad, sin que nadie lo reclame. Un caso despierta el morbo de la fama caída en desgracia, y los otros, sin ningún interés para la sociedad y los medios, sufren la más absoluta indiferencia.