El Motín de Toledo de 1808 (I)

Por Pablet
SIGNIFICADO DE ESTOS MESES CRITICOS 
A la forzada abdicación de Carlos IV y la tumultuaria ocupación del Trono por el Príncipe Fernando, responden un estado de crispación de los españoles, reflejado, en primer lugar, en la ciudad de Toledo, antes que en ninguna otra población de España.
El enfrentamiento y la protesta del pueblo toledano, por la actitud de algunas de sus autoridades, a las que desde el primer momento califican de afrancesadas, es conocido hoy, en su detalle, merced a la copiosa documentación al respecto, conservada en el Archivo Histórico Nacional. 
En su virtud, puede seguirse el desarrollo de los hechos acaecidos en nuestra ciudad los d(as 21-22 de a bril de 1808, aparte de otros sucesos posteriores. Podemos seguir los apasionantes hechos, como en una crónica de sucesos, porque son páginas vivas, arrancadas del diario quehacer. Por ellas nos adentramos en el entresijo de la abigarrada sociedad toledana_ Conocemos desde los más empingorotados personajes al vecindario más humilde, jornaleros, artesanos, que vive en las TenerÍas.
Hay momentos que parece que estamos en las escenas medievales de la rebelión de Pero Sarmiento, en el lejano siglo XV. 
Advertimos que reaccionan los más variados estratos sociales, menos el ejército de guarnición en Toledo, que permanece inactivo en sus acuartelamientos y no es porque se carezca de tropas, porque las había en buen número; cuenta con efectivos de dos regimientos de línea, "España" y "Granada", de Guardias Españolas, de Suizos, de Voluntarios de Aragón.
 Las causas mediatas del Mot!n hay que buscarlas en aquel estado de opinión, en los recelos con el que los españoles -los toledanos en este caso- reciben las noticias de que Fernando VII va a ser depuesto y restablecido en el Trono su padre, el rey viejo.
En la mala disposición para recibir a las tropas francesas, a las que empieza a mirarse como enemigas e invasoras. Al respecto, el lugarteniente de Napoleón en España, el general Joaquín Murat, Gran Duque de Berg, el 30 de marzo de 1808, dispone que la División del general Dupont, entrase en Toledo, en su camino a Andalucía. 
Este manda, desde Aranjuez, el día 20 de abril, a su edecán General Marcial Thomas, con una escolta de dragones, que venga a Toledo y le informe de la operación alojamiento, nada fácil por las características de la ciudad
La operación se hacía con la normal colaboración de las correspondientes autoridades toledanas. La causa inmediata del motín está en la distribución de boletos y requisa de camas y lugares para el referido alojamiento, consistente en prepararle para 10.000 soldados y 400 caballos.
Ante los hechos considerados, la inquietud de los españoles aumenta, al conocerse que Napoleón no reconoce los hechos provenientes del Motín de Aranjuez (19 de marzo), esto es, el destronamiento de Carlos IV y la proclamación del Príncipe de Asturias, Fernando VII, como rey de España. Esto, a la larga, repercutiría en Toledo, con motivo de la visita del general Thomás, quien manifestó en las casas dellntendente Provincial y del Corregidor, que Napoleón y el príncipe Fernando, habían decidido restablecer en el Trono a Carlos IV. 
La noticia se extendió rápidamente por la ciudad, pero tergiversándola, en la versión de que el Corregidor don Joaquín Santamaría, los regidores Carreño y García Ximénez y el alcalde ordinario, capitán retirado Escalona, al que llamaban de mote Balazos, propiciaban este cambio.
En la anochecida del 20 de abril, en Zocodover, se leyó un papel recibido por el Tesorero de Hacienda, don Josef Posadillo, en el que se decía que Fernando VII había ordenado que no se tratase bien a los franceses y se les diera el alojamiento que apetecieran los vecinos y que por eso el Corregidor había fijado bandos en sentido contrario. 
Conocido por el Corregidor el malestar existente, nombró a Escalona y a García Ximénez para que encabezasen sendas rondas que fueran por las calles manifestando la verdadera situación y así apaciguar al intranquilo vecindario. Toledo, como vieja ciudad que durante muchos siglos había sido capital de España, acusa la incertidumbre, la angustia de aquellos días movidos, en los que la Nación se estaba jugando su inmediato futuro. Toledo fue entonces, una vez más, el reflejo de España
DE LOS DlAS 8 AL 19 DE ABRIL 
Ya el día 8 pasó la Junta Suprema de Gobierno orden al Intendente. Provincial, para que tomase las medidas necesarias a fin de poder alojar en Toledo una división del ejército francés, al mando del general Dupont, que llegaría a la ciudad el 9 de abril. Se debe advertir, que ya estaban alojados en Toledo 1.500 soldados de un Regimiento de Suizos, de los seis que fonnaban parte del ejército español. 
Los suizos a que ahora nos referimos están a las órdenes del coronel Carlos Reding, que nO debe confundirse con el general del mismo apellido, Teodoro Reding, uno de los vencedores de la que sería Batalla de Bailén. Para dar cumplimiento a la orden, el Intendente convoca al Vicario General de la Archidiócesis, don Pedro de Rivero, al Corregidor don Joaquín Santamaría y al regidor perpetuo Carreño, para tomar las providencias conducentes al proyectado alojamiento. Se dispusieron cuarteles en la Casa de Caridad, en los cinco conventos de San Agustín, San Francisco de Paula, La Merced, San Pedro Mártir y San Juan de los Reyes, a los que se avisa para que estén preparados. 
Los conventos y monasterios no afectados, deberán facilitar camas con sus correspondientes ropas. Carreño se encarga de visitar a los prelados de los citados conventos. Días después, el Intendente estima que hubo insolencia en la redacción de los oficios que pasa el Corregidor a los diferentes organismos afectados por la obligación de alojar a las tropas francesas. Parece que Carreño amenazó a las Comunidades religiosas y, principalmente, a los vecinos pobres. Ante la negativa del Corregidor de facilitar víveres, con el pretexto de la carencia de fondos, constituye el Intendente una Junta de Personas Hacendadas para que le ayuden; tomando esa autoridad a su cargo el diario abastecimiento de las tropas francesas. 
Por su parte, el Corregidor estima que se debe reunir el Ayun· tamiento, para darle cuenta de los hechos y propiciar su colaboración, nombrándose una comisión para llevar a cabo el alojamiento de las tropas. Al mismo tiempo, r"úne a los abastecedores para solucionar con ellos el suministro de las raciones, a lo que se comprometen siempre que se les adelante el suficiente numerario. Pero advierten que la ciudad no llega a los 4.000 vecinos, a los efectos de la distribución de derramas. 
Como se ve, todo discurre con armonía y alto espíritu de ca· laboración, pero no todo era tranquilidad en la ciudad, en donde no faltan gestiones en contra de las anteriores providencias de las referidas autoridades. Ya se advierte en aquellos días preliminares, una disyunción entre las clases dirigentes y lo que prodríamos lIa· mar pueblo, en el que no faltan personas distinguidas, como el abogado Del Castillo, el regidor y hacendado Domingo Falceto, el tesorero Posadillo, el capitán José González de la Torre, entre otros.
 La primera gestión del Ayuntamiento es pedir a la Junta Suprema de Gobierno, la reducción del número de soldados que han de entrar en Toledo. La formula el regidor don Eduardo Ortiz de Zárate, desplazado a Madrid al efecto. En tanto los "ambiciosos e inquietos" trabajan al bajo pueblo con las exacciones que recaerían sobre él, con la llegada de los franceses invasores; como si la entrada de esas tropas dependiera del Ayuntamiento, del Corregidor o de la Junta Suprema de Gobierno. La decisión estaba más alta, dependía de la voluntad omnímoda del Emperador Napoleón .
El Intendente Provincial disponía de mil camas, el resto, hasta el total, debía obtenerse de los conventos y' del vecindario en general. Aparte, el Corregidor debía suministrar 10.000 raciones de carne, vino, aceite, vinagre y paja. Sólo la carne y el vino, según los abastecedores suponían un gasto diario de unos 26.000 rls.
Hay que pensar en las dificultades de alojar en una ciudad como la nuestra, a más de diez mil hombres. A la general resistencia, por la incomodidad y gasto que supone, hay que añadir la repugnancia que siente el vecindario hacia un ejército que se revelaba, cada vez con más claridad, como invasor. Si a todo ello se une el hecho de que buena parte de Toledo está ocupado por construcciones religiosas: monasterios, conventos, iglesias, cuyas comunidades han permanecido exentas durante siglos de esta servidumbre del hospedaje de soldados, se comprenderá el ambiente negativo, la resistencia a estas obligadas medidas del alojamiento. 
El Corregidor Santamaría se vale de sus amigos Carreño, García Ximénez y Escalona, para llevar a cabo la desagradable tarea de alojar a los generales, jefes y oficiales, unas setecientas personas, en casas particulares, de acuerdo con el grado militar en cuestión. El Corregidor cumplía, en cuanto al alojamiento, órdenes del Gobernador interino del Supremo Consejo de Castilla, sobre la "atención y buen porte que había que observar con las tropas francesas", que iban a pennanecer en Toledo. Lo mandado por este organismo evidencia, una vez más, la servil obediencia a las disposiciones del mando francés, que viene a contrastar con el alto espí- ritu patriótico de la mayoría del pueblo español.
 El Supremo Consejo de Castilla, por esa actitud de sumisión, estaba desacreditado ante los ojos de los españoles. Las frecuentes alusiones de testigos de que el general Marcial Thomás mostraba complacencia en las noticias que dió sobre la vuelta al Trono de Carlos IV; el estado de excitación del pueblo español, sobre todo en Madrid y en las grandes ciudades, como se demuestra en nuestro caso, el proceso que se sigue por el Corregidor contra un Ignacio Ballesteros, por haber difundido la noticia, el 11 de abril, de que los franceses se habían apoderado de Madrid, son factores a considerar. 
En esta ocasión Santamaría muestra sus ideas al calificar a los franceses de "nuestros fieles aliados". El Corregidor utiliza una parte de las tropas del cuerpo de Voluntarios de Aragón, para que patrullen por Zocodover, en donde se forman corrillos. En el trámite, viene a Toledo el Cuartel-mestre general Marcial Thomás, jefe del Estado Mayor del Cuerpo de Ejército de la Gironda, para establecer contacto con las autoridades toledanas e informarse de la operación alojamiento.
A tal efecto, se presenta ante el Corregidor, quien nombra al Alcalde Ordinario y capitán retirado Escalona y al regidor don Pedro-Segundo García Ximé- nez, para que acompañen al general francés. Este manifiesta su deseo de visitar la Fábrica de Espadas, por lo que es acompañado por el Corregidor, que le lleva en su carruaje. Por la declaración de los alguaciles Francisco Rodríguez, Diego García Arroyo, Raimundo Cañamaque (este vive en la Plazuela de la Botica de la Catedral), Alonso Sánchez, Nicolás de León y Juan Martínez, conocemos algunos detalles de la operación camas para la tropa francesa: se condenó a varios vecinos a la multa de 50 ducados. 
Entre los multados está Juan Cano, natural de Madrid, vecino de Toledo, esquilador de oficio, vive más abajo de la puerta falsa de la tahona del Arrabal de Santiago, Jerónima León, hija del alguacil de ese apellido, casada con Juan Sánchez, hojalatero, vive en Santo Tomé. A todos ellos se les multa por resistirse a dar las camas, que se depositaban en ~l Colegio de San Bernardino. Parece por el testimonio de los alguaciles, que el Corregidor no había mandado que se obligase a dar camas a los pobres.
Ya conocemos las manifestaciones del general Thomás a las autoridades toledanas y la interpretación que el pueblo da a la actitud del Corregidor y sus colaboradores. De entre ellos, el capitán Escalona había sido designado por el Corregidor para que rondase la ciudad en la noche del 20; en su cometido se encontró con el capitán-comandante de la bandera del regimiento "Granada" de guarnición en Toledo, don Antonio de Torres, al que preguntó Escalona si era el Comandante de Armas, a lo que respondió el interrogado, "que no se dignaba contestarle. No quiero oirle, porque no puede alternar conmigo. Añadiendo otras injurias' '.
 “Al arma, pues Toledanos, al arma; al arma, habitantes de la provincia de Toledo, al arma; haga ver al mundo entero vuestro valor y ardimiento que si nuestros compatriotas se nos han adelantado a tomar las armas, no les cedemos en el amor a la patria, en el entusiasmo y zelo por nuestra Religión Santa, en nuestro amor a nuestro inocente y desgraciado Fernando el VII, y en el odio contra el impío y pérfido Napoleón»... 
Por Fernando Jiménez de Gregorio Fuente: http://www.realacademiatoledo.es/files/temastoledanos/58.%20El%20motin%20de%20Toledo%20de%201808,%20por%20Fernando%20Jimenez%20de%20Gregorio.pdf